Se arrepentía enormemente de no haber llevado a Adalia, o aunque sea a una mujer que hubiese tenido a un bebé antes, pues, imaginaba que Adalia sabía lo mismo —se atrevía a decir menos— que él sobre como cuidar a un bebé y cuales eran las cosas que este necesitaba. Solo sabía lo básico, pañales, ropa, chupetes… pero no sabía si estaba bien comprar solo eso… o si el bebé requería de algo más.
Quería pedirle ayuda a alguien más, pero al mismo tiempo, no quería que nadie se enterara de que tenía a un bebé en casa, las preguntas lloverían, y lo que menos él quería era llamar la atención, pues las dudas empezarían a nacer. No sabía como lidiaría con aquello, pues no creía poder esconder a aquel bebé por siempre, aunque, decir la misma historia con la que había pe
El mundo de Derek se fragmentó justo en aquel preciso instante.La sensación que le abatió fue como la un tornado, como la de una bomba estallando en su pecho, por un segundo se sintió por completo mareado, por completo adherido al suelo, jamás se había sentido tan abatido en su vida, sentía que le habían golpeado en el pecho con un hierra caliente.—¡Adalia! —gritó, desgarrándose la garganta, jamás se imaginó a sí mismo tan nervioso, tan histérico como se encontraba en aquel instante. Corrió hacia la rubia arrojada en el suelo, alzando su fino cuerpo con brusquedad, meneándolo para que este se moviera, pero este no hacía nada—. ¡Adalia! ¡Despierta! ¡Demonios! ¡¿Qué diablos hiciste?! ¡Despierta! ¡Abre los ojos! ¡Adalia, abre los ojos en este preciso instante! ¡Á
La miraba dormida allí y no podía creer lo cerca que estuvo de perderla para siempre. Usualmente, cuando se enojaba o cuando lo sacaban de quicio, golpeaba su cuerpo contras las paredes, destruía sus nudillos… pero jamás se quejaba de las consecuencias de esos golpes, porque, aunque dolían, más dolía la rabia que nacía en su pecho, aunque, en el instante en el que creyó que Adalia había muerto, se golpeó para matarse él también, para que la vida lo abandonase de la manera más brusca, por ello, por ejercer más fuerza mientras se agredía a sí mismo, era que en aquel instante sus nudillos dolían tanto, tanto que no podía ni siquiera sostener con firmeza los mechones del cabello de la muchacha. —Doscientos treinta y tres —susurró, pasando una hebra hacia delante—, doscientos treinta cuatro —continuó, pasando una próxima hebra del cabello de Adalia hacia adelante. Cuando alguien no podía dormir, se ponía a “contar ovejas” Derek hacía lo mismo, pero en su versión,
A pesar de todo lo que había tenido lugar en menos de una semana: él matando a una prostituta para arrebatarle a su bebé, él llevando a aquel bebé a casa para que Adalia fuera su nueva madre y Adalia rechazando al bebé hasta el grado en el que había intentado el suicidio antes de cuidarlo, a Derek no se le borraba de la cabeza que tener un hijo era una buena idea.Pero tenía una idea distinta, mucho más práctica que la anterior, en ocasiones que se detenía a pensarlo, ¿en realidad iba a adoptar al hijo de una mujer de la calle como suyo? Sentía asco de solo imaginarlo, la desesperación había llegado a su punto máximo al momento de pensar y concebir aquello, pero aquel no era el momento de lamentaciones, mucho menos ya que había asesinado a aquella mujer, no sentía una pizca de lastima por lo que habían ejercido sus manos sin ninguna razón
Desde que había intentado culminar con su vida, Adalia se había mantenido muy callada, demasiado, ida, como si buscara una nueva oportunidad para intentar acabar de nuevo con su existencia, en sus ojos más que nunca había un vacío que tragaba a quien sea que la mirara, pero en lo más profundo de ella, si alguien sabía leer bien su mirada, podía ver que seguía viva aquella muchacha dulce que alguna vez fue, lastima que los escombros del martirio, caían sobre ella, aplastándola, aplastando a los últimos vigores de su corazón.Él la había llevado a la tienda, le había dicho que le compraría todo lo que ella deseara tener, que podía comprar sin importar el precio que todo tuviera, que él tenía el dinero para comprarlo. Ella no entendía el propósito, tampoco se había molestado en preguntar. Solo había accedido a ir
Desde que había intentado culminar con su vida, Adalia se había mantenido muy callada, demasiado, ida, como si buscara una nueva oportunidad para intentar acabar de nuevo con su existencia, en sus ojos más que nunca había un vacío que tragaba a quien sea que la mirara, pero en lo más profundo de ella, si alguien sabía leer bien su mirada, podía ver que seguía viva aquella muchacha dulce que alguna vez fue, lastima que los escombros del martirio, caían sobre ella, aplastándola, aplastando a los últimos vigores de su corazón.Él la había llevado a la tienda, le había dicho que le compraría todo lo que ella deseara tener, que podía comprar sin importar el precio que todo tuviera, que él tenía el dinero para comprarlo. Ella no entendía el propósito, tampoco se había molestado en preguntar. Solo había accedido a ir
No podía sacarse su rostro de la cabeza, no podía dejar de pensar en ella, en sus tristes ojos, en sus gestos temblorosos, en lo incomoda que lucía al lado de aquel hombre.Pero nada tenía sentido para Chad, pues al acercarse a ellos y escuchar su corta conversación, no notó nada que llamara la atención, nada que explicara el profundo miedo que se podía percibir en las pupilas de Adalia, nada que explicara la tristeza tan grande que se desprendía de ella, como si hubiese pasado por la peor situación del mundo, como si tuviese al peor hombre del mundo a su lado, y así era, había pasado por la peor cosa del mundo: se había perdido a sí misma. Se había perdido en un abismo del cual tal vez jamás habría retorno.Chad fue extraído de sus cavilaciones cuando escuchó como la puerta era tocada por alguien. Suspiró con pesadez, no quer&iacu
Era la imagen de Derek Wood y Adalia Blake sujetados de la mano, tal vez un fotógrafo había capturado la imagen. Pero no lucía como una de esas imágenes en donde una pareja feliz se reflejaba, al contrario, aquella imagen decía más que miles de palabras, que un millar de confesiones. Se podía percibir como él la apretaba del brazo mientras ella lucía extrañamente incomoda. Tal vez la muchacha a su lado no podía percibirlo, tal vez nadie más que él podía darse cuenta, pero Adalia lucía por completo incomoda, su rostro lo reflejaba, sus ojos diamantes lo gritaban, algo no estaba completamente bien con ella y aquel empresario. Chad lo sabía.Lo sabía pero no lo creía. Recordaba como una vez, hace años, se había hecho la promesa de que nunca sería una persona mala para Adalia. Intentaba cumplir su promesa y justo por esa razón era que no quería intervenir de ninguna forma en la relación que ella tenía con ese tal Derek Wood, pero esa foto le dejaba una sensación amarga en los labios. Dema
Sus labios masculinos se mezclaron con aquellos delicados y hambrientos labios femeninos que buscaban demasiado de él, que habían anhelado aquel momento demasiadas veces. Eran incontables las ocasiones en las que ella había fantaseado con probar aquellos labios que tanto hablaban de otra mujer, aquellos labios que solo deseaba que hablaran de ella, únicamente de ella.Apretó sus manos alrededor del cuello de Chaddiel, poniéndose de puntillas, pues él era mucho más alto que ella, las manos de la muchacha escalaron hacia el suave cabello de él, tan sedoso, siempre había querido tocarlo de aquella manera, siempre había querido encontrarse a sí misma de la misma manera en la que se encontraba en aquel instante, para su desgracia siempre fracasaba, pero lo había conseguido, el aquel instante lo único que era capaz de escucharse eran los sonidos acuosos que el beso entre ambos desprendía. Si en su voluntad estuviera, aquel beso perdurara para siempre, pero nada era para siempre, ni siquiera