— ¿Qué haces?— Estás enfermo, te llevaré a la cama — le dijo ella, preocupada, rodeando su torso firme mientras lo guiaba por las escaleras.— No quiero ir a la cama, además, soy yo quien debe cuidar de ti, lo que acabas de pasar…— Yo estoy bien — le aseguró con una dulce sonrisa— déjame que sea yo quien hoy cuide de ti.— ¿Tengo opciones? — preguntó, de verdad que estaba comenzando a sentirse muy mal.— No, ninguna, ahora vamos a la cama.— ¿Te meterás allí conmigo al menos? — deseó saber, divertido. La muchacha lo miró ruborizada y negó con la cabeza en reprobación — El paciente siempre tiene la razón y la última palabra, ¿sabías eso?— Ese es el cliente… Emilio — suspiró, sonriendo tímida.— Como sea, la cama se sentirá vacía sin ti y necesito abrazarte para recargar fuerzas.— Yo no soy una fuente de energía.— La mía sí, brujita… la mía si — le besó la sien mientras la rodeaba con sus brazos y acariciaba ese pequeño trasero que muy bien encajaba en las palmas de sus manos. Lo a
Después de esa fiebre que lo mantuvo en cama por casi una semana entera, hacerle el amor a su mujer y tomar una ducha fría supo que le sentaría muy bien, así que cuando la tuvo desnuda y dispuesta como quería, entrelazó su mano a la suya y la llevó a la ducha para llenarla de besos y mimos; se lo merecía, había sido un paciente bastante caprichoso ese último par de días.Comenzó con un reguero de besos en su cuello que despertó esa increíble sexualidad que emanaba de cada uno de sus poros, mientras bajaba de a poco, ella gemía en aprobación y le daba acceso a todo su ser; quería — necesitaba — sentirse tomaba por ese hombre que día a día la mantenía ilusionada, enamorada.— Estoy tan necesitado de ti — le susurró él, erizándola como solía hacerlo cuando le hablaba con ese tono tan masculino, seductor — dime que de verdad estás lista y continuaré, de lo contrario…— Estoy lista, por favor, muy lista — casi suplicó que siguiera con esa voz de hada que a él lo enloquecía y echó la cabeza
Ya se había duchado y cambiado de ropa cuando su mujer despertó y lo miró desde la cama que ahora compartían juntos con ojitos adormilados.— Buenos días — musitó, sonriendo tierna, desperezándose de a poco.— Buenos días — contestó él mientras caminaba directo hasta ella y besaba su frente — ¿cómo dormiste?— Muy bien, ¿a dónde vas? — deseó saber, olía a gel de ducha y esa barba que había crecido el último par de días estaba perfectamente rebajada; haciéndolo lucir unos años más joven. Dios, no podía creer que ese hombre guapísimo fuese suyo en toda la extensión de la palabra.— Los investigadores quieren verme, tienen noticias — informó, acariciando su cabello de forma tierna y robándole un casto beso de los labios que ella recibió más que contenta con los ojos cerrados — me encontraré con ellos en la oficina.— ¿Puedo ir? — preguntó y él respondió sí, casi de inmediato.Se alistó en seguida y se encontraron en el vestíbulo, donde él la recibió con uno de esos deliciosos besos que a
— ¿Qué haces? — preguntó ella, acababan de tomar juntos una ducha caliente después de la cena — ¿A dónde vas?Emilio terminó de colocarse el pantalón y se acercó hasta ella, acunó su barbilla y le dio un beso antes de sentarse en el borde y atraerla sobre sus piernas.— Tengo que salir — le dijo sin más, sabía que no debería ocultarle nada, pero ella estaba bastante próxima al parto y de verdad que la quería estable y sin complicaciones.— ¿Salir? Pero… ¿A dónde? — oteó el reloj en la veladora y luego volvió a mirarlo; eran pasadas las nueve.— Debo ir a un lugar, con una gente, regresaré antes de la media noche, ¿de acuerdo?Grecia negó, algo estaba pasando y no le gustaba para nada.— Emilio, dime la verdad, por favor, lo merezco.— Lo mereces todo, de eso no hay duda — apartó un mechón de cabello de su cuello y allí deposito un beso, luego otro y alguno más en la curva de su hombro, bajando de a poco, erizándola de cuerpo entero.— Sé lo que estás intentando hacer — musitó, débil,
Emilio se quitó la corbata y la arrojó a un lado tan pronto las puertas del ascensor se abrieron. Su semblante para ese momento estaba más que descompuesto y tenía el corazón desbocado, hasta que miró a su mujer sentada en las escaleras y sintió que el alma le regresaba al cuerpo.— ¡¿Qué ha pasado?! — preguntó a sus hombres, enérgico. Grecia se incorporó y corrió hasta él con una angustia terrible en el pecho — ¡¿Estás bien?! Dímelo — suplicó saber, desesperado.La muchacha asintió repetidas veces pero él no se conformó, se alejó un par de centímetros para así poder examinarla y la volvió a abrazar, besando una y otra vez su cabello castaño.— Dios mío, estás aquí, tuve tanto miedo — sollozó, aferrada como nunca a él, no quería soltarlo jamás.— Estoy aquí, mi amor, estoy aquí — intentó decir con ese terrible nudo que se había instalado en su garganta cuando recibió la llamada, y es que de solo imaginar que podía perderla se sintió enloquecido, capaz de acabar con todo por sus propio
Esperó encontrarla dormida cuando regresó a la habitación, lo que no fue así, ella estaba más que despierta y se irguió tan pronto lo vio.— ¿Por qué no duermes? — le preguntó con la toalla todavía enroscada a su cintura, un tanto serio.— No puedo dormir sabiendo que estás así — musitó, observándolo con gesto afligido.Emilio se terminó de colocar una camisa en frente de la cómoda y regresó a la cama con ella.— Escúchame — tomó su mano y la besó — tú y yo estamos bien, como pareja, como futuros padres, pero… — hizo una pausa y negó con la cabeza, de verdad que se sentía superado con ese día.— Pero… ¿qué? — insistió ella, tímida, acercándose más y descansando su cabeza contra su pecho, allí quería estar siempre, solo suplicaba porque él siguiera permitiéndoselo.— Cuando se trata de ti, de nuestra hija, de su seguridad, me siento asustado, ¿lo entiendes? Me siento como si no las mereciera y en algún momento fuese a perderlas — aquella confesión terminó por quebrarlo, ella lo escuchó
La mañana siguiente él despertó primero; como siempre, se alistó rápido y tuvo una reunión con Leonardo y el resto de sus hombres en la biblioteca, allí estuvieron por más de una hora y pudo comprobar que realmente la mujer que intentó persuadir al conserje — quien estaba ahora estable — para poder entrar al edificio era ella… era Victoria.— Señor, creo que es importante que esta información se la haga llegar al alcalde y a su gente — le dijo el joven guardaespaldas — ahora que tenemos un rostro, ellos sabrán por donde comenzar a buscarles.Emilio asintió, se pellizcó el entrecejo y asintió; no había podido pegar un ojo en toda la noche, si acaso un par de cabezazos y nada más.Su mujer lo había tenido en vela toda la noche, y si bien no se quejaba, los dos debían descansar y la propuesta que le hizo su jefe de seguridad esa misma mañana la contempló como buena posibilidad para estar lejos del edificio y dar también prioridad a la seguridad de ambos.Grecia despertó gracias a un tími
El equipo de seguridad entró primero, así que mientras se aseguraban de que todo estuviese completamente despejado y limpio, la parejita de enamorados esperaba entre beso y beso en el lobby privado que quedaba contiguo a la habitación.Más tarde, ya estaban instalados y con todo lo necesario para pasar un par de días en la suite, o al menos hasta que las cosas allí fuera se calmaran y fuese seguro volver a casa.— Me gusta, es lindo — dijo ella, admirando cada detalle y espacio de aquella enorme habitación.Emilio sonrió y la estrechó entre sus brazos para besarla, no se cansaba ni siquiera un poco de su sabor ni de la forma tan tímida y pasional que ella siempre lo recibía.Para el almuerzo pidieron servicio a la habitación. Leonardo se aseguró todo el tiempo de no dejar ingresar a nadie y proporcionarle él mismo todo lo que necesitaran, incluso cosas que estaban fuera de su jurisdicción pero que por supuesto hacía sin ningún problema.La cena no fue muy diferente, la pareja engullo