Simples preguntas

– ¿Qué opina, doctora Koslov?, ¿necesito una consulta?

Katya se apartó de un arrebato de su cercanía, pero terminó quedando frente a Egan, acorralada contra la cocina. Sin posibilidades de moverse pues el enorme cuerpo de él la rodeaba por todos lados, a escasos centímetros de chocar pecho contra pecho.

– No –declaró en tono seco Katya, lo que Egan aceptó como que aquel momento entre ellos había finalizado. Él se encogió de hombros y se apartó dos pasos de ella, aunque al final él decidió sentarse en la isla y observala desde allí. Katya pudo aliviarse al verlo alejarse y por un instante dejó de estar tan tensa–. Y te agradecería que no tocaras mis cosas: mi ropa, computadora, teléfono... Ya tenemos un contrato, ya lo firmé, ya estoy viviendo en tu casa. Eso debería ser suficiente para ti.

Egan la miró por unos severos segundos mientras Katya volvía a su labor de cocinar antes de que se quemara el panqueque.

– Me parece correcto, pero honestamente sabes que no puedo darte tantas liber
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