Solo quiero hablar

– En fin –dijo Ivan–, no quiero hablar más de Egan. ¿Qué tal si nos sentamos un rato a beber y platicar? He traído una botella muy buena desde Italia. Que valga la pena todo el trabajo para persuadir al aeropuerto para que no me la quitaran.

Katya sonrió, intentando sacar a Egan de su mente. Parecía estar ese día más presente que nunca, quizás en parte por la noticia del género del bebé o porque era navidad. Si ellos siguieran juntos, hubiese sido su primera navidad juntos. Pero no tenía importancia ahora, y Katya debía mentalizarse eso.

– Podemos ir a mi consultorio, allí las monjas no pondrán decirnos nada si bebemos. –Sugirió Katya, a lo que Sylvana, Argus e Ivan asintieron. Los tres se encaminaron por los desiertos pasillos. La tarde estaba cayendo cada vez más rápido y en unas horas sería la cena de navidad con los niños. Sería increíble, porque con las donaciones de Sylvana y de Ivan, así como con la ayuda que Katya y Argus habían ofrecido esas últimas semanas, el lugar se veía
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