Derek se sentó sobre el sofá que había en aquella casa. Siempre cargaba un bolígrafo consigo así que la sacó, entre su bolsillo tenía una hoja de papel doblada, así que hizo lo mismo que con el bolígrafo; lo sacó, a diferencia de lo que Adalia tenía creído, entre las intenciones de Derek no estaba el lastimar a su madre, el regalo que le enviaría sería simplemente una carta, no aclaró eso con Adalia porque le gustaba ver el horror dibujado en sus ojos. Rió ante el recuerdo de la rubia nerviosa cuando él le había dicho que le enviaría un regalo a su madre.
Colocó el papel sobre un cojín del sofá, se le hacía dificultoso el escribir sobre aquel cojín, pero debía de hacerlo allí, pues, aunque una simple orden de él diciéndole a Adalia que se mantuviera quieta en su lugar sería su
La sirvienta se encontraba entre la espada y la pared, tambaleándose entre un filo bastante frágil, al caer podría romperse en dos, incluso al quedarse quieta podría resultar herida, así de peligrosa era la situación en la que se encontraba: por un lado, si le decía que no a la que —según lo que había visto—, era la mujer de su jefe, podría meterse en problemas, pero si hacía algo que no iba en común con las normas de Derek… se metería todavía más en serios problemas. Pero también cabía la posibilidad de que, independientemente de la decisión que tomase, terminara involucrada en asuntos que no le concernían, solo por encontrarse en el lugar equivocado.—Señorita… yo no creo que el señor quiera que yo le preste mi celular… d-debería… creo que debería de notificarle eso a &e
Adalia alejó el celular de su oído para poder sollozar sin ser escuchada, sentía un calor escalar por su garganta. La voz de su madre siempre la rompía, más sabiendo la ignorancia que la mujer sufría. Adalia quería gritarle tantas cosas, quería gritarle por auxilio, quería decirle que su pequeña niña sufría, que su pequeña niña había sido violada tantas veces que no se inmutaba ante una violación más, que su pequeña niña había sido golpeada, usada, escupida, pisada, humillada, arrastrada, que su pequeña niña había asesinado, que su pequeña niña había intentado suicidarse, que su pequeña niña había perdido el brillo de sus ojos, que su pequeña niña ya no era una niña más, era un saco de carne fofa que caminaba por inercia, que jadeaba de dolor al ser penetrada por un hombre al que odiaba con todo el vigor de su corazón, que todo los días le imploraba al cielo que el final de su vida llegase con prontitud, su madre no sabía que su pequeña niña había sido rota… tantas cosas para decirl
Ninguno de los dos sabía que decir, cosa que era bastante irónica si se tomaba en cuenta los discursos tan convencedores que ambos daban a sus empleados, aunque esto era distinto, muy distinto de hecho. No era lo mismo dar un discurso en la empresa que enfrentar cara a cara a los demonios de ambos.Matthew y Derek se encontraban cara a cara el uno del otro, Derek con las piernas cruzadas y una taza con té en una mano y su padre solo observando hacia un punto vacío… vacío como su mente.—¿Me citaste aquí solo para mirarnos la cara? —Derek rompió el silencio que los envolvía, incluso en aquel instante se notaba sereno, no había rastro de preocupación en su rostro, como si de cierta forma, no le importara que su padre hubiese leído aquellas páginas de su diario. Ni siquiera recordaba haberlas escritos, pero, claro que recordaba lo que había en estas escrito
Se encontraba sedienta, demasiado si se era sincera a sí misma, pero no estaba entre sus posibilidades el levantarse de aquella cama y bajar a buscar agua, por dos razones que le obstaculizaban su propósito: se encontraba atada del brazo a la cama y la puerta estaba cerrada con llave. Aunque, de hecho no estaba del todo segura de que esta se encontrara cerrada, pero conociendo a Derek, por desgracia, aquello era muy probable.Había jalado la cadena varias veces, incluso había sufrido un arranque en el que todos los abusos que había sufrido pasaron frente a sus ojos y las emociones que reprimía le sofocaban y había jalado y jalado la cadena tanto que se había sacado sangre del brazo. En su momento, presa de sentimientos como la rabia y la desesperación, aquella había parecido la mejor de las ideas, pero ahora se arrepentía demasiado, pues sabía que Derek llegaría y posiblemente la castig
Sus ojos eran el mar más siniestro de desesperación e inquietud, aquella mirada posada sobre ella siempre lograba sacarle unos buenos escalofríos. Quiso reír en aquel instante, pero no lo hizo, claro que no lo hizo, aquel sería su más grande error, pero le parecía tan particularmente gracioso como Derek se disculpaba con ella por “haberle sido infiel”, tantas cosas podía decirle al respecto, tantas… pero elegía tragárselas, sabía que era lo más inteligente. No había nada que perdonar, porque a ella no podría importarle menos. No era una relación amorosa en la que había un nosotros… en aquel infierno no había un nosotros, solo había un él… se hacía lo que él quería, cuando él lo quería, como él lo quería… ¿por qué era importante en aquel instante tener
Sabía que más que todo, se trataba de algo de apariencias, sabía que su padre le pedía que fuera a la empresa solo por cuestiones de apariencia, debido a que Derek se había ausentado por largos meses. La única razón por la que lo hacía era por mantener la imagen que las personas tenían sobre su apellido. Mirar a su padre a los ojos le resultaba irritante y lo evocaba a la conversación que había mantenido con él, una que se había transformado en disputa.Recordar la seguridad con la que decía aquel montón de estupideces jalaba el gatillo en la cabeza de Derek, despertando una furia interna que, a pesar de no ser notada desde el exterior, era derramada por sus ojos, voraces como los de un felino. El simple hecho de empezar a recordar lo encolerizaba, tenía deseos de irse, solo iría aquella vez y no volvería, no al menos hasta que aquello que tenía
Desde que había mantenido aquella conversación con Sarah, no había logrado encontrar una pizca de paz, sus pensamientos se habían transformado en sus peores enemigos, lo torturaba y se mofaban de él, de su incapacidad de dar un hijo. Se sentía podrido, muerto, ¿por qué él? Incluso aquellos hombres inútiles que no tenían propósito ninguno en la vida más que restar oxígeno a quienes si merecían vivir, podían dar hijos, incluso ellos, incluso el hombre con las facciones más feas, incluso el menos acomodado económicamente, el más idiota, incluso el más malvado, entonces, ¿por qué él, que era un hombre atractivo, bien posicionado socialmente, con la madurez y los deseos suficientes se traer un bebé al mundo no era capaz de ni siquiera hacer aquello? Aquella pregunta no abandonaría a su cabeza en unos largos dí
Él había llegado enojado de la empresa, la expresión en su rostro lo delataba, sus constantes peticiones de afecto por parte de Adalia también lo hacían, necesitaba sentir sus brazos rodeándolo, sus labios conectándose con los suyos, sentir ambas piel rozándose, aquello lo había calmado por un par de segundos, pero los pensamientos no se rendirían tan fácilmente aquel día. “Eres estéril y jamás podrás darle un hijo”, una y otra, y otra vez se repetía en su cabeza, no era capaz de frenarlos. Ni siquiera los besos de Adalia eran capaz de frenar aquellos pensamientos tan negativos. Si ella no podía frenarlos significaba que era demasiado serio. La besó de maneras repetidas, y ni siquiera de aquella forma logró que su cabeza concibiera silencio, la tocaba y nada, nada podía silenciar aquel ruido interno. Tal vez necesitaba algo más fuerte, que lo golpeara con más fuerza. Ella lo miró con discreción cuando él se puso de pie de manera brusca, como si un pensamiento repenti