¿Cómo algo así podía estar sucediendo? Pensó esa noche mientras intentaba por todos los medios quedarse dormido de una buena bendita vez. Es que a ver, se había cuidado, en cada encuentro se había asegurado de usar preservativos, no había momento en el que recordara que no.Put4 mierda. Ladeó la cabeza y la miró, molesto, aunque no con ella, por nada del mundo lo estaría, pues no era su culpa. De los dos, era él quien tomó la responsabilidad de protegerla, de estar protegidos ambos para que una cosa como esa no pasara, pero probablemente ya estaba pasando y ahora no tenía ni la menor idea de qué hacer.Por supuesto que se haría responsable en dado caso, eso ni dudarlo, daría la cara con su familia y se casaría con ella de ser precioso, prometiéndole con hechos una vida maravillosa a su lado, pero… maldición, era tan joven, apenas tenía diecinueve y un increíble futuro por delante, no podía jodérselo así, no cuando tenía tantas metas y sueños por cumplir, además, le faltaban un par de
Soltó una maldición y se mesó el cabello sin saber muy bien qué hacer.¿Qué carajos había sucedido con él? Agh, maldit4 sea, en serio, ¿cómo pudo perderle el rastro así? Eso únicamente le sucedía a un novato… o al imbécil que se había involucrado con la cría que suponía debía cuidar, no foll4r.Llevaba varios minutos conduciendo al destino donde el punto había marcado por última vez cuando una llamada entró. No la iba a contestar, no tenía cabeza para nada ni nadie en ese momento, pero, al darse cuenta de que se trataba de ella, se orilló y contestó de inmediato.— ¿Ara? — su voz sonó más preocupada y ansiosa de lo que se había escuchado jamás.— Hola — en cambio, la de ella, sonaba serena, tranquila, despreocupada — ¿Estabas llamándome?¿En serio le hacía esa pregunta? Por supuesto que estuvo llamándola.— ¿Dónde estás? — le exigió saber. ¿Cómo era posible que se escabullera así, sin más? Joder, ¿es que no sabía lo mucho que se preocupaba por ella? Ahora más, el doble, no, el triple.
Ni bien había tomado el pomo entre sus dedos cuando sus manos grandes y gruesas la tomaron firmemente de la cintura.— ¿Qué está mal contigo? — fue lo que le preguntó al girarla — Estamos hablando.Ella alzó la vista y lo miró con lágrimas agolpadas en sus ojos.— No, si estás molesto, no quiero hablar contigo — dijo, dolida, aunque indiferente a él todo el tiempo. No era justo la forma en como la estaba tratando.— Ara, esto es serio, necesitamos hablar — murmuró, intentando calmarse. Odiaba verla llorar — Es importante que…— No estoy embarazada — musitó ella, apartando la mirada y clavándola en algún punto que no fuese él.— ¿Qué…? — arrugó la frente. No entendía nada.— Me escuchaste, no estoy embarazada, ahora puedes dejar de estar molesto y no tratarme de la forma en la que llevas haciéndolo todo el día.Maldición, tenía razón, se había estado comportando como un idiota con ella y no se sentía orgulloso de ello. Todo el peso de la culpa cayó sobre él como toneladas, desinflándol
Entraba la noche del jueves cuando Pía le mandó un mensaje de texto. Era el cumpleaños de Elio y ella no había respondido a su invitación, así que el muchacho tuvo que acudir a su amiga para que la contactara.Leo la miró de pronto tensarse, acababa de salir del baño después de una ducha.— ¿Todo bien? — le preguntó.Ella alzó la vista, repasando embelesada su torso húmedo y desnudo antes de llegar a sus ojos.— Sí, bueno, Pía me ha mandado un mensaje de texto — musitó, todavía embobada con todo de él.— ¿Pasó algo malo? — quiso saber, ahora secándose el cabello con una toalla.— No, es solo que es el cumpleaños de Elio y me ha invitado.Él asintió, recordando en seguida quien era el dueño de ese nombre.— Vale, ¿quieres que te lleve? — le preguntó sin problema. Toda la semana la había pasado con él y era justo que se fuese a divertir un poco con sus amigos, incluso si uno de esos tenía un ojo puesto sobre ella.Decir que no sentía celos era lo mismo que decir que estaba mintiendo, pe
Ella estaría segura a su lado; siempre. Era lo que se había dicho a sí mismo esa noche y lo cumpliría.El día siguiente despertaron bastante temprano, tenían ese viaje a la casa de campo de su familia y debía pasar primero comprando un regalo para su madre y luego viajar varias horas en auto hasta su destino.— Debería ser fácil escoger un regalo. ¿Qué le gusta? — le preguntó ella después de haber estado recorriendo varias tiendas durante una hora.— No lo sé, lo tiene todo — le comentó él, ya un poco fastidiado.Ella sonrió y entrelazó a su mano a la suya. Desde que salieron del apartamento lo notó un poco tenso; llevaba lo que iba de mañana así.— Es tu madre, no importa lo que sea, ella lo apreciará.Él la miró con una sonrisa y luego negó con la cabeza. De verdad que esa rubia tenía el poder para decir las palabras exactas en el momento justo, así que la tomó de la cintura y le robó un beso antes de arrastrarla a una joyería.Más tarde, ya habían desayunado en la carretera y resta
Las chicas, como siempre, se mostraron feliz de verla y poder hablar con ella, y es que pese a la diferencia de edad que había entre ellas, Ara era un ser de luz que fácilmente agradaba a cualquiera.Leo sonrió satisfecho al verla así, feliz, suelta, tan tranquila y despreocupada; siendo ella sin más, con las mejillas encendidas y parloteando con su particular timidez. Observándola, recargado contra el respaldo de un sofá cercano, comprendió que esa rubia era lo mejor que le había pasado en la vida, que jamás se había sentido tan enamorado de nadie como lo estaba de ella.— No sabía que te gustaban las de su tipo — reconocer la voz fastidiosa de su primo Francesco lo hizo tensarse en su sitio — parece tierna, infantil incluso. ¿Cuántos años tiene? ¿Dieciocho? ¿Diecinueve quizás?El joven guardaespaldas ladeó una sonrisa soberbia y lo miró con expresión cruda.— No voy a caer en tu jueguito — dijo, y con eso se refería a lo que había pasado con ellos en el pasado.Su padre siempre habí
A través de su oscura mirada, recuerdos de hace un año vinieron a su mente; ansiedad y miedo; terror y súplica. Todo aquello arremolinándose en su interior, cortándole repentinamente el aliento.— ¿Q-Qué haces aquí? — preguntó, intentando de cualquier forma no mostrar el increíble horror y asco que le causaba su presencia allí.Renzo sonrió al tiempo que cerraba la puerta detrás de sí y ella retrocedía un par de pasos, angustiada.— Ha sido difícil encontrarte sola — le dijo él — siempre andas con tu perro guardián. Aunque te digo, eso de foll4rte a tu guardaespaldas es un poco… bajo — torció el gesto y chasqueó la lengua.Ella pasó saliva y lo miró con rabia.— Es el guardaespaldas de mi hermano, no mío — le aclaró — además, no es tu problema lo que hago con mi vida.El muchacho soltó una pequeña risita y avanzó el mismo paso que ella se encargó de volver a retroceder.— Veo que no lo sabes.Ara arrugó la frente, no comprendía a que se refería.— ¿Saber qué?— Que tu guardaespaldas,
Realmente se negaba a pensar en lo que había sucedido, en lo tarde que pudo haber llegado, pero ella estaba casi desnuda. Tenía la prenda de arriba rasgada y sus pantaloncitos de pijama apenas y cubrían sus muslos. Marcas manchaban su cuerpo, muchas de ellas, brazos y pómulos; su labio inferior se había llevado la peor parte porque sangraba y su nariz tenía restos de ello.— Ara… — musitó con dolor, impotencia contenida. Tomó la barbilla de ese ser de luz esperando que lo mirara, pero sus pupilas estaban perdidas, casi lejanas — Ara, mi amor, estoy aquí, soy yo, Leo, ¿me escuchas? — suplicó saber, pegándola a su cuerpo que, incluso de una forma delicada, ella se quejó de dolor.Mierd4.Estaba de verdad lastimada.Convirtió las manos en dos puños y apretó los dientes para contenerse de gritar, de… matar. Después negó, ella no lo necesitaba descontrolado en ese momento, así que con cuidado la ayudó a incorporarse y volvió a tomar sus mejillas.— Ara, ¿ese hijo de puta te…? — el pavor qu