Maggie estaba de piedra, el miedo se había disparado con intensidad dentro de ella y las palabras parecían haberse quedado atascadas en su garganta y los recuerdos de las notas, la caja, el acoso, todo, regresó con fuerza a su mente.—¿T-Tú, qué se supone qué haces aquí? ¡NO PUEDES ESTAR AQUÍ!—El juez te dio la custodia del niño, Margaret, pero no me prohibió verlo y yo cumpliendo con lo estipulado envíe a tu apartamento una carta donde avisaba que quería verlo ese día.Sin palabras, así era como ella se había quedado, al escuchar la palabra carta tuvo ganas de decirle, de gritarle en la cara que esa no era la única carta que había estado enviando, pero antes de que pudiera siquiera abrir la boca, Nathaniel se le adelantó.—No vas a entrar a mi casa.Los ojos de Groove fueron entonces de Maggie hacía Nathaniel y solo entonces la sonrisa petulante que había estado esbozando se desdibujó un poco de sus labios, antes de regresar con mucha más intensidad.—Tú en lugar de estarte metiendo
Cuando estuvieron dentro del apartamento nuevamente, Maggie se dio cuenta que Mindy se había encargado de distraer a Dan para que el pequeño no se diera cuenta de lo que ocurría y tuvo ganas de abrazar a su amiga con fuerza. Sin embargo, tendría que dejar los agradecimientos para otro momento porque detrás de ella iban entrando la abuela, Nathaniel, Michael y Alexis y la conversación que estaban a punto de tener no iba a ser agradable. —Muy bien, tienen dos minutos para explicarme qué demonios está pasando, porque dudo que todo esto se deba únicamente a la visita del intento de hombre ese. Maggie compartió entonces una mirada con Nathaniel y pudo ver la indecisión y la preocupación en los ojos del castaño. El miedo a que aquello que la anciana quería escuchar fuera a terminar afectando su salud. Fue por eso que ella decidió darle una verdad a medias, pues sabía que la mujer no iba a dejarse engañar con facilidad. —Tiene razón abuela, no se trata solo de la visita.—Podía sentir los
La semana siguiente se mantuvo en una calma silenciosa que, lejos de darles tranquilidad, hizo que se mantuvieran a la defensiva, esperando el momento en que el golpe llegara. Sin embargo, la semana estaba por terminar y nada había pasado, además no tuvieron tiempo de pensar demasiado en el tema, porque los nuevos inversionistas finalmente habían concretado una cita y justo en esos momentos estaban recibiendolos para hablar del nuevo producto. —Bienvenidos señores Boreli, un gusto— Nathaniel se había puesto en pie y extendió la mano hacia los italianos, padre e hijo, que acababan de entrar guiados por Rebecca. —El gusto es nuestro—Habló el señor Luciano, el más viejo de los dos hombres—Mi hijo, Fabianni Borelli. Nathaniel saludó al hombre que no podía pasar los 35 años y a su vez extendió una mano hacia la chiquilla que estaba a su lado y esta se acercó a ellos con una sonrisa en el rostro atrayendo las miradas de ambos italianos. —Mi prometida y socia de la empresa, Margareth Lew
Cuando Nathaniel llegó hasta donde Maggie se encontraba ya el caos se había desatado, la chiquilla estaba llorando mientras intentaba llegar a una de las empleadas de la guardería, él no estaba entendiendo nada de lo que pasaba pero sentía una opresión en el pecho que le advertía que algo muy malo tuvo que haber pasado. —¡Voy a demandarte! ¡Si algo le pasa a mi hijo, te arruinaré la vida! ¿Entiendes?—, vociferaba Maggie, con una intensidad que hacía temblar el aire. Nathaniel, con el corazón latiendo descontroladamente, y el miedo creciendo sin frenos en su interior, se acercó a ella, con una creciente preocupación. —Nena, ¿qué está pasando?—, preguntó con un nudo en la garganta. Maggie al escucharlo se volvió hacia él, su rostro marcado por el enojo y las lágrimas. Sus labios temblaron antes de que pudiera hablar, y sus palabras hicieron que todo se volviera lúgubre. —Se lo llevaron, Nathe—, murmuró con la voz quebrada. —Se llevaron a Dan". Esas tres palabras consiguieron que
La noche había caído y Maggie tenía los ojos rojos y pesados de tanto llorar, además había estado devolviendo todo lo que comía, así fuera un mísero café lo que hacía que estuviera débil y agotada. Nathaniel por su parte no se había separado del teléfono, ella no sabía exactamente a quienes estaba llamando pero llevaba toda la tarde y lo que llevaba de la noche hablando y moviéndose de un lado a otro, mientras que esperaban alguna razón por parte de la policía, sin embargo hasta el momento no tenían nada y eso solo empeoraba su ansiedad. Justo en ese momento sintió como su estómago se retorció y en menos de un parpadeo se había puesto en pie y corría hacia el baño más cercano para devolver lo poco que le quedaba en el estómago, estaba teniendo una nueva arcada cuando sintió como le sostuvieron el cabello y ella no tenía que girarse para saber de quién se trataba. —Nena, tienes que tratar de descansar, vas a enfermarte. Maggie negó con la cabeza al tiempo que sentía que el corazón s
El apartamento estaba impregnado de tensión. Maggie se encontraba en un estado de agotamiento extremo. El estrés, las horas sin dormir y la incertidumbre la habían dejado pálida y ojerosa. Ya era medianoche, habían pasado más de diez horas desde que Alexis se había llevado a Dan y por más que había intentado llamar al número del abogado no había tenido respuesta, lo cuál solo empeoraba todo su estrés y preocupación. Las náuseas y los mareos eran un recordatorio constante de la pesadilla que vivían, pero era algo que no podía controlar, era su hijo de quien estaban hablando, la personita más especial de su vida y ella no sabía si estaba bien, si había comido, si tenía frío… No sabía nada y eso la estaba matando. Nathaniel, igualmente preocupado, había intentado persuadir para que descansara, pero su negativa era firme. No podía permitirse un solo momento de reposo hasta que tuviera a Daniel de vuelta. —Nena, por favor, hazlo por mí, estás agotada, te prometo que yo voy a estar a tu
Daniel acababa de despertar en una cama que no era la suya. El pequeño no sabía dónde estaba ni porque su mamá no se encontraba con él. Sus ojitos no demoraron en enrojecerse mientras estaban fijos en el hombre que ya había visto tantas veces antes, pero que no era Nate y que tampoco le agradaba demasiado. —Nani, quelo a nani, papi Nate. Alexis al escuchar el nombre del malnacido de Montgomery sintió que la sangre le comenzaba a arder porque al parecer el hijo de puta había conseguido embolsillarse al niño y eso era algo que no pensaba permitir. De hecho, sospechaba que gran parte de la razón por la que Maggie había terminado enredada con ese imbécil era por culpa del niño que estaba enfrente de él, pero eso era algo que estaba decidido a cambiar a partir de ese preciso momento. Así que, esa mañana, cuando Daniel despertó llorando y pidiendo ver a su madre, Alexis decidió dar su próximo paso. El niño, con sus ojitos llorosos y llenos de miedo, no dejaba de sollozar. Él intentó a
George tenía un plan, no demasiado sólido, pero un plan a fin de cuentas. Se había dado cuenta que la fuerza no le sirvió de nada para doblegar a Margareth, algo que debía admitir le había sorprendido, pues ya no era la chica asustadiza de hace unos años. Debía reconocer que cuando Barbara lo contactó por primera vez no le interesó su propuesta, no tenía intención ni motivos para llegar a lastimar a Margareth, mucho menos después de lo que le había hecho, pero en el momento en que le dijo la suma de dinero que le daría, todo cambió. Y es que él necesitaba con urgencia el dinero pues como si la vida hubiese querido jugarle una broma de m****a, hace 6 meses que le diagnosticaron cáncer, por eso cuando le dijeron que tenía una posibilidad de conseguir una gran suma con facilidad, no dudó en aceptar. Sin embargo, las cosas no habían salido como esperaba, nunca pensó que la sumisa y tranquila Margareth iba a responder de la manera en que lo hizo, eso lo llevó a su segundo plan de ataque