Las ideas enloquecidas crecían en él como un cáncer. No le importaba el ruido que provocaran sus pasos, sabía que ella no despertaría, la droga era demasiado efectiva como para que ella despertara por el simple sonido de sus pasos. Aunque Derek se preguntaba si ella despertaría cuando él le clavara el cuchillo.
Los dedos del Wood temblaban, como un adicto en abstinencia trataba de resistirse a esos impulsos que acometían contra él, pero no entendía que le pasaba, no comprendía porque de repente sentía la profunda necesidad de asesinarla… no lo entendía, solo sabía que no se podía detener, sus pasos tenía vida propia y aunque él quería que esos frenaran su caminata, estos no lo hacían, no lo hicieron.
Llegó hasta la puerta de la habitación, siempre empuñando el cuchillo con tanta fuerza que lastimaba su propia p
Ambos caminaban a paso lánguido, alejándose el parque, a pesar de que el sol mostraba intenciones de mostrarse, parecía que no quería hacerlo del todo.Las calles seguían igual de vacías que hace un rato, cosa que jugaba en el beneficio de Derek.Sabía que caminar junto a esa muchacha era un riesgo, a aquellas horas tan altas de la noche, cualquiera que lo viera pensaría en lo peor. Pero era eso o no conseguir lo que quería. Elegía que lo vieran a fracasar.No le prestaba demasiada atención a las palabras de Cat, pero recopilando lo poco que había logrado captar; ella era prostituta —cosa que Derek imaginó—, el padre de su bebé era un pobre diablo que había muerto en un accidente de tráfico, solo dos días antes del nacimiento del mismo, había escapado de su casa a muy temprana edad —cosa que Derek también imaginab
La perplejidad se vio dibujada en los ojos de la muchacha, por un segundo quiso echarse a reír, creyendo que solo se trataba de una muy amarga broma por parte de aquel sujeto, pero cuando vio como la seriedad oscurecía el rostro de él, supo que hablaba en serio, cosa que la desconcertó más. Él le había dicho que tenía una pareja homosexual, y que como ambos no podían tener un bebé, él quería el suyo, ella no podía encontrarse más perpleja.—¿Qué d-dices? Yo… ¿darte a mi hijo?—Así es, Cat. —En ese instante ella supo que estaba metida en un gran problema, la oscuridad que habitaba en los ojos del hombre la alertó, por lo que se alejó de él, mirando por el rabillo del ojo a su bebé que dormía como un pequeño ángel.—¿Qué diablos te pasa? ¿Po
Tenía la boca demasiado seca, sus labios agrietados.Carraspeó su garganta, se movió hacia la izquierda, luego hacia la derecha de manera torpe y lánguida, intentó abrir sus ojos, pero de inmediato los cerró, poco a poco reanudó la acción, esperando a que éstos se acostumbraran a la luz de aquella habitación en la que se encontraba.Cuando por fin sus azules ojos se encontraron abiertos, Adalia intentó sentarse, fracasando de inmediato, dándose cuenta de dos cosas: estaba esposada a la cama, y Derek no estaba a su lado.Carraspeó su garganta una segunda vez, pensó en llamarlo, pero pronto se arrepintió. No lo quería cerca. Ni en aquel instante, ni en otros, ni nunca.No entendía por qué estaba esposada, si él le dijo que no la esposaría. Adalia suspiró con desesperanza, debía de dejar de creer en sus pal
Por un segundo había salido de su propio cuerpo, había experimentado la sensación de su alma brincando lejos de su piel y yéndose a caminar para meditar e intentar dar sentido a aquello que sus oídos habían escuchado, pero era incapaz de comprenderlo.“…así que ve pensando en un nombre para ponerle…”Adalia empezó a negar de manera desequilibrada, su mirada cada vez más perdida parecía absorbente, como un agujero negro de tristeza, confusión, impotencia y dolor.“…y ve preparándote para ser madre, porque ahora, ese es nuestro hijo…”¿Ella? ¿Ser madre? No, no, no, no, sus ojos cayeron hacia aquel tranquilo bebé, hacia aquella indefensa criatura que tenía entre sus brazos, sin comprender nada, ¿ella? ¿Siendo madre? No… no lo comprendía… aquello no podía e
La negación de Adalia era como un veneno para él, cada día lo mataba de manera más rápida, el rostro de desprecio que ella dibujaba cada vez que miraba a aquel bebé era simplemente indescriptiblemente doloroso para Derek, ni todas las amenazas ni todos los abusos habían sido suficientes para obligarla a acceder del todo a quedarse con aquel bebé, prefería ser golpeada a cargar a ese bebé entre sus brazos.Derek se sentía sin ningún poder, pues si ni las amenazas tenían poder sobre Adalia, ¿qué lo tendría? No parecía importarle nada, prefería morir a ser madre de un bebé que no había salido de su cuerpo, había dicho ella, luego él la había golpeado hasta casi la muerte para que se retractara, pero no ocurrió, ella se negó a retractarse. Adalia era para él, la muchacha más dulce del mundo, le
Se arrepentía enormemente de no haber llevado a Adalia, o aunque sea a una mujer que hubiese tenido a un bebé antes, pues, imaginaba que Adalia sabía lo mismo —se atrevía a decir menos— que él sobre como cuidar a un bebé y cuales eran las cosas que este necesitaba. Solo sabía lo básico, pañales, ropa, chupetes… pero no sabía si estaba bien comprar solo eso… o si el bebé requería de algo más.Quería pedirle ayuda a alguien más, pero al mismo tiempo, no quería que nadie se enterara de que tenía a un bebé en casa, las preguntas lloverían, y lo que menos él quería era llamar la atención, pues las dudas empezarían a nacer. No sabía como lidiaría con aquello, pues no creía poder esconder a aquel bebé por siempre, aunque, decir la misma historia con la que había pe
El mundo de Derek se fragmentó justo en aquel preciso instante.La sensación que le abatió fue como la un tornado, como la de una bomba estallando en su pecho, por un segundo se sintió por completo mareado, por completo adherido al suelo, jamás se había sentido tan abatido en su vida, sentía que le habían golpeado en el pecho con un hierra caliente.—¡Adalia! —gritó, desgarrándose la garganta, jamás se imaginó a sí mismo tan nervioso, tan histérico como se encontraba en aquel instante. Corrió hacia la rubia arrojada en el suelo, alzando su fino cuerpo con brusquedad, meneándolo para que este se moviera, pero este no hacía nada—. ¡Adalia! ¡Despierta! ¡Demonios! ¡¿Qué diablos hiciste?! ¡Despierta! ¡Abre los ojos! ¡Adalia, abre los ojos en este preciso instante! ¡Á
La miraba dormida allí y no podía creer lo cerca que estuvo de perderla para siempre. Usualmente, cuando se enojaba o cuando lo sacaban de quicio, golpeaba su cuerpo contras las paredes, destruía sus nudillos… pero jamás se quejaba de las consecuencias de esos golpes, porque, aunque dolían, más dolía la rabia que nacía en su pecho, aunque, en el instante en el que creyó que Adalia había muerto, se golpeó para matarse él también, para que la vida lo abandonase de la manera más brusca, por ello, por ejercer más fuerza mientras se agredía a sí mismo, era que en aquel instante sus nudillos dolían tanto, tanto que no podía ni siquiera sostener con firmeza los mechones del cabello de la muchacha. —Doscientos treinta y tres —susurró, pasando una hebra hacia delante—, doscientos treinta cuatro —continuó, pasando una próxima hebra del cabello de Adalia hacia adelante. Cuando alguien no podía dormir, se ponía a “contar ovejas” Derek hacía lo mismo, pero en su versión,