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10. Como perro enrabietado

Emilio no logró conciliar el sueño esa noche, ¿y cómo carajos podría si la sabía a un par de habitaciones lejos de la suya? Ya no sabía que pensar o sentir al respecto, pero la urgente necesidad de estar cerca de ella a cada momento, cobraba más intensidad.

Saltó fuera de la cama como un resorte, se dio una ducha rápida e hizo una única llamada a Olivia; su secretaria, ella sabría qué hacer con lo encomendado y el silencio que debía guardar referente al tema tan delicado que le comentó.

La joven rubia, asombrada, pero en marcha, comenzó a moverse.

Grecia despertó cuando el alba comenzaba a pintar de naranja el balcón; había tenido un sueño tan reparador y placentero que de verdad consideró la idea de quedarse en la cama un poco más de tiempo, aunque no acostumbraba, pues le gustaba madrugar.

Sacó los pies fuera de la cama y los calzó con aquellas pantuflas que encontró en el baño la noche anterior. Abrió las puertas del balcón, en seguida, la brisa fresca la envolvió, olía a tierra hú
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