Una mueca de intranquilidad franque&oa
—No puedo creer que el gigantón de tu hermano tenga novia...—ella soltó una débil sonrisa, casi ni se percibió—. Me es imposible verle con novia A Jimmie, jamás...—¡Lo mismo digo! Jamás lo visualicé asó —Chad soltó una carcajada y analizó a la rubia con la mirada—Oye, ¿Qué pasó con tu cabello? Está hecho un estropajo —Adalia tragó saliva ligeramente nerviosa recordando como Derek la había agredido hace ni una hora, había quedado tan enajenada en sus propias cavilaciones que ni siquiera había tomado el tiempo de arreglarse—Anda, te peinaré.Chad se ubicó de pie y una sonrisa se propagó por el rostro de la rubia, una pequeña sonrisa. Él lograba hacer que aquellos recuerdos se dilapidaran con solo hablar.—¿Cómo hacías cuando éramos niños? —un baúl de recuerdos empezó a correr por su mente.—Justamente así —afirmó Chad rebuscando un cepillo entre los cajones de Adal
3 semanas después.Ella observaba su porte, y no podía creer lo bien que aparentaba no ser un monstruo, quien lo viera en una perspectiva ajena jamás especularía que aquel joven empresario entraba a diario a la habitación de una chica a profanar su cuerpo hasta el agotamiento.En estas tres semanas, Adalia había mantenido conversaciones por teléfono con Chad, que eran su único momento de alivio en todo el día, pues en las noches, justamente a las 8 de la noche, el monstruo llegaba a violarla, a amenazarla y a quebrantar cada vez más su alma, sus palabras parecían adherirse cada vez más en el interior de la chica, en sus sueños las recordaba, voces gritándole aquello, las escenas de violaciones se reproducían en su mente, pisoteaban sus entrañas, a veces aparecían como recuerdos silentes, otras veces parecían estruendos en medio de una tempestuosa tormenta.Y
—Su-eltame—fue lo único que lograron formular los labios de la bermeja. Aquella palabra no salió con ningún tipo de ímpetu, tan solo salió, como una petición enclenque.—Soy tu novio, no me pidas que te suelte, mi querida Ada—alegó Derek olfateando el exquisito aroma de la rubia. Hace días le había ordenado de sumamente severa que no usara ningún tipo de colonia o incienso, que su olor natural era encantador, y que, además, para nadie tenía ella que perfumarse, solo para él, y él amaba su olor natural. Para nadie ella tenía que estudiar, por eso había logrado que la chica no fuera aceptada en ninguna universidad privada, solo para él ella podía estar, no necesitaba estudios, él le daría todo lo material, claro, después de extirparle cualquier vestigio de tranquilidad de su ser.—T-u no eres nada mío—la chica empezó a negar insistentemente, estaba tan nerviosa que escasamente podía mantener s
La rubia alisaba a un lado su copiosa melena, sus manos difícilmente podían sostener el cepillo de tan temblorosas que estaban.Veía su reflejo en aquel espejo y no percibía nada de lo que era antes de conocer a Derek, su pelo bermejo estaba opaco, estropeado, ya no podía usar ropa desabrigada, las marcas de Derek estaban grabadas en su piel, cada día más pronunciadas, aunque nadie parecía prestarle atención, para todos tan solo eran alergias, incluso su padre se había persuadido en aquello. Derek lo había convencido, era muy bueno en eso.Ya era frecuente en ella sentir un pavoroso abatimiento cada vez que Derek la profanaba sexualmente, se conseguía decir que la dolencia física ya se había cansado de juguetear con ella, de utilizarle como si esta fuese plastilina, ahora el dolor se había situado a su alma, desperdigando gotas silenciosas, mudas como el propio veneno, matándola
Su vestido estaba roto. Destrozado sin arreglo alguno. Las extremidades arrancadas, hilos dispersos por todos los lados, los detalles desmenuzados en aquel trance de cólera.No sabía que hacer.Era tarde. Derek siempre había sido alguien puntual.Alzó su cuello y observó su reflejo.Estaba destruida, su perfecto maquillaje destruido, arruinada.Tanto por dentro como por fuera.Su tiempo escaseaba, debía de estar lista.Recordaba sus palabras.—Se puntual, Adalia. Así que, no se detuvo a examinar sus acciones.Se ubicó de pie y empezó a colocarse el vestido que Chad le había obsequiado.Hermoso, parecía hecho únicamente a su medida. Cada trozo de tela abrazaba con dulzura el fino cuerpo de la bermeja, justo como Chad la abrazaría si estuvier
La mencionada se empalideció ante aquellas palabras.—¿Q-ue? Y-o no-no estoy enferma, Derek—la chica empezó a negar insistentemente, sentía como si su corazón había manoseado el suelo ante aquella invención—. Y-o me sien-to muy bien, ten-go muchas ener-gías—trató simular una sonrisa que persuadiera a Derek, pero el dolor de aquel aferre al que él la sometía se lo imposibilitaba de todas las maneras posibles.Derek hizo caso omiso ante sus palabras y colgó la llamada, separándose el móvil del oído e introduciéndolo en el bolsillo de su pantalón. Permaneció unos cuantos segundos imperturbable observando a un punto indeterminado.—¿Quién fue? —emergió de los labios del castaño.—¿Q-ué?—¿Quién te dio ese vestido?—Lo- lo tenía guardado desde hac-e un tiempo, tú mis-mo me lo diste, ¿n-o te acuer-das, Der-ek? —mintió
Minutos pasaban y Derek no dejaba de observar a un punto indeterminado, pero en su mente, a pesar de permanecer tan aparentemente templado, maquinaba todas las cosas a las cuales sometería a Adalia. Ella se había atrevido a usar algo que él no le había dado, ella pagaría por ello, ella era suya, todo en ella le pertenecía, se refrendaba una y mil veces Derek en su cabeza.—¿Sabes? —habló el castaño desgarrando en silencio que había empantanado la escena—. Siempre que te hago mía lo hago en tu casa, y hace un rato, mientras observé como usabas el vestido que yo no te había regalado, pensé en que tal vez era hora de que te familiarizaras con mi cama.—¿Qu-é?—Lo que escuchaste.—Derek, por favor,
Adalia avivó con gran ímpetu sus ojos al ver aquel objeto, todo rastro de dolor físico se evaporó y a ella solo la hurgó el horror que empachó su interior.El rostro enfrascado en oscuridad de Derek, sumándole aquella arma potencial que bailoteaba entre sus dedos la llenó de sumo pavor, la asesinaría, la acuchillaría cruelmente con aquella tijera y después desecharía su cadáver inerte como mugre en una fosa subterránea, probablemente la profanaría numerosas veces antes de desecharla, de seguro jamás encontrarían su cadáver, sería engullida por gusanos y su alma nunca encontraría paz, sus pensamientos casi se escuchaban en el mórbido silencio que los envolvía.—¡No! ¡No, por favor! —suplicó encerrada en un miedo turbado—. ¡No me asesines! ¡Derek! ¡Te lo imploro! —el mencionado la silenció de una fuerte bofetada y se