El sol de la mañana seguía brillando suavemente, bañando el jardín del hospital con su cálida luz dorada. Después del primer baile, Hellen y Hadriel se dirigieron juntos hacia la mesa donde les esperaba el pastel de bodas, un hermoso pastel blanco de varios niveles decorado con flores de azúcar que combinaban con el tema floral del día.Hellen sonrió con timidez, mientras tomaba el cuchillo de la mano de Hadriel. Los dos se inclinaron hacia adelante, cortando juntos la primera rebanada. Sus movimientos eran pausados y elegantes, reflejando la solemnidad del momento. Los invitados aplaudieron y algunos incluso dejaron escapar exclamaciones de alegría al ver a la pareja compartir esta tradición.Después de cortar el pastel, Hellen y Hadriel se tomaron un momento para disfrutar de ese primer bocado, alimentándose mutuamente con sonrisas discretas. La dulzura del pastel fue un reflejo perfecto de la dulzura del momento, un instante de tranquilidad en medio de la emoción del día.Luego, la
La noche de bodas de Hellen y Hadriel, aunque marcada por la formalidad y la rigidez de un acuerdo contractual, fue un evento que ninguno de los dos olvidaría, pero no por las razones tradicionales. En lugar de una celebración de amor y pasión, fue una noche envuelta en un aire de distancia y desconexión, un recordatorio constante de que su unión no se había forjado en el fuego del deseo mutuo, sino en la fría lógica de un contrato.Habían llegado al hotel tras una discreta ceremonia, una boda sin la pompa y circunstancia que uno podría esperar. No hubo música resonante, ni pétalos de flores lanzados al aire, ni risas de amigos y familiares. Solo la firma en un documento, las palabras necesarias para sellar un trato, y la leve incomodidad de saberse unidos por algo más que el simple deseo de estar juntos.En la suite del hotel, el ambiente estaba impregnado de una formalidad casi palpable. Los obsequios, dispuestos cuidadosamente sobre una mesa, eran una mezcla de artículos prácticos
El embarazo de Hellen, sin embargo, era solo una parte de la tormenta que se desarrollaba en su mente. Su padre, el hombre que había sido una figura tan dominante y poderosa en su vida, estaba muriendo. El hecho de que estuviera al borde de perderlo llenaba a Hadriel de una tristeza que no sabía cómo expresar. Siempre había habido una distancia entre ellos, una barrera invisible que los mantenía separados, incluso cuando estaban juntos. Y ahora, cuando su padre más lo necesitaba, él estaba aquí, casado con una mujer que apenas conocía, atado a un contrato que le exigía responsabilidades que nunca había anticipado.La vida, como parecía, había tomado un giro inesperado, uno que Hadriel nunca habría podido prever. El matrimonio por contrato, aunque inicialmente parecía una solución lógica y práctica, ahora se sentía como una carga. Pero no era Hellen quien le resultaba una carga, sino la complejidad de la situación en la que ambos se encontraban. ¿Cómo podía hacer que esta relación func
Hellen recibió el desayuno de manos de Hadriel, y en ese gesto, aunque sencillo, encontró un eco de algo más profundo. La manera en que él le había preparado la comida, la forma en que la había servido con precisión y cuidado, la dejó un poco desconcertada. No podía negar que había una calidez inesperada en ese gesto, aunque sabía que no debía leer más allá de lo que realmente era: una cortesía entre esposos, parte del acuerdo que habían establecido. No había amor en esto, se recordaba a sí misma, solo una especie de compañerismo forzado, una obligación mutua.Mientras desayunaba, Hellen no podía dejar de pensar en lo extraña que era su situación. Casada con un hombre al que apenas conocía, un hombre que había tomado la decisión de casarse con ella por razones más pragmáticas que emocionales. Sin embargo, había algo en Hadriel que la atraía, que despertaba en ella una curiosidad y una incomodidad que no podía ignorar. Su presencia la afectaba de maneras que no esperaba, y eso la dejab
Así, luego de su corta de luna de miel, Hellen, su hermana Hellan y Howard se mudaron al elegante apartamento de Hadriel, situado en uno de los distritos más exclusivos de la ciudad. El ambiente era nuevo para ambas, pero la calidez de la bienvenida de Hadriel hizo que se sintieran cómodas rápidamente. Durante esa primera semana de convivencia, la rutina de la nueva familia se centró en los cuidados de Hellen durante su embarazo y en la atención a sus padres, cuya salud seguía siendo una prioridad.Las visitas al médico se convirtieron en un aspecto central de sus días. Hadriel, a pesar de su carácter serio y reservado, no faltó a ninguna cita, mostrándose siempre atento a las necesidades de Hellen y preocupado por el bienestar de los gemelos. Cada consulta le acercaba más a la realidad de que, en poco tiempo, se convertirían en padres, un hecho que seguía siendo tan abrumador como emocionante para ambos.Además de los cuidados prenatales, continuaron con las visitas al hospital para
Después de la llamada, Hadriel se dirigió a su empresa, Sísifo. Allí, fue recibido como una verdadera divinidad. Los empleados lo saludaban con respeto y admiración; su presencia infundía una mezcla de temor y reverencia. Había solicitado una reunión ejecutiva urgente, consciente de que había asuntos pendientes que requerían su atención inmediata.Al entrar en la sala de reuniones, fue recibido por Arthur Walker, su mayor rival, cuyo tono cínico no pasó desapercibido. Arthur siempre había sido una espina en su costado, un adversario que no dudaba en utilizar tácticas desleales para intentar derrocarlo. Detrás de Arthur estaba Dylan Lewis, su más fiel secuaz, un hombre conocido por su falta de escrúpulos.—Pero miren a quien tenemos aquí, su majestad Hadriel. El hijo pródigo por fin vuelve a casa —dijo Arthur con una sonrisa venenosa.Hadriel mantuvo la compostura, su rostro tranquilo y su mirada firme. No era la primera vez que enfrentaba a Arthur, y sabía que el cinismo de su rival e
—A favor —dijo el señor Walker y lo siguieron sus aliados.—A favor —comentó Hadriel, haciendo que sus allegados también votaran de forma positiva—. La decisión ha sido tomada de forma unánime. Felicito al nuevo CEO de la compañía —. Extendió su mano hacia Arthur y luego hacia Dylan, que todavía estaban asimilando la noticia—. Lidera a la empresa hacia el éxito… Gracias por haber venido —comentó, dirigiéndose a los ejecutivos.Hadriel cerró la puerta de su oficina tras él, y el eco de sus pasos resonó en la amplia sala mientras Jareth lo seguía en silencio. La tensión en el aire era palpable, como una niebla densa que se cernía sobre ambos. Hadriel, siempre imperturbable, se dirigió hacia su escritorio y tomó asiento, invitando a Jareth a hacer lo mismo con un leve gesto de la mano.—Confío en ti, Jareth. Serás el único que sepa esto —comenzó Hadriel, su voz tranquila pero cargada de gravedad—. Mi padre tiene cáncer terminal y no le queda mucho tiempo… Apenas unos meses.Jareth, aunqu
Alemania lo esperaba, al igual que Hellen, su esposa por contrato, y con ella, todas las complejidades que la situación conllevaba. Sabía que su regreso no sería solo para retomar sus negocios, sino para enfrentar los desafíos emocionales que este matrimonio de conveniencia había traído a su vida. Jareth, sentado a su lado, respetó el silencio de su jefe, comprendiendo que Hadriel estaba sumido en sus pensamientos.El avión atravesaba las nubes, y Hadriel, por un momento, cerró los ojos, tratando de ordenar el torbellino en su mente. Tenía que mantenerse firme, como siempre lo había hecho. Su vida había sido construida sobre la base de la disciplina, el control y la determinación. Ahora, más que nunca, esas cualidades serían necesarias para enfrentar el futuro incierto que lo aguardaba al otro lado del Atlántico.Cuando Hadriel y Jareth llegaron al aeropuerto de Alemania, una caravana de vehículos ya los esperaba. Había organizado todo con antelación para asegurarse de que su regreso