Esto no puede ser más denigrante, me siento como si no fuese más que un simple objeto dispuesto a ser usado a preferencia de un único ser, siento que mi dignidad está completamente en el piso mientras mi alma poco a poco se va marchitando dentro de mí. Al terminar el dichoso baño la tan amable señora Bolgoña me llevo de rastras a su habitación, con mirada estricta me hizo quitarme la toalla que cubría mi desnudes y juzgo todo mi cuerpo, hablo de lo sucio que lucía gracias a mis tatuajes, critico el modesto tamaño de mis pechos, el grosor y la dureza de los muslos de mis piernas, hablo de la simpleza de mi rostro y de las horribles uñas de mis manos. Después de ese momento donde tuve que bajar la cabeza para tragarme todo mi carácter que exigía salir cuan libre bestia a destrozar sin piedad a esta horrible mujer, procedió a buscar entre sus cosas un vestido digno de ser lucido frente al Rey Alfa, después de varios minutos en los que se quejó por no encontrar alguno que ayudará a estilizar mi cuerpo, apareció frente a mí con un sencillo vestido de camisa blanca y falda cobriza. Con rapidez me puso un camisón de fina tela que deja al descubierto mi clavícula y hombros, prosiguió colocándome un faldón blanco de tela gruesa con terminación de encaje, continúo poniéndome un apretado corsé, sin detenerse siguió poniéndome la camisa para luego acomodar la falda. He de decir que jamás en mi vida había sentido algo tan incómodo sobre mí, mis costillas se quejan ante la presión del corsé que corta mi respiración mientras estrecha mi cintura y resalta mis pechos, y ni hablar del peso de faldón que da forma a la falda mientras amenaza con hacerme caer. Con fuerza me hace sentarme en su modesta cama, allí me hace calzar unos tacones delicados para después entretenerse acomodando mi pelo negro en una trenza suelta, por ultimo pasa por mi cuello unos palitos untados con aromatizantes suaves y dulces, cuando vio que su trabajo estaba terminado me saco de su habitación a rastras gracias a la inestabilidad que tenía mi cuerpo.
Ahora, me encuentro en la habitación donde antes me había traído viendo como una 15 mujeres se arreglan rápidamente con vestidos parecidos al mío, presurosas se mueven arreglándose lo mejor que pueden para que aquel alfa apenas y las mire. En sus rostros veo la alegría y la emoción al saber que lo van a ver, que estarán cerca de la presencia de aquel soberano alfa que dirige el reino de los hombres lobos.
— Señoritas — alza la voz sobre el revuelo Bolgoña llamando la atención de todas, aunque esa atención rápidamente se re direcciona hacia mí. — Les presento a esta bruja, una nueva concubina traída desde la tierra de los aquelarres.
— ¿Desde los aquelarres? — se atrevió a contestar una de ellas de ojos zafiros delatando su raza, es una vampiresa. — Creí que no les interesa interactuar con otras especies.
— Eso no es de su incumbencia señorita Rosa.
— Lo siento madame Bolgoña. — la muchacha sumisa baja el rostro mientras hace una leve inclinación.
— Apúrense, el rey alfa no demora en hacer presencia en el salón de reuniones, además, las favoritas ya están allá. — Sin más, sale de la habitación mientras las mujeres se apuran desesperadas.
— Como no van a estar ya listas las favoritas si nosotras tenemos que ayudarlas a vestir.
— Siempre es lo mismo, casi ni nos queda tiempo para arreglarnos nosotras.
Las quejas en susurros de todas empiezan a surgir mientras yo me quedo parada en mi lugar tratando de domar mi mal genio que amenaza con salir, toda esta situación me hace querer luchar, pelear, gritar e incluso huir, pero no puedo, debo cumplir con mi condena. Con ese pensamiento empuño las manos detrás de mí mientras mis ojos se fijan en un punto ciego de la habitación ignorando a las presuras mujeres que corretean y se ayudan entre sí para lograr estar rápidamente listas. Cuando al fin logran su cometido empiezan a salir de la habitación casi corriendo como si aquellos tacones, aunque bajitos, no fueran un arma mortal si se mezclan con velocidad. Una de ellas, una peli roja de ojos verdes y de rostro delicado, se acerca a mí con prisa tomándome del brazo suavemente.
— Ven, debemos pasar a la cocina por los bocadillos antes de ir al salón. — con confianza la mujer me hala con suavidad ayudándome en algunos momentos a mantener mi equilibrio, sus grandes ojos verdes me ven con gracia e inocencia mientras oculta tenues sonrisas por mi torpeza. — Ya le cogerás el ritmo, no te preocupes. Por cierto, mi nombre es Clara y soy una natura.
Ahora entiendo su belleza, además de su personalidad amable y abierta. Las naturas son lo contrario a las hadas, son seres simples y adorables que viven repartiendo su generosidad por todo Frunbor.
— Yo soy Antonia y, como ya oíste, soy una bruja.
— Tengo muchas dudas pero algo me dice que no es momento de preguntar así que mejor te explico mientras caminamos como funciona todo aquí. — con ánimo sigue hablando mientras me lleva por varios pasillos confundiéndome y haciéndome sentir perdida entre este castillo que parece un laberinto decorado en tonos azules y blancos, además de esplendorosos cuadros y demás muebles que lo hacen sentir acogedor. — Las concubinas normales no solo damos placer al rey alfa, también somos las encargadas de hacer pequeños trabajos de servicio, como llevar la comida a la mesa de la rey, cuidar de sus ropas y hacer bordados decorativos para el castillo. Por otro lado también debemos estar pendientes de las necesidades de las adoradas favoritas, y mira que las señoritas siempre abusan de ese poder que se les da, pero también debemos recibir educación ya sea para servir en la parte administrativa, ayudando con cuentas, escribiendo cartas, manejando la contabilidad de los vivires y de las ofrendas, o para hacer parte del entretenimiento del palacio ya sea como bailarina, músico o como una artista.
Eso me deja confusa, creí que las concubinas solo eran criadas que servían y se entregaban al rey alfa, jamás me imagine que también fueran educadas para ser útiles en formas más dignas al rey.
— ¿Qué hacen las favoritas?
— No mucho. — se queja mientras hace un adorable puchero, por sus acciones, creo que roza los diecinueve, se ve muy tierna y juvenil. — Solo se encargan de la parte social, manejan perfectos modales y acompañan al rey alfa a eventos sociales, aparte de ser sus preferidas a la hora de intimar, porque no creas que todas hemos pasado por sus aposentos.
De repente un bullicio se arma al llegar a un lugar donde el olor de la comida hace rugir a mi vacío estómago, varias posan sus ojos en mi tratando de avergonzarme pero que puedo hacer, no me voy a incomodar por un sonido emitido por mi cuerpo de forma natural, no es como si pudiera controlarlo.
— ¡Rápido señoritas! — Grita un hombre panzón de ropas ligeras — mi comida espera por ser deleitada.
Todas tomamos bandejas repletas de manjares de todos los tipos y sabores. Con pasos iguales de presurosos caminamos por más elegantes pasillos haciendo que mis pies duelan sumándose al malestar que ya recorre mi cuerpo por el corsé y el faldón.
— Llegamos, hay que formarnos. — Una de ellas susurra haciendo que rápidamente se arme una sola fila de todas las concubinas que se enderezan con elegancia mientras alzan su barbilla con altivez. Confundida y cansada me pongo detrás de Clara quedando delante de Rosa. Tras las enormes puertas ante nosotras talladas y decorados con toques de oro, se escuchan suaves risas de mujeres además de una voz profunda y gruesa que suena lejana para mí que no tengo el súper oído de los lobos.
— El rey alfa ya está dentro, hay que entrar ya. — susurra la mujer que encabeza la fila y haciendo malabares con la bandeja que lleva da dos golpes en las puestas.
De forma lenta las puestas se abren mostrando a dos hombres vestidos totalmente de negro, ninguno de ellos alza su vista siquiera para vernos, al parecer lo tienen rotundamente prohibido. Con elegancia, todas caminan haciéndome caminar, mi andar es torpe, sin mucha elegancia comparado con el de las demás. Al entrar completamente en el salón detallo lo grande que es y lo muy lujosamente que está decorado con hermosos y exuberantes sofás de oro vestidos con telas finas que relucen hermosos bordados. Allí sentadas se encuentras cinco mujeres hermosas, cada una de ellas enfundada en vestidos que destacan por sus bordados y por la cantidad de brillos que tienen, lo único malo en ellas son aquellos ojos egocéntricos y cargados de soberbia que nos detallan con asco y superioridad. Omitiendo esas miradas vuelvo mi vista a la bandeja que llevo en las manos para no cometer ningún accidente que haga que la atención caiga solo en mí, con cuidado sigo a las demás quienes van dejando las bandejas en una mesa redonda que hay en el centro del salón; al dejar mi bandeja copio el proceder de Clara y hago una reverencia tal como ella la hace, la única diferencia es que no me detengo ni a ver, ni a sonreírle al rey alfa, sigo mi camino a sentarme en unas grandes y espumosas almohadas que hay regadas por todo el suelo, pero de repente y sin aviso, una cantarina voz interrumpe mi andar llamando la atención de todo ser presente en este gran salón.
— Por la Luna, ¿es ella?
— Sí, gran ex reina. Ella es la bruja que recién llego al harén. — la voz de Bolgoña suena tras mi espalda pero no volteo, realmente no tengo ganas de ver los rostros a quienes ahora les pertenece mi existir.— No es la gran cosa. — exclama borde la voz de la primera señora que me recibió, quien supongo es la madre de rey alfa y la actual reina ya que su hijo no se ha casado.— Verónica, no digas eso. — nuevamente habla aquella nueva voz que no se reconocer. — Ven aquí cielo, déjame ver tu rostro.Tomando un gran suspiro me volteo viendo tras de mí una señora ya de edad pero bien conservada. Sus canas hablan de su gran paso por esta vida mientras que sus ojos hablan de su sabiduría y poder, el vestido negro que lleva es totalmente cerrado no dejando ver nada más que su rostro y sus manos, esas que se posan en mi rostro haci&e
La fiesta termino sin contratiempos, el gran rey alfa la despidió eligiendo a una de sus favoritas para pasar una noche de pasión con él, después de ello, nosotras, las simples concubinas volvimos a aquella habitación donde de ahora en adelante dormiré. Durante todo el trayecto hasta aquí sentí la gran decepción de la mayoría de las concubinas, sus rostros lucen decaídos mientras una energía densa las recubre dándoles un toque de tristeza y decepción, por lo visto, todas añoraban ser elegidas para entregarse en una acalorada noche al prepotente rey alfa quien ni siquiera es capaz de valorar el esfuerzo de estas mujeres por tratar de llamar su atención, es más, ni siquiera se dignó en algún momento a verlas directamente a los ojos, simplemente actuó como si no existiesen. Con lentitud cada una de ellas se acerca a su respectiva cama para tomar su camisón de dormir, por mi parte, sintiéndome perdida, me mantengo unos segundos parada en la entrada sin saber qué hacer. De pronto
No tengo un por qué, no tengo una razón lógica del por qué siento tan tranquilidad cuando estoy con la ex reina, quizás haya sido su discurso o la forma en que sus ojos verdosos me transmiten un sentimiento que no se reconocer pero que al mismo tiempo me gusta y me genera curiosidad. Realmente siento una especie de tranquilidad cuando estoy cerca de su vibrante energía y de su aura que destila sabiduría y bienestar, es curioso, todo en ella lo es lo que me parece cautivante y atrayente. Desde la mañana me trajo a su habitación privada que goza de gran tamaño y de exuberantes lujos que relucen en cada milímetro hablando del poderío y de la nobleza de la misteriosa ex reina. En su gran cama adornada por las mejores telas de este mundo se encuentran mucho hermosos y extravagantes vestidos que están siendo ajustados según mis medidas por un par de modistas. Mientras tanto, la ex reina me habla de modales y de etiqueta, de como una mujer debe comportarse ante diferentes escenario
— Alteza. — con un leve susurro lo saludo mientras hago una reverencia. — Lo que pasa es qu… — la ex reina con una enorme sonrisa amable y alegre interrumpe a la reina quien ya tenía intenciones de quejarse frente a su hijo. —Que tu madre y yo discernimos en un tema, pero ven, toma asiento e ilumínanos con tu gran sabiduría. — La gran ex reina toma asiento en la mesa siendo seguida por su nieto, el otro hombre y por ultimo por la reina. Por mi parte me mantengo de pie a un lado de la mesa sin saber qué hacer, no quiero llamar la atención así que esperare a que empiecen a hablar para luego retirarme. — Toma asiento, Antonia. — Noto como el rostro de la reina luce indignado pero por algún motivo se contiene. — Disculpe, gran ex reina, pero creo que no sea lo debido. — mi voz sale neutra mientras le mantengo la mirada fija a la ex reina para que entienda que yo no quiero meterme en sus guerras. — Deberías cumplir el pedido de la gran ex reina, sería bast
ArgusLa noche cae con gran resplandor dejando un cielo estrellado alumbrado con suma belleza por una orgullosa luna que busca opacar a las estrellas, quienes altivas buscan recordarnos con sarna, que nos somas más que simples seres en un mundo de gigantes incógnitas. Observo con deleite el espectáculo que nos ofrece esta noche, con satisfacción recibo las suaves brizas del viento que refrescan esta noche dándonos un poco de tregua con aquel calor que sofoca nuestros cuerpos en esta época del año donde cuesta llevar tantas ropas. Desde mi balcón, veo la gran muralla vigilada por mis guerreros, mismos que ríen y hablan sabiendo que realmente en estos momento no hay ningún peligro a quien temer, por el contario, la paz es tan duradera que ya nadie se esfuerza por ser buen guerrero, ya nadie se acuesta con temor a ser despertado brutalmente en la madrugada por seres oscuros que colmados de crueldad arrasan todo sin pensar. Detrás de mí escucho los suaves pasos de
AnastasiaYa es de día, la luz de un sol reluciente se cuela por los enormes ventanales de esta magnífica habitación, la fiebre y la inconciencia azotan con fuerza y ansia al rey quien me abraza fuertemente a su cuerpo mojando mi trasparente camisón con su sudor y estremeciéndome al ritmo de sus escalofríos. Gracias a la cercanía entre su cuerpo y el mío he podido usar con más concentración mi magia sanadora que lucha contra las diferentes reacciones de su cuerpo al perder al parasito impostor, pero aun así, creo que su cuerpo se tomar al menos un día en recuperarse, el problema radica que gracias a la debilidad y al estado de confusión de su cuerpo, su sanación se hace nula por lo que cualquier cosa podría enfermarlo de gravedad, lo mejor es tenerlo aislado de cualquier ser y ahí es donde a mí se complica la vida, quizás pod
Me encuentro en una nebulosa caliente que lentamente empieza a despejarse, en medio de la bruma que provoca mi estado logro escuchar estruendos y gritos que pierden cualquier sentido para mí. En medio de esta nebuloso solo puedo sentir una extraña intranquilidad que solo se calma cuando siento algo frio a mi alrededor, algo que se siente suave y refrescante pero también tentador y adictivo, cada vez que siento ese algo alejarse es cuando la nebulosa se hace más densa y sofocante, me absorbe con demandantica rodeándome de una energía pesada que me hace perder la poca conciencia que tengo. No sé cuánto tiempo pasa, solo sé que poco a poco vuelvo a sentir algo más que calor, siento adormecimiento en mi cuerpo que me genera cierta incomodidad que me hace querer moverme. Lentamente intento abrir los ojos pero fracaso repetidamente hasta que lo logro y soy atacado por la luz de una soleada mañana, miro a mi alrededor y soy consciente de los estruendos que se escuchan fuera de mi habitació
Tras el grito de mi madre los lobos gruñen y se lanza en un nuevo ataque pero ella con gran destreza y dominio lucha contra ellos derribando uno a uno con gran técnica y precisión, por su rostro no pasa ni la más mínima alteración, como si combatir con ellos fuera la cosa más fácil cuando no lo es, ellos son mis primeros al mando, mis generales, betas pura sangre, los mejores guerreros que tengo. Quedo totalmente sorprendido por su nivel de combate, sus movimientos son agiles, contundentes y certeros, no falla ni uno, es más, dudo que al menos algún lobo haya siquiera podido hacerle un rasguño antes de caer en la inconciencia por los ataques de ella. Cuando siento a mi madre intentar ir a atacarla detengo la situación.— ¡Basta! ¡No la ataquen, ella solo cumplía órdenes! — grito haciendo que todos quedaran estáticos ya que otros soldados se hab&iacu