Holaaaa holaaaa, cariñitos, sé que no subí capítulo en los últimos días, pero estaba indispuesta, aún lo estoy un poco, pero hoy traté de compensarlas jejee. Además les cuento que este será el último mes de esta novela!! pero no se preocupen que ya estoy trabajando en una nueva historia jeje Espero que hayan disfrutado el capítulo, besooooos y gracias por leer.
La semana siguiente se mantuvo en una calma silenciosa que, lejos de darles tranquilidad, hizo que se mantuvieran a la defensiva, esperando el momento en que el golpe llegara. Sin embargo, la semana estaba por terminar y nada había pasado, además no tuvieron tiempo de pensar demasiado en el tema, porque los nuevos inversionistas finalmente habían concretado una cita y justo en esos momentos estaban recibiendolos para hablar del nuevo producto. —Bienvenidos señores Boreli, un gusto— Nathaniel se había puesto en pie y extendió la mano hacia los italianos, padre e hijo, que acababan de entrar guiados por Rebecca. —El gusto es nuestro—Habló el señor Luciano, el más viejo de los dos hombres—Mi hijo, Fabianni Borelli. Nathaniel saludó al hombre que no podía pasar los 35 años y a su vez extendió una mano hacia la chiquilla que estaba a su lado y esta se acercó a ellos con una sonrisa en el rostro atrayendo las miradas de ambos italianos. —Mi prometida y socia de la empresa, Margareth Lew
Cuando Nathaniel llegó hasta donde Maggie se encontraba ya el caos se había desatado, la chiquilla estaba llorando mientras intentaba llegar a una de las empleadas de la guardería, él no estaba entendiendo nada de lo que pasaba pero sentía una opresión en el pecho que le advertía que algo muy malo tuvo que haber pasado. —¡Voy a demandarte! ¡Si algo le pasa a mi hijo, te arruinaré la vida! ¿Entiendes?—, vociferaba Maggie, con una intensidad que hacía temblar el aire. Nathaniel, con el corazón latiendo descontroladamente, y el miedo creciendo sin frenos en su interior, se acercó a ella, con una creciente preocupación. —Nena, ¿qué está pasando?—, preguntó con un nudo en la garganta. Maggie al escucharlo se volvió hacia él, su rostro marcado por el enojo y las lágrimas. Sus labios temblaron antes de que pudiera hablar, y sus palabras hicieron que todo se volviera lúgubre. —Se lo llevaron, Nathe—, murmuró con la voz quebrada. —Se llevaron a Dan". Esas tres palabras consiguieron que
La noche había caído y Maggie tenía los ojos rojos y pesados de tanto llorar, además había estado devolviendo todo lo que comía, así fuera un mísero café lo que hacía que estuviera débil y agotada. Nathaniel por su parte no se había separado del teléfono, ella no sabía exactamente a quienes estaba llamando pero llevaba toda la tarde y lo que llevaba de la noche hablando y moviéndose de un lado a otro, mientras que esperaban alguna razón por parte de la policía, sin embargo hasta el momento no tenían nada y eso solo empeoraba su ansiedad. Justo en ese momento sintió como su estómago se retorció y en menos de un parpadeo se había puesto en pie y corría hacia el baño más cercano para devolver lo poco que le quedaba en el estómago, estaba teniendo una nueva arcada cuando sintió como le sostuvieron el cabello y ella no tenía que girarse para saber de quién se trataba. —Nena, tienes que tratar de descansar, vas a enfermarte. Maggie negó con la cabeza al tiempo que sentía que el corazón s
El apartamento estaba impregnado de tensión. Maggie se encontraba en un estado de agotamiento extremo. El estrés, las horas sin dormir y la incertidumbre la habían dejado pálida y ojerosa. Ya era medianoche, habían pasado más de diez horas desde que Alexis se había llevado a Dan y por más que había intentado llamar al número del abogado no había tenido respuesta, lo cuál solo empeoraba todo su estrés y preocupación. Las náuseas y los mareos eran un recordatorio constante de la pesadilla que vivían, pero era algo que no podía controlar, era su hijo de quien estaban hablando, la personita más especial de su vida y ella no sabía si estaba bien, si había comido, si tenía frío… No sabía nada y eso la estaba matando. Nathaniel, igualmente preocupado, había intentado persuadir para que descansara, pero su negativa era firme. No podía permitirse un solo momento de reposo hasta que tuviera a Daniel de vuelta. —Nena, por favor, hazlo por mí, estás agotada, te prometo que yo voy a estar a tu
Daniel acababa de despertar en una cama que no era la suya. El pequeño no sabía dónde estaba ni porque su mamá no se encontraba con él. Sus ojitos no demoraron en enrojecerse mientras estaban fijos en el hombre que ya había visto tantas veces antes, pero que no era Nate y que tampoco le agradaba demasiado. —Nani, quelo a nani, papi Nate. Alexis al escuchar el nombre del malnacido de Montgomery sintió que la sangre le comenzaba a arder porque al parecer el hijo de puta había conseguido embolsillarse al niño y eso era algo que no pensaba permitir. De hecho, sospechaba que gran parte de la razón por la que Maggie había terminado enredada con ese imbécil era por culpa del niño que estaba enfrente de él, pero eso era algo que estaba decidido a cambiar a partir de ese preciso momento. Así que, esa mañana, cuando Daniel despertó llorando y pidiendo ver a su madre, Alexis decidió dar su próximo paso. El niño, con sus ojitos llorosos y llenos de miedo, no dejaba de sollozar. Él intentó a
George tenía un plan, no demasiado sólido, pero un plan a fin de cuentas. Se había dado cuenta que la fuerza no le sirvió de nada para doblegar a Margareth, algo que debía admitir le había sorprendido, pues ya no era la chica asustadiza de hace unos años. Debía reconocer que cuando Barbara lo contactó por primera vez no le interesó su propuesta, no tenía intención ni motivos para llegar a lastimar a Margareth, mucho menos después de lo que le había hecho, pero en el momento en que le dijo la suma de dinero que le daría, todo cambió. Y es que él necesitaba con urgencia el dinero pues como si la vida hubiese querido jugarle una broma de m****a, hace 6 meses que le diagnosticaron cáncer, por eso cuando le dijeron que tenía una posibilidad de conseguir una gran suma con facilidad, no dudó en aceptar. Sin embargo, las cosas no habían salido como esperaba, nunca pensó que la sumisa y tranquila Margareth iba a responder de la manera en que lo hizo, eso lo llevó a su segundo plan de ataque
El plan de ataque estaba listo. Michael había llamado únicamente a tres de sus hombres de confianza que ahora iban junto a él en un auto mientras que Nathaniel, Maggie y la escoria de George, quién era el que conocía la ubicación, iban en otro. Según lo que este último les había dicho la cabaña se encontraba a una hora de distancia de la ciudad, por lo que estarían llegando aproximadamente al medio día, eso aunque los dejaba a la vista, no iba a impedir que actuaran de inmediato, pues ni él o Maggie estaban dispuestos a esperar un solo minuto más. Maggie y Nathaniel estaban en el auto, siguiendo las indicaciones de George mientras se acercaban cada vez más a la ubicación de la cabaña. La tensión en el vehículo era palpable; nadie hablaba, solo se oían las instrucciones de George. El castaño estaba nervioso, sus manos sudaban mientras agarraba el volante con fuerza. Miró de reojo a Maggie, quien estaba pálida y lucía visiblemente debilitada por la falta de sueño y la mala alimentació
La llamada que le había hecho a Maggie hacía ya algunas horas, había dejado a Alexis con un mal presentimiento, y aunque había intentado sonsacarle al niño qué le había preguntado su madre, este no había soltado una sola palabra. Lo único que había hecho desde entonces era mirarlo con cara de culo y medio comer lo que le había dado mientras preguntaba cada dos malditos minutos si ya venía su madre, hasta que finalmente colmó su paciencia. —¡Joder no se! ¿CÓMO DEMONIOS VOY A SABERLO? Nada más gritar vio como al niño comenzó a temblarle el labio inferior y eso en lugar de conmoverlo solo le generó más fastidio, se suponía que Maggie iba a correr a sus brazos una vez supiera que tenía al niño, que se daría cuenta de su error, pero en su lugar todo le estaba saliendo al revés .—No te atreves a ponerte a llorar ¡Me tienes hasta los huevos con el llanto! Daniel, sin poder contenerlo más, explotó en llanto mientras hacía lo único que podía que era llamar a su madre. —Nani, quelo a nani,