El dolor sigue expandiéndose por mi ser mientras que mi realidad sigue tiñéndose de tonos oscuros que me nublan la visón y cortan mi respiración. Con una gran tristeza y con la vergüenza circundando mi rostro vuelvo a ver tras mi espalda los límites de las tierras de los aquelarres, allí donde nací y crecí, donde lo di todo y de igual manera lo perdí todo. Una lagrima pequeña, delgada y colmada de sentimientos recorre con dolor mi pálido rostro hasta que un empujón de uno de los guerreros del reino de los hombres lobo me hace ver hacia adelante, hacia mi próximo presente, ese que me aguarda con sorpresas y desafíos que pondrán a prueba mi valor y mi esencia. Sin poner mucha resistencia camino al ritmo acelerado de los soldados quienes ni siquiera se atreven a verme, pues mis ropas son llamadas inapropiadas en la alta sociedad de Frunbor, usar ropas ligeras y delgadas no es bien visto, lo adecuado es usar esponjosos vestidos con bordados sutiles y delicados. Así que pronto tendré que llevar apretados corceles y tener que peinarme con glamurosos peinados, pronto todo lo que para mí es normal será solo un anhelo entre un mundo de estrictas conductas que disciernen de mi actuar salvaje y libre, porque así somos las brujas, seres salvajes que nos importa poco las normas de conducta y las etiquetas a la hora de vestir pero ya no pertenezco a ese mundo, ahora estaré bajo el mando total y absoluto del rey alfa. Un sentimiento de asco y repulsión se expande en mi ser mezclándose con el dolor al imaginar lo que va a ser mi vida de ahora en adelante y es ahí donde un solo rostro se alza en mis pensamientos recordándome que no puedo oponerme, debo cumplir con mi destino para cuidar de lo poco que me queda.
De un momento a otro los guardias se detienen haciendo que mis ojos verdosos se alcen y admiren la grandeza del gran Castillo Lunar, el lugar de residencia del rey alfa. Mis ojos ven como aquel lugar desborda en lujo y elegancia, las altas torres no hacen más que estilizar mucho más la gran belleza del castillo que cuenta con grandes ventanales y con toda una muralla de roca y acero que hace que cualquiera recuerde que allí habita un rey, uno fuerte y bestial. Otro empujón hace que mi sangre se caliente un poco gracias al malestar que me produce que me traten como un animal, pero nuevamente recuerdo el por qué estoy acá y simplemente bajo la cabeza frustrada y dolida, es lo único que puedo hacer. La caminata continua rodeando el castillo hasta que llegamos al ala sur, allí entramos por un gran portón decorado con hermosas colgaderas floreadas, ante mis ojos se encuentra un gran salón vacío y luego unas hermosas escaleras de madera en forma de caracol; los guerreros me hacen subir por ellas hasta llegar a un hermosos salón decorado con ostentosos muebles y esplendidas flores de todos los tamaños y colores, allí sentada en una silla esculpida en oro puro, una señora enfundada en un lujoso vestido de color carmesí que resalta sus pechos y su suave piel, me observa tratando de atemorizarme mientras me analiza con el ceño fruncido, como si lo que viera no tuviese ningún sentido, como si mi existencia sea tan insignificante que el mirarme fuese una pérdida de tiempo.
— Gran reina madre, aquí está la joven entregada por el aquelarre central. — uno de los guerreros habla mientras mantiene una inclinación bastante profunda, en ningún momento los guerreros se permiten ver más allá de los pies de la misma, por el contrario, mi rostro se mantiene impasible con el mentón alto y la mirada neutra ya que no es bueno dejar que otros seres vean la miseria de mi alma. — La muchacha no hizo ninguna objeción y se mostró calmada.
— Retírense y avísenle a la señorita Bolgoña que la bruja ha llegado. — los guerreros se voltean sin perder la inclinación de sus cuerpos y luego se enderezan para desaparecer por las escaleras, la señora vuelve su vista al bordado que hay en sus manos y con suavidad sigue cosiendo la hermosa tela color blanca que sostiene entre sus manos. De repente unos pasos pesados y rápidos se escuchan por la escalera, al llegar hasta arriba se detienen y siento como un pequeño respingo sale de quien se encuentra detrás de mí.
— Mi señora — una mujer regordeta y con mirada audaz me adelanta y saluda a la señora al frente nuestro con una pequeña reverencia. — yo me hago cargo de ella, pierda usted cuidado, la educaré bien.
La señora ni siquiera alza la mirada ni da una contestación, pero sé que a ese tipo de actitudes debo acostumbrarme, los nobles no son conocidos por ser seres cariñosos ni condescendientes, por el contrario, su arrogancia y su soberanía son su escudo y carta de presentación. La sirvienta me mira con enfado y me toma del brazo fuertemente sacándome de aquel salón para bajar con velocidad las escaleras, después me conduce por el vacío salón hasta llegar a otras escaleras de mármol fino que llevan a un pasillo largo con varias puertas, al fin la sirvienta se detiene frente a una puerta alejada de las demás, allí me arrincona con soberbia mientras sus ojos cafés parecieran arder de rabia pura.
— Escúchame bien, bruja. Aquí existen normas que debes cumplir, la primera y más importante es que entiendas que no eres nadie y por lo tanto no puedes mantener ese porte de arrogancia y desafío, eres una simple concubina, debes actuar como una mujer culta y educada que conoce su lugar en la pirámide social. — con brusquedad me empuja hacia la puerta. — Entra ahí, traeré a la doctora para que te examine antes de que lleguen las demás, más tarde me encargaré de enseñarte a ser una señorita digna, aunque no sé qué esperar de ti, al fin de cuentas, eres una salvaje oscura.
Sin más se va dejándome con el corazón latente en coraje puro, cuanto quisiera poder romper mi palabra y demostrar quién soy en realidad, mostrarles porque deberían temerme, pero hacerlo significaría perder el ultimo rayito de amor y de luz que queda en mi vida porque, sinceramente, no sé si pueda aguantar otra perdida, no sé si quiera si puedo vivir con este dolor que quiere consumirme por completo. Con los puños apretados y tomando una profunda inhalación abro la puerta encontrándome un gran dormitorio con delgadas y delicadas camas vestidas con telas finas y delicadas, hay al menos unas veinte camas distribuidas en hileras iguales desde la entrada hasta el comienzo de un modesto balcón que, por lo que alcanzo a ver, deja ver un jardín. Cada cama tiene una mesa pequeña a su lado donde residen hermosos jarrones con flores que le dan vida a este lugar, al lado de la puerta de la entrada se encuentra un espejo largo, allí me detengo y me observo, detallo mi rostro con rasgos afilados que me dan un toque estilizado pero al mismo tiempo autoritario, mis ojos verdes lucen apagados, más de lo normal, bajo ellos hay grandes ojeras que hablan de mi estado de ánimo estos últimos nefastos días. Desciendo más mi mirada y detallo mi cuerpo cubierto por una camisa negra de mangas largas y sueltas, mis piernas son tapadas por una falda ligera color café que llega hasta el suelo y se arrastra por él; aunque mis ropas me cubren la mayor parte del cuerpo no quiere decir que no se entrevean algunos de mis tatuajes, esos que hablan de mi pasado y de mi vida, que guardan historias y enseñanzas, esos que me recuerdan quien soy y que atraen la protección de la naturaleza hacia mí, hacia su sierva.
Al trascurrir no más de unos cuantos minutos escucho unos pares de pies antes de que la puerta de la habitación se abran dejando ver a la sirvienta regordeta siendo seguida por una mujer modesta que camina con un pequeño bolso en sus manos, sus ojos cafés no transmiten más que seriedad.
— Alexandra, ella es la concubina de nuevo ingreso, revisa que venga libre de cualquier enfermedad y que sus condiciones sean aptas para permanecer en este lugar. — Sin decir más, la prepotente sirvienta se va de la habitación dejándome sola con la doctora que procede a dejar su bolso en una de las camas y caminar hacia mí.
— Siéntese en una de las camas.
Siguiendo su orden lo hago mientras la sigo atentamente con mis ojos tratando de prveeer sus movimientos, cosa que me resulta imposible gracias a que no demuestra mucho y realmente no sé qué es lo que va a hacer. Con lentitud se hace a mi espalda subiéndose en la cama y con cuidado empieza a revolver mi cabello negro y rizado que cae como una cascada briosa por mi espalda, se toma un buen tiempo mientras con sus manos se van paseando por mi cabeza; en primera instancia no comprendo que hace, cual es el objetivo de esto pero, de repente, una idea de lo que puede ser me ataca haciendo que empuñe mis manos con indignación pues lo que está haciendo no es más que buscar cualquier tipo de insectos que pueda resguardar, con dolor y rabia bajo mi vista ante este trato tan descortés que me hace sentir como una animal que es preparado para convivir con su amo. Al no encontrar nada en mi cabello se levanta para pararse frente de mí
AntoniaEsto no puede ser más denigrante, me siento como si no fuese más que un simple objeto dispuesto a ser usado a preferencia de un único ser, siento que mi dignidad está completamente en el piso mientras mi alma poco a poco se va marchitando dentro de mí. Al terminar el dichoso baño la tan amable señora Bolgoña me llevo de rastras a su habitación, con mirada estricta me hizo quitarme la toalla que cubría mi desnudes y juzgo todo mi cuerpo, hablo de lo sucio que lucía gracias a mis tatuajes, critico el modesto tamaño de mis pechos, el grosor y la dureza de los muslos de mis piernas, hablo de la simpleza de mi rostro y de las horribles uñas de mis manos. Después de ese momento donde tuve que bajar la cabeza para tragarme todo mi carácter que exigía salir cuan libre bestia a destrozar sin piedad a esta horrible mujer, procedió a buscar entre sus co
— Sí, gran ex reina. Ella es la bruja que recién llego al harén. — la voz de Bolgoña suena tras mi espalda pero no volteo, realmente no tengo ganas de ver los rostros a quienes ahora les pertenece mi existir.— No es la gran cosa. — exclama borde la voz de la primera señora que me recibió, quien supongo es la madre de rey alfa y la actual reina ya que su hijo no se ha casado.— Verónica, no digas eso. — nuevamente habla aquella nueva voz que no se reconocer. — Ven aquí cielo, déjame ver tu rostro.Tomando un gran suspiro me volteo viendo tras de mí una señora ya de edad pero bien conservada. Sus canas hablan de su gran paso por esta vida mientras que sus ojos hablan de su sabiduría y poder, el vestido negro que lleva es totalmente cerrado no dejando ver nada más que su rostro y sus manos, esas que se posan en mi rostro haci&e
La fiesta termino sin contratiempos, el gran rey alfa la despidió eligiendo a una de sus favoritas para pasar una noche de pasión con él, después de ello, nosotras, las simples concubinas volvimos a aquella habitación donde de ahora en adelante dormiré. Durante todo el trayecto hasta aquí sentí la gran decepción de la mayoría de las concubinas, sus rostros lucen decaídos mientras una energía densa las recubre dándoles un toque de tristeza y decepción, por lo visto, todas añoraban ser elegidas para entregarse en una acalorada noche al prepotente rey alfa quien ni siquiera es capaz de valorar el esfuerzo de estas mujeres por tratar de llamar su atención, es más, ni siquiera se dignó en algún momento a verlas directamente a los ojos, simplemente actuó como si no existiesen. Con lentitud cada una de ellas se acerca a su respectiva cama para tomar su camisón de dormir, por mi parte, sintiéndome perdida, me mantengo unos segundos parada en la entrada sin saber qué hacer. De pronto
No tengo un por qué, no tengo una razón lógica del por qué siento tan tranquilidad cuando estoy con la ex reina, quizás haya sido su discurso o la forma en que sus ojos verdosos me transmiten un sentimiento que no se reconocer pero que al mismo tiempo me gusta y me genera curiosidad. Realmente siento una especie de tranquilidad cuando estoy cerca de su vibrante energía y de su aura que destila sabiduría y bienestar, es curioso, todo en ella lo es lo que me parece cautivante y atrayente. Desde la mañana me trajo a su habitación privada que goza de gran tamaño y de exuberantes lujos que relucen en cada milímetro hablando del poderío y de la nobleza de la misteriosa ex reina. En su gran cama adornada por las mejores telas de este mundo se encuentran mucho hermosos y extravagantes vestidos que están siendo ajustados según mis medidas por un par de modistas. Mientras tanto, la ex reina me habla de modales y de etiqueta, de como una mujer debe comportarse ante diferentes escenario
— Alteza. — con un leve susurro lo saludo mientras hago una reverencia. — Lo que pasa es qu… — la ex reina con una enorme sonrisa amable y alegre interrumpe a la reina quien ya tenía intenciones de quejarse frente a su hijo. —Que tu madre y yo discernimos en un tema, pero ven, toma asiento e ilumínanos con tu gran sabiduría. — La gran ex reina toma asiento en la mesa siendo seguida por su nieto, el otro hombre y por ultimo por la reina. Por mi parte me mantengo de pie a un lado de la mesa sin saber qué hacer, no quiero llamar la atención así que esperare a que empiecen a hablar para luego retirarme. — Toma asiento, Antonia. — Noto como el rostro de la reina luce indignado pero por algún motivo se contiene. — Disculpe, gran ex reina, pero creo que no sea lo debido. — mi voz sale neutra mientras le mantengo la mirada fija a la ex reina para que entienda que yo no quiero meterme en sus guerras. — Deberías cumplir el pedido de la gran ex reina, sería bast
ArgusLa noche cae con gran resplandor dejando un cielo estrellado alumbrado con suma belleza por una orgullosa luna que busca opacar a las estrellas, quienes altivas buscan recordarnos con sarna, que nos somas más que simples seres en un mundo de gigantes incógnitas. Observo con deleite el espectáculo que nos ofrece esta noche, con satisfacción recibo las suaves brizas del viento que refrescan esta noche dándonos un poco de tregua con aquel calor que sofoca nuestros cuerpos en esta época del año donde cuesta llevar tantas ropas. Desde mi balcón, veo la gran muralla vigilada por mis guerreros, mismos que ríen y hablan sabiendo que realmente en estos momento no hay ningún peligro a quien temer, por el contario, la paz es tan duradera que ya nadie se esfuerza por ser buen guerrero, ya nadie se acuesta con temor a ser despertado brutalmente en la madrugada por seres oscuros que colmados de crueldad arrasan todo sin pensar. Detrás de mí escucho los suaves pasos de
AnastasiaYa es de día, la luz de un sol reluciente se cuela por los enormes ventanales de esta magnífica habitación, la fiebre y la inconciencia azotan con fuerza y ansia al rey quien me abraza fuertemente a su cuerpo mojando mi trasparente camisón con su sudor y estremeciéndome al ritmo de sus escalofríos. Gracias a la cercanía entre su cuerpo y el mío he podido usar con más concentración mi magia sanadora que lucha contra las diferentes reacciones de su cuerpo al perder al parasito impostor, pero aun así, creo que su cuerpo se tomar al menos un día en recuperarse, el problema radica que gracias a la debilidad y al estado de confusión de su cuerpo, su sanación se hace nula por lo que cualquier cosa podría enfermarlo de gravedad, lo mejor es tenerlo aislado de cualquier ser y ahí es donde a mí se complica la vida, quizás pod