Adalia había subido con la tasa entre sus manos, las cuales temblaban, en lo único que podía pensar era en lo mucho que Derek la lastimaría si llegaba a descubrir que ella le ofrecía un té con una especie de somnífero adentro.
La muchacha ingresó a la habitación, observando a Derek recostado, se acercó a la cama, le ofreció la tasa al hombre, pero este no estiró su brazo, solo la miró con una sonrisa que la rubia no consiguió descifrar. Ella suspiró para sus adentros, se preguntaba que nueva locura se le había ocurrido a Derek.
—Dámelo en la boca —pidió el hombre y ella no ejecutó nada, permaneció unos segundos sin comprender lo que él le pedía—. ¿No me escuchaste? —Si lo había escuchado, solo que no había entendido la razón de aquella petición.
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Ocho días exactos habían transcurrido desde que Derek había recibido la herida de cuchillo, días en los que le había pedido a Adalia que estuviera con él más que nunca, no la podía mantener un segundo lejos de él sin extrañarla, y cuando, en el día siete se había sanado, había tomado el cuerpo de la rubia sin descanso ninguno, ella, por su parte, le había dado el calmante dos veces en una semana, sintiéndose esperanzada por lo efectivo que era, se veía siempre tentada a escapar, pero elegía no hacerlo, el miedo ya se había arraigado demasiado a su corazón como para intentar hacer algo más.Derek la había dejado sola en casa, una vez más, la había dejado desatada, porque, según palabras del mismo “ella se lo había ganado portándose bien”, Adalia sentía un profundo odio a la maner
Derek elevó el cuchillo con frenesí, clavándolo en el abdomen de Adalia, quien se encontraba dormida.Aquellos ojos azules se abrieron con la brusquedad de mil demonios, un horrendo grito se desprendió de sus labios, observó la mancha de sangre que empezó a crecer en su ropa, un alarido todavía más fuerte salió de sus labios cuando un segundo impacto del cuchillo fue a parar sobre su abdomen, y luego tres, luego cuatro, luego cinco, cinco veces Derek enterró el cuchillo en el abdomen de Adalia.La sangre de la rubia tiñó la cama, sus manos, el suelo en donde cayó y la piel de Derek, quien la sostenía para seguir clavando el cuchillo en ella.—¡Detente! —imploró Adalia, desgarrándose la garganta, pero aquello no fue suficiente, un sexto impacto del cuchillo fue a parar en el abdomen de la rubia, la sangre manchaba el suelo, eran demasi
Adalia posó sus labios sobre el vaso de agua, dándose un par de tragos, todavía no lograba tranquilizarse por completo, cada vez que el silencio entraba a sus oídos, su mente reproducía la imagen de Derek asesinándola, como si se tratase de una película. No era la primera vez que soñaba con Derek lastimándola, pero aquella había sido la peor, había sido la más real, tocaba su abdomen y podía sentir la sangre, podía sentir el cuchillo clavándose en su piel, podía ver los ojos de Derek, maliciosos, entusiasmados por arrancarle la vida…De pronto, el timbre del teléfono de Derek se hizo escuchar por la silenciosa casa. Adalia lo miró, él frunció el ceño.—Es de madrugada —dijo—. ¿Quién diablos me llamaría a estas horas? —Bufó con molestia, tomando a Adalia por el brazo,
Habían transcurrido exactamente dos días desde que había recibido la llamada de su padre en la que le avisaba sobre aquello. Derek sabía que no era para tanto, que no había necesidad de sentirse tan abrumado, tan ansioso, pero tenía un mal presentimiento, ni siquiera sabía el porqué de aquello, pero lo tenía, un sabor amargo se revelaba en su boca cada vez que pensaba acerca de eso.Eran las tres de la madrugada, Adalia dormía como el ángel que era, aunque la había tenido que ayudar a dormir con drogas, por alguna razón, ella se encontraba inquieta, asustada de algo, Derek le había pregunta innumerables veces cual era la razón, y la única respuesta que la rubia proporcionaba era un “no sucede nada”. Tal vez había escuchado la conversación que él había tenido por teléfono con su padre, tal vez había escuchado aque
Las ideas enloquecidas crecían en él como un cáncer. No le importaba el ruido que provocaran sus pasos, sabía que ella no despertaría, la droga era demasiado efectiva como para que ella despertara por el simple sonido de sus pasos. Aunque Derek se preguntaba si ella despertaría cuando él le clavara el cuchillo.Los dedos del Wood temblaban, como un adicto en abstinencia trataba de resistirse a esos impulsos que acometían contra él, pero no entendía que le pasaba, no comprendía porque de repente sentía la profunda necesidad de asesinarla… no lo entendía, solo sabía que no se podía detener, sus pasos tenía vida propia y aunque él quería que esos frenaran su caminata, estos no lo hacían, no lo hicieron.Llegó hasta la puerta de la habitación, siempre empuñando el cuchillo con tanta fuerza que lastimaba su propia p
Ambos caminaban a paso lánguido, alejándose el parque, a pesar de que el sol mostraba intenciones de mostrarse, parecía que no quería hacerlo del todo.Las calles seguían igual de vacías que hace un rato, cosa que jugaba en el beneficio de Derek.Sabía que caminar junto a esa muchacha era un riesgo, a aquellas horas tan altas de la noche, cualquiera que lo viera pensaría en lo peor. Pero era eso o no conseguir lo que quería. Elegía que lo vieran a fracasar.No le prestaba demasiada atención a las palabras de Cat, pero recopilando lo poco que había logrado captar; ella era prostituta —cosa que Derek imaginó—, el padre de su bebé era un pobre diablo que había muerto en un accidente de tráfico, solo dos días antes del nacimiento del mismo, había escapado de su casa a muy temprana edad —cosa que Derek también imaginab
La perplejidad se vio dibujada en los ojos de la muchacha, por un segundo quiso echarse a reír, creyendo que solo se trataba de una muy amarga broma por parte de aquel sujeto, pero cuando vio como la seriedad oscurecía el rostro de él, supo que hablaba en serio, cosa que la desconcertó más. Él le había dicho que tenía una pareja homosexual, y que como ambos no podían tener un bebé, él quería el suyo, ella no podía encontrarse más perpleja.—¿Qué d-dices? Yo… ¿darte a mi hijo?—Así es, Cat. —En ese instante ella supo que estaba metida en un gran problema, la oscuridad que habitaba en los ojos del hombre la alertó, por lo que se alejó de él, mirando por el rabillo del ojo a su bebé que dormía como un pequeño ángel.—¿Qué diablos te pasa? ¿Po
Tenía la boca demasiado seca, sus labios agrietados.Carraspeó su garganta, se movió hacia la izquierda, luego hacia la derecha de manera torpe y lánguida, intentó abrir sus ojos, pero de inmediato los cerró, poco a poco reanudó la acción, esperando a que éstos se acostumbraran a la luz de aquella habitación en la que se encontraba.Cuando por fin sus azules ojos se encontraron abiertos, Adalia intentó sentarse, fracasando de inmediato, dándose cuenta de dos cosas: estaba esposada a la cama, y Derek no estaba a su lado.Carraspeó su garganta una segunda vez, pensó en llamarlo, pero pronto se arrepintió. No lo quería cerca. Ni en aquel instante, ni en otros, ni nunca.No entendía por qué estaba esposada, si él le dijo que no la esposaría. Adalia suspiró con desesperanza, debía de dejar de creer en sus pal