No podía sacarse su rostro de la cabeza, no podía dejar de pensar en ella, en sus tristes ojos, en sus gestos temblorosos, en lo incomoda que lucía al lado de aquel hombre.
Pero nada tenía sentido para Chad, pues al acercarse a ellos y escuchar su corta conversación, no notó nada que llamara la atención, nada que explicara el profundo miedo que se podía percibir en las pupilas de Adalia, nada que explicara la tristeza tan grande que se desprendía de ella, como si hubiese pasado por la peor situación del mundo, como si tuviese al peor hombre del mundo a su lado, y así era, había pasado por la peor cosa del mundo: se había perdido a sí misma. Se había perdido en un abismo del cual tal vez jamás habría retorno.
Chad fue extraído de sus cavilaciones cuando escuchó como la puerta era tocada por alguien. Suspiró con pesadez, no quer&iacu
Era la imagen de Derek Wood y Adalia Blake sujetados de la mano, tal vez un fotógrafo había capturado la imagen. Pero no lucía como una de esas imágenes en donde una pareja feliz se reflejaba, al contrario, aquella imagen decía más que miles de palabras, que un millar de confesiones. Se podía percibir como él la apretaba del brazo mientras ella lucía extrañamente incomoda. Tal vez la muchacha a su lado no podía percibirlo, tal vez nadie más que él podía darse cuenta, pero Adalia lucía por completo incomoda, su rostro lo reflejaba, sus ojos diamantes lo gritaban, algo no estaba completamente bien con ella y aquel empresario. Chad lo sabía.Lo sabía pero no lo creía. Recordaba como una vez, hace años, se había hecho la promesa de que nunca sería una persona mala para Adalia. Intentaba cumplir su promesa y justo por esa razón era que no quería intervenir de ninguna forma en la relación que ella tenía con ese tal Derek Wood, pero esa foto le dejaba una sensación amarga en los labios. Dema
Sus labios masculinos se mezclaron con aquellos delicados y hambrientos labios femeninos que buscaban demasiado de él, que habían anhelado aquel momento demasiadas veces. Eran incontables las ocasiones en las que ella había fantaseado con probar aquellos labios que tanto hablaban de otra mujer, aquellos labios que solo deseaba que hablaran de ella, únicamente de ella.Apretó sus manos alrededor del cuello de Chaddiel, poniéndose de puntillas, pues él era mucho más alto que ella, las manos de la muchacha escalaron hacia el suave cabello de él, tan sedoso, siempre había querido tocarlo de aquella manera, siempre había querido encontrarse a sí misma de la misma manera en la que se encontraba en aquel instante, para su desgracia siempre fracasaba, pero lo había conseguido, el aquel instante lo único que era capaz de escucharse eran los sonidos acuosos que el beso entre ambos desprendía. Si en su voluntad estuviera, aquel beso perdurara para siempre, pero nada era para siempre, ni siquiera
Llevó las manos hacia su cabello, recogiéndoselo, alejándolo de su rostro lleno de sudor. Luego, tragó saliva de manera lenta, sintiendo un nudo en su garganta, sus ojos cayeron sobre la muchacha desnuda que descansaba a su lado en la cama, dormida. Tragó saliva una nueva vez, todo había ocurrido tan rápido que no había tenido el poder de frenar sus propias acciones, no podía sentirse más arrepentido por lo que acababa de hacerlo, ni siquiera tenía idea de que diablos lo había conducido a acostarse con ella. Pero sabía que tal vez se había hundido demasiado en la arena movediza como para ahora querer salir. Ya se había acostado con la hermana de Kenzo, sabía lo insistente que ella era, una vez se despertara, creería que lo que había sucedido era el inicio de la más preciosa historia de amor, cuando no lo era.Cuando nada era así. Él ni siquiera se sentía atraído por ella en ningún aspecto y se arrepentía profundamente por haber hecho lo que hizo. Cerró sus ojos, suspirando, sintiendo
Seguía con sus dudas al respecto de llevarla a aquel lugar, pero al final había sido convencido por su padre, este le había asegurado que nada sucedería, que aquella persona que no quería que viniera, no lo haría, además, acudir a aquel sitio era algo que se convertía casi en necesario, independientemente de si Derek quería o no, debía de presentarla de manera pública algún día, no podía tenerla siempre entre las sombras, aunque si bajo su voluntad estuviera, aquello sería lo único que hiciera siempre, esconderla, tenerla solo para él, en el lugar más recóndito del mundo, en donde ni siquiera la luz del sol tuviese el atrevimiento de tocarle.Adalia estaba sentado sobre la cama, con una toalla envuelta en su cuerpo cada vez más delgado y decrepito, no entendía la razón de su pérdida de peso, Derek tampoco, en aquellos días la había estado alimentando mucho mejor, le había dado mucho más comida de la que ella necesitaba, obligándola a comer, pero ella seguía bajando de peso, Adalia ten
Tragó saliva cuando Derek, tras terminar de vestirse, tomó un arma, la cargó y se la guardó en el bolsillo de su pantalón, lo único que aquella acción causó fue elevar más el grado de intensa paranoia que Adalia ya sentía, no había ninguna razón para llevar un arma —o eso pensaba—, el vestido que ella traía puesto era uno muy elegante, no la llevaría a un horrible lugar como el de la otra vez en la que tuvo que acabar con la vida de Kenzo, con este pensamiento en la cabeza, más el rostro de Kenzo perdiendo la vida, Adalia no pudo evitar sentir su ansiedad crecer.El vestido que utilizaba era para una fiesta elegante, ¿qué diablos impulsaría a Derek a llevar un arma a una fiesta elegante?—No debes de asustarte —aseguró Derek, y fue irónico, pues su voz ocasionó que Adalia respingara, el silencio que había en la escena era ensordecedor, de repente escuchar la voz gruesa de un monstruo la había tomado por sorpresa.—No est-toy as-sustada —se atrevió a decir y ni siquiera ella misma fue
Las cosas empezaban a tomar sentido —o al menos eso quería Adalia creer— a medida que se acercaban a lo que Adalia creía que era su destino, imágenes conocidas empezaban a dibujarse frente a sus ojos, creía conocer aquellos alrededores, creía saber hacia donde se dirigían, lo confirmaría o descartaría cuando llegaran, tenía el presentimiento de que tenía razón, pero a la vez no. Dudaba de sí misma, él le había enseñado a dudar.Adalia se tensó cuando sintió la mano de Derek sobre su muslo, apretando con fuerza, ella le miró, tragando saliva, tenía su mirada enfocada hacia la ventana, observando los alrededores, por un corto segundo se había olvidado de él, pero claro que Derek haría lo que fuera para aparecer de nuevo en la cabeza de Adalia, no podía verla demasiado quieta, necesitaba tocarla, decirle con mudas palabras que él estaba allí.—Estás tan nerviosa —observó Derek, había dicho aquello con una expresión por completo neutra, ella no supo reconocer si en sus ojos había burla o
No sabía que tenía tanta ansiedad social hasta aquel momento, hasta encontrarse en aquella fiesta, todos la observaban, la observaba de una manera intensa, tanto que sentía como cada uno de sus ojos estaban clavados en su piel como pequeñas agujas que dolían demasiado. Cada vez que elevaba su azul mirada se encontraba con un invitado de aquella fiesta mirándola, las mujeres parloteaban sobre ella, se sentía demasiado incomoda, no entendía la razón de todo aquello, no era la más hermosa de aquella fiesta, no era la mejor vestida, de hecho, en comparación con las mujeres elegantes que veía a medida que caminaba de la mano con el padre de Derek, se sentía ordinaría, vulgar, como aceite intentando nadar, no pertenecía allí. Pero mucho más incómodo que las miradas de todos, el agarre que Matthew se traía con ella, estaba haciéndola temblar, no sabía por qué el toque de su piel le transmitía una inseguridad tan profunda. No confiaba en ningún Wood, tampoco lo hacía en el padre de Derek, en n
—¡Derek! —Una voz infantil se dejó escuchar, Adalia no contaba con la mínima idea de quien era, pero Matthew en un instante supo que se trataba de la hija de una de sus hermanas, sonrió para sí mismo ya que aquella podía ser la distracción que los sacara de aquel apuro, se asomó por la puerta, pero sin abrirla, solo para escuchar a Derek, sintiendo como sus pasos —los cuales estaban demasiado cercas— se iban haciendo cada vez más lejanos.—Kathy, pequeña, ¿qué haces aquí arriba? —En la voz de Derek, tanto Matthew como Adalia percibieron la furia, ella podía imaginarse como colisionaba sus dientes los unos contra los otros—. Vamos, baja.—¡Quiero ir al baño, Derek!—Dile a tu madre, pequeña, vamos.—No la encuentro, se perdió entre tanta gente, ¡llévame al baño!—Yo no sé en donde queda el baño, pequeña, ¿por qué mejor no bajas y le dices a tu madre que…?—¡Se me están saliendo y mi madre dijo que no manche el vestido, pero no aguanto más! ¡Por favor, por favor, por favor, llévame! —La