Entraba la noche del jueves cuando Pía le mandó un mensaje de texto. Era el cumpleaños de Elio y ella no había respondido a su invitación, así que el muchacho tuvo que acudir a su amiga para que la contactara.Leo la miró de pronto tensarse, acababa de salir del baño después de una ducha.— ¿Todo bien? — le preguntó.Ella alzó la vista, repasando embelesada su torso húmedo y desnudo antes de llegar a sus ojos.— Sí, bueno, Pía me ha mandado un mensaje de texto — musitó, todavía embobada con todo de él.— ¿Pasó algo malo? — quiso saber, ahora secándose el cabello con una toalla.— No, es solo que es el cumpleaños de Elio y me ha invitado.Él asintió, recordando en seguida quien era el dueño de ese nombre.— Vale, ¿quieres que te lleve? — le preguntó sin problema. Toda la semana la había pasado con él y era justo que se fuese a divertir un poco con sus amigos, incluso si uno de esos tenía un ojo puesto sobre ella.Decir que no sentía celos era lo mismo que decir que estaba mintiendo, pe
Ella estaría segura a su lado; siempre. Era lo que se había dicho a sí mismo esa noche y lo cumpliría.El día siguiente despertaron bastante temprano, tenían ese viaje a la casa de campo de su familia y debía pasar primero comprando un regalo para su madre y luego viajar varias horas en auto hasta su destino.— Debería ser fácil escoger un regalo. ¿Qué le gusta? — le preguntó ella después de haber estado recorriendo varias tiendas durante una hora.— No lo sé, lo tiene todo — le comentó él, ya un poco fastidiado.Ella sonrió y entrelazó a su mano a la suya. Desde que salieron del apartamento lo notó un poco tenso; llevaba lo que iba de mañana así.— Es tu madre, no importa lo que sea, ella lo apreciará.Él la miró con una sonrisa y luego negó con la cabeza. De verdad que esa rubia tenía el poder para decir las palabras exactas en el momento justo, así que la tomó de la cintura y le robó un beso antes de arrastrarla a una joyería.Más tarde, ya habían desayunado en la carretera y resta
Las chicas, como siempre, se mostraron feliz de verla y poder hablar con ella, y es que pese a la diferencia de edad que había entre ellas, Ara era un ser de luz que fácilmente agradaba a cualquiera.Leo sonrió satisfecho al verla así, feliz, suelta, tan tranquila y despreocupada; siendo ella sin más, con las mejillas encendidas y parloteando con su particular timidez. Observándola, recargado contra el respaldo de un sofá cercano, comprendió que esa rubia era lo mejor que le había pasado en la vida, que jamás se había sentido tan enamorado de nadie como lo estaba de ella.— No sabía que te gustaban las de su tipo — reconocer la voz fastidiosa de su primo Francesco lo hizo tensarse en su sitio — parece tierna, infantil incluso. ¿Cuántos años tiene? ¿Dieciocho? ¿Diecinueve quizás?El joven guardaespaldas ladeó una sonrisa soberbia y lo miró con expresión cruda.— No voy a caer en tu jueguito — dijo, y con eso se refería a lo que había pasado con ellos en el pasado.Su padre siempre habí
A través de su oscura mirada, recuerdos de hace un año vinieron a su mente; ansiedad y miedo; terror y súplica. Todo aquello arremolinándose en su interior, cortándole repentinamente el aliento.— ¿Q-Qué haces aquí? — preguntó, intentando de cualquier forma no mostrar el increíble horror y asco que le causaba su presencia allí.Renzo sonrió al tiempo que cerraba la puerta detrás de sí y ella retrocedía un par de pasos, angustiada.— Ha sido difícil encontrarte sola — le dijo él — siempre andas con tu perro guardián. Aunque te digo, eso de foll4rte a tu guardaespaldas es un poco… bajo — torció el gesto y chasqueó la lengua.Ella pasó saliva y lo miró con rabia.— Es el guardaespaldas de mi hermano, no mío — le aclaró — además, no es tu problema lo que hago con mi vida.El muchacho soltó una pequeña risita y avanzó el mismo paso que ella se encargó de volver a retroceder.— Veo que no lo sabes.Ara arrugó la frente, no comprendía a que se refería.— ¿Saber qué?— Que tu guardaespaldas,
Realmente se negaba a pensar en lo que había sucedido, en lo tarde que pudo haber llegado, pero ella estaba casi desnuda. Tenía la prenda de arriba rasgada y sus pantaloncitos de pijama apenas y cubrían sus muslos. Marcas manchaban su cuerpo, muchas de ellas, brazos y pómulos; su labio inferior se había llevado la peor parte porque sangraba y su nariz tenía restos de ello.— Ara… — musitó con dolor, impotencia contenida. Tomó la barbilla de ese ser de luz esperando que lo mirara, pero sus pupilas estaban perdidas, casi lejanas — Ara, mi amor, estoy aquí, soy yo, Leo, ¿me escuchas? — suplicó saber, pegándola a su cuerpo que, incluso de una forma delicada, ella se quejó de dolor.Mierd4.Estaba de verdad lastimada.Convirtió las manos en dos puños y apretó los dientes para contenerse de gritar, de… matar. Después negó, ella no lo necesitaba descontrolado en ese momento, así que con cuidado la ayudó a incorporarse y volvió a tomar sus mejillas.— Ara, ¿ese hijo de puta te…? — el pavor qu
— Ara, yo… — intentó explicarse. Su interior había comenzado a bullir para ese instante — escucha.— Solo respóndeme, Leo. ¿Es verdad? — preguntó, tímida. Una parte de ella no quería saber la respuesta, se negaba — ¿Lo que dijo Renzo es cierto?Él ni siquiera la miró a los ojos, tan solo bajó la cabeza y asintió. Ella ahogó un asombro y se limpió una lágrima que comenzó segundos antes a rodar por su mejilla.— ¿Y… todo esto? — murmuró, su corazón estaba desquebrajándose de a poco — Me refiero, tú y yo... ¿hubo algo de real en esto?El muchacho arrugó la frente y alzó la vista, agobiado.— Por supuesto que fue real — explicó, eso ni que lo dudara.— La primera vez que nos vimos, ¿tú me estás vigilando? — quiso saber, siempre creyó que aquel encuentro no había sido una casualidad; sin embargo, no prestó atención porque se dejó inflar del sentimiento que poco a poco aumentaba.— Estaba cuidándote — aclaró y ella torció una sonrisa triste.— ¿Qué más era parte de tú… cuidado? — ironizó co
Una semana después…Observaba la ciudad desde la ventana de su habitación cuando escuchó la puerta.— ¿Puedo? — Era Emilio.No la había dejado sola ni un instante desde lo ocurrido, salvo para agilizar todo el asunto con los abogados por ella. Declararía la mañana del día siguiente y entonces, con todas las pruebas recaudadas en contra de Renzo, pagaría las consecuencias por lo que le había hecho a su hermana pequeña.La jovencita asintió, intentando incorporarse.— No, siéntate — le pidió su hermano, acercándose — recuerda que debes guardar reposo hasta qué… — un pequeño silencio se hizo entre ambos.— ¿Cuándo debo presentarme? — preguntó ella. Quería que todo acabase cuanto antes.— Mañana — le informó, tomando su mano entre la suya.Ella pasó un trago y asintió.— De acuerdo, estoy lista.— Cariño…— Emilio, estoy bien, lo prometo, puedo hacerlo — esa conversación la habían tenido días atrás. Por nada del mundo él quería que ella se enfrentase cara a cara con ese animal.Sonrió.—
— Gracias — musitó al taxista que hace pocos segundos la había dejado en el pórtico de su edificio y después tomó una respiración profunda.No tenía tiempo que perder. Lo amaba y necesitaba desesperadamente que él lo supiera, que los errores no importaban, que sus días, sin él, habían pasado de ser un cielo con nubes blancas a uno encapotado de gris.Subió las escaleras con prisas, el ascensor sabía que demoraba y no se detuvo hasta que llegó a su puerta. Tocó un par de veces con ansias, nerviosa. Esperó un par de segundos y volvió a insistir.Pasos aproximándose hicieron que su corazón brincara frenético, poco después, escuchó el seguro de la puerta.Una mujer de edad media se asomó y la miró con intriga.— ¿Sí?Sin comprender de quien se trataba, pasó un trago.— Hola — musitó con timidez, intentando mirar a través del hombro de la mujer — ¿Está Leo?Varios segundos de silencio se hicieron, lo que no hubiese tenido mayor importancia si ella de verdad no estuviese tan desesperadament