Desde que había mantenido aquella conversación con Sarah, no había logrado encontrar una pizca de paz, sus pensamientos se habían transformado en sus peores enemigos, lo torturaba y se mofaban de él, de su incapacidad de dar un hijo. Se sentía podrido, muerto, ¿por qué él? Incluso aquellos hombres inútiles que no tenían propósito ninguno en la vida más que restar oxígeno a quienes si merecían vivir, podían dar hijos, incluso ellos, incluso el hombre con las facciones más feas, incluso el menos acomodado económicamente, el más idiota, incluso el más malvado, entonces, ¿por qué él, que era un hombre atractivo, bien posicionado socialmente, con la madurez y los deseos suficientes se traer un bebé al mundo no era capaz de ni siquiera hacer aquello? Aquella pregunta no abandonaría a su cabeza en unos largos dí
Él había llegado enojado de la empresa, la expresión en su rostro lo delataba, sus constantes peticiones de afecto por parte de Adalia también lo hacían, necesitaba sentir sus brazos rodeándolo, sus labios conectándose con los suyos, sentir ambas piel rozándose, aquello lo había calmado por un par de segundos, pero los pensamientos no se rendirían tan fácilmente aquel día. “Eres estéril y jamás podrás darle un hijo”, una y otra, y otra vez se repetía en su cabeza, no era capaz de frenarlos. Ni siquiera los besos de Adalia eran capaz de frenar aquellos pensamientos tan negativos. Si ella no podía frenarlos significaba que era demasiado serio. La besó de maneras repetidas, y ni siquiera de aquella forma logró que su cabeza concibiera silencio, la tocaba y nada, nada podía silenciar aquel ruido interno. Tal vez necesitaba algo más fuerte, que lo golpeara con más fuerza. Ella lo miró con discreción cuando él se puso de pie de manera brusca, como si un pensamiento repenti
La ventana no estaba por completo cerrada, ella sabía que las personas de afuera no eran capaces de ver lo que sucedía adentro por el cristal polarizado, él podría detener el auto y matarla y nadie lo sabría, tal vez nadie siquiera percibiría el movimiento del carro. Era triste pensar de aquella manera, pero luego de ciertos infiernos, tus pensamientos se convertían en tu peor enemigo, pero más triste que sus pensamientos, era su mirada; veía como las personas andaban por allí y por allá, caminando, mujeres jóvenes, de su edad, caminando libres, riendo, con faldas, con remeras, disfrutando el día a día, mientras el único consuelo con el que ella contaba era con el que la noche cubriera rápidamente con sus garras la luz, para que Derek le introdujese la droga que la dormiría y le liberaría momentáneamente de su infierno. El simple pensamiento rompía su corazón, si era posible que los trozos de este pudieran romperse. Un carraspeo por parte de Derek le arrancó aquellas cavilac
Tenía unas ardientes ganar de violentar a alguien, sus manos palpitaban a causa del deseo de sentir una piel, de clavar sus dedos allí, de romperla, de hacerla sangrar, no era bueno lidiando con la frustración, elegía la violencia sobre cualquier cosa. En aquel instante, tenía tres cosas en mente: el hecho de que era estéril, que no se le iría de la cabeza por días, su misión de buscar alcohol para emborracharse y olvidar de lo que lo atormentaba, y convertir en hechos el rápido plan que se le había plantado en la mente, para así desahogar la furia que sentía hacia sí mismo, pero con otra persona.El plan que había ejecutado era uno que solo se le ocurriría a una mente descabellada, como la de él. Mientras se encontraba en el carro, pensando en caminar hacia la tienda y comprar licor, por el rabillo del ojo había mirado hacia Adalia, pensando en lo pre
El frío soplaba con furor, lo sabía porque una de las ventanas se encontraba ligeramente abierta. Por ahí el viento entraba sin permiso y se golpeaba contra su piel, haciéndola estremecerse muy seguido. No sabía por qué ambos se encontraban en el automóvil, en silencio, sin realizar movimiento alguno, simplemente, no comprendía. A su lado, en el asiento trasero al cual Derek la había movido, se encontraban bolsas de licor, el olor que estas desprendían era horrible, revolvía su estómago, no sabía como alguien podría consumir algo así. Al terminar de realizar las compras, ambos habían salido y se habían instalado en el carro, ella esperaba a que Derek arrancara, pero aquello jamás tuvo lugar.Solo se había quedado observando hacia la salida de la tienda, ella no entendía hacia que punto, o hacia quien, pero le aterraba lo que pudiera estar
Un dolor excesivo lo agitó con ímpetu, jamás había experimentado una sensación como tal. Abrió sus labios con dolor, sus ojos enloquecidos por la furia y una mezcla de tempestuosas emociones recorrieron su abdomen en el que gotas de sangre dilataban su tamaño, provocando que cada vez la sangre que perdiera fuese más.Luego, los ojos de Derek escalaron al sujeto que lo apuñaló, el cual con la mayor brusquedad sacó el cuchillo del abdomen de Derek y lo elevó, con la intención de volverlo a introducir, pero Derek fue más rápido y lo esquivó, arrojándose a sí mismo a una esquina.La mugre del suelo se adhirió a la piel del Wood, el arma se le resbaló de las manos, cayendo a pocos centímetros de él, cuando intentó sostenerla, una fuerte patada lo alejó de su meta. Cuando Derek elevó su mirada, se dio c
Bratt se abalanzó sobre Derek, dirigiendo las manos al cuello del hombre que, a pesar de las heridas con las que contaba, se retorció con brusquedad, la suficiente como para quitarse al sujeto de encima por un par de segundos, pero no la suficiente como para proporcionarle un golpe que pudiese quitarle ventaja, ¿cómo podría Derek quitarle ventaja si era él quien no tenía?Una profunda maldición se escapó de los labios del Wood cuando aquel sujeto se subió encima de él de nuevo, sus manos iban dirigidas a su cuello, Derek sabía sus intenciones y podía casi leerle la mente: iba a matarlo. Quería matarlo, por decirlo mejor, porque Derek era un pez grueso, no se dejaría pescar con tanta facilidad. Había perseguido a aquel hombre pensando que sería la boa que acabaría con aquel rato, pero por su desgracia había resultado siendo la rata, arrojada en e
En ella nacía una profunda mezcla de emociones y sensaciones, también un hilo de pensamientos que iban de un margen a otro por las orillas de su cabeza. No disponía de un reloj para saber cuanto tiempo había pasado, pero estaba segura de que se trataba más del que regularmente transcurriría.Acarició sus propias manos, tragó saliva, sentía una mezcla amarga da miedo y angustia, por otro lado se insultaba en su cabeza, se le presentaba frente a los ojos una oportunidad más para escapar, y la dejaba ir…, no se arriesgaría, no se arriesgaría a que lo que había pasado semanas atrás tuviera lugar de nuevo. No se lo permitiría, prefería la sumisión al sufrimiento… que triste eran sus pensamientos, lo sabía: sabía que de aquella manera no debería de pensar, pero no podía controlarlo, aquello era algo que, de cierta forma, au
No contaba con la suficiente fuerza como para levantarlo de allí, él era del doble de su estatura, delgado, sí, pero pesaba demasiado. Además, no era como que Adalia tuviese demasiadas ganas de ayudarle, el impulso de salir corriendo y abandonarlo en su momento más vulnerable, era tan… tentador, pero lo rechazaba, porque sentía demasiado miedo como para intentar algo, a pesar de que aquello podría darle el mejor de los resultados.—Súbeme —le pidió Derek en un susurro, pero ella apenas consiguió moverlo, ocasionando que él se fastidiara, la insultaría, pero no contaba con la fuerza suficiente para hacerlo—. Olvídalo, abre… la… puerta —le ordenó, entregándole con debilidad unas llaves, Adalia no sabía cual puerta abrir, se encontraba nerviosa y el miedo a equivocarse estaba vivo como persona—. ¡La del conductor