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Muy pocas veces había visto a su hijo tan furioso e indignado como en aquella ocasión, en la que luego de herir a Adalia, había bajado a gritarle a todos los de aquella boda que se largaran de allí, ni siquiera el flash de las cámaras y los murmullos lo habían detenido para que mostrara su verdadero rostro, o una parte de él, porque su verdadero rostro, había sido conocido únicamente por sus víctimas y por Adalia.

Matthew no tenía idea de lo que Derek le había hecho a Adalia, solo sabía que los gritos femeninos se habían prolongado por largos minutos, y que luego Derek había salido y una vez gritado a todos que se fueran al demonio y se largaran de su boda, había roto con su propias manos, casi todas las sillas del establecimiento que había alquilado; sus manos llenas de sangre no lo habían detenido, se hería a sí mismo porque aquella era la única manera de sacar la furia que sentía, una que le quemaba el pecho y lo colocaba al filo de la locura, para la cual no le faltaba demasiado t
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