—¡Felicidades, Álex! —el presidente de la empresa lo saludó con fervor—. Hiciste un trabajo espectacular con Paula Ponce. Estamos agradecidos de tu esfuerzo, sé que no te correspondía hacerlo y eso es algo que realmente apreciamos.
—No tiene que agradecerme, fue un placer, señor —dijo mientras sostenía la mano de su jefe.
—Álex, tenemos una oferta para ti, es una oportunidad que no debes dejar pasar —el vicepresidente, quien estaba junto al presidente, espetó con una sonrisa de oreja a oreja.
—Paula Ponce va a expandir una de sus empresas en el extranjero y necesita a alguien como tú que le ayude y asesore. Ella quedó encantada con tu trabajo y nos hizo la oferta, no solo serías un asesor, ella te dará acciones y serás socio de su empresa; también nosotros recibiremos una tajada
Anny estaba en la cocina con su taza de café en manos, cuando él pasó con las maletas.—¿Quieres café? —fue lo único que se le ocurrió decir para retenerlo un poco más. Quería abrazarlo y pedirle que se quedara con ella, pero eso sería muy egoísta de su parte.—Claro —respondió inexpresivo y ella le pasó una taza con el líquido cafeinado. Ambos se miraban en silencio y ninguno se atrevía a mencionar palabras. Los minutos parecían lacónicos, pues ellos querían alargarlos más; tal vez no estaban listo para distanciarse por tanto tiempo y menos sin haber arreglado las cosas entre ellos. Álex miró su reloj y entendió que era hora de irse. Ya se había despedido de su pequeña en la noche, pues no tenía el valor de hacerlo con ella despierta.
Álex salió del baño y se espantó al ver a Paula allí.—¿Qué haces aquí? —reclamó hastiado. Esa mujer lo tenía harto con sus acosos y ya no la podía tolerar más; Anny tenía razón, ella se estaba aprovechando de la situación, pero ya era tarde para echar para atrás, de todas formas, la separación les había hecho bien.—Álex, tengo llaves, ¿recuerdas? —se acercó con descaro y coquetería mientras lo devoraba con la mirada. Ese hombre le gustaba y no se rendiría hasta tenerlo en su cama.—Eso es algo en lo que siempre he estado en descuerdo. No quiero repetirlo más, Paula; no me interesas, entre nosotros no va a pasar lo que quieres que pase, porque yo amo a mi mujer.—Eso no es posible, Álex. Tienen m&aac
Después de tres días de lamento y pensar cómo resolver su situación con Anny, Álex decidió retomar sus asuntos y buscar una academia de gastronomía para empezar sus clases. Mientras revisaba sus mensajes y sus cuentas, se encontró con el último mensaje que su esposa le había enviado y que él no había podido ver. Lo abrió al instante con manos temblorosas y el pecho agitado. Sonrió al leerlo, pues aquello le daba esperanzas, pese lo mal informada que estaba ella acerca de él y Paula.Ya todas las ganancias de su venta estaban en su cuenta y utilizó una parte para la inversión en línea, pues necesitaba dinero para subsistir mientras avanzaba en sus estudios y planeaba su restaurante. Se dio un baño y vistió un pantalón ajustado negro, con una camisa blanca que entonaba sus músculos. Se peinó como
La mañana nublada anunciaba más lluvia, la tensión del momento le apretaba el pecho de forma dolorosa. ¡No quería que lloviera otra vez! Todo estaba húmedo y salir a trabajar sería fastidioso. Pero... ¿Era esa lluvia por venir lo que realmente le fastidiaba? O… sería el torrente de sus adentros lo que la atormentaba. Al parecer, el día reflejaría lo que ella sentía en su pecho.Gotas MelancólicasSe preparó desganada como si no quisiera terminar nunca. Aunque le gustaba su trabajo, no estaba en el ánimo de ir. De repente, su corazón se estremeció, eran sus manos firmes que se habían posado sobre su hombro. Después de varios años de casados, aún se estremecía cuando él la tocaba.&nbs
Sintió como si le cayera un balde de agua fría de repente. ¡Tanto sacrificio para nada! ¡Dos años de ahorros se fueron por la borda! Sabía que no debía prestarle ese dinero al primo de su esposo, pero como siempre, sería juzgada por su familia. Por lo regular, era lo mismo con ese primo vago que acostumbraba a pedir prestado y malgastaba el dinero.—¿Por qué no me habías dicho antes? —interpeló con lágrimas en los ojos.—¿Me estás culpando? —él reclamó. Siempre era así; en vez de buscar soluciones se culpaban uno con el otro. ¿Será esa la razón de su fracaso? Todo empezó muy bien. Compartían y hacían las cosas en equipo los primeros años, pero luego todo cambió. El desánimo, el cansancio, el egoísmo y los malos entendidos acabaron c
Sus manos recorrieron su cuerpo con ternura y un poco de timidez, por lo que ella sentía que el corazón le saldría del pecho en cualquier momento. Los recuerdos de su primera vez con él la invadieron de repente, la misma sensación de timidez y temor recorrían su piel, puesto que tenían mucho tiempo sin acción. El beso se hizo más intenso y las caricias menos tímidas y más atrevidas. El momento era chispeante y delicioso. De repente se oyeron sonidos en la puerta.—¡Mami, ábreme! Tengo miedo —era su pequeña niña, siempre que veía una película de terror tenía pesadillas. Álex saltó de la cama y abrió la puerta, entonces cargó a la pequeña con delicadeza.—¿Otra vez viendo películas de terror? Kathy no entiende que eres muy pequeña para ese tipo de pel&iacut
¿Cómo debería ser el amor? Complicado... simple... sencillo... ¿Debería haber un patrón? ¿Un modelo a seguir? ¿Debería ser tan obvio y predecible? ¿Debería seguir una rutina, un proceso...? ¿Un método? ¿Cómo debería ser el amor? La mañana era brillante y prometedora; un día hermoso para hacer algo fuera de la rutina. Se levantó de buen humor y se duchó cantando. Fue a la cocina a preparar un exquisito desayuno. De repente una personita rodeó sus piernas con sus pequeñ
Todos notaron el cambio en su estado de ánimo. Su rostro emanaba luz y sus ojos brillaban como las estrellas. En ocasiones se le escuchaba tararear en voz baja.—"Definitivamente algo le pasó" —todos murmuraban mirándola como si fuera un alíen. Alan, el compañero de trabajo guapo que siempre la molestaba, la observaba con recelo. Se le acercó con cara de querer descubrir algo.—¡Hey! —gritó en su oído, a esto ella respondió con un grito.—¡Alan, por Dios, me asustaste! ¿Qué no tienes trabajo que hacer que andas con tus niñerías todo el tiempo? —preguntó molesta.Él acercó su cara rara de detective y le apuntó con el dedo. —¡Tú!—¿Acaso te volviste loco? —le golpeó el hombro para que se alejara.