Las diez de la mañana, era viernes y ya empezaba el fin de semana. Giovanni estaba en la cama, aún seguía durmiendo, hasta que el maldito despertador sonó. Él de mala manera se despertó y lanzó el despertado contra la pared, haciéndolo añicos. Se volvió acostar tumbado boca arriba, pasó sus manos por la cara y suspiró, miró el techo por unos segundos y se levantó. Fue al baño y cómo todo los días, encendió la llave de la ducha, se quitó el bóxer negro de Calvin Klein con letras doradas y se metió en ella. Giovanni era un ser despreciable, junto a su hermano Mariano. Ambos se dedicaban a toda clases de eventos ilegales, vendían a las mujeres bellas al mejor postor, aunque llevaban meses que eso no lo hacían. Ahora sólo hacen carreras ilegales, dónde muchas veces jóvenes que competían perdían la vida. Al igual que peleas ilegales, pero peleas hasta la muerte, ellos se llevaban muchísimo dinero haciendo todo eso.
Giovanni es un hombre mujeriego, cada vez que salía tenía una mujer nueva en su cama, o mejor dicho en un hotel. Luego de follarlas, las mandaba a la tomar por culo, no era hombre de compromisos, ni romance y mucho menos ser romántico. Nunca se ha enamorado, no sabe nada de eso. Al contrario que su hermano Mariano, él estaba casado con una mujer a la que ama con toda su alma. Su cuñada era una mujer, dulce y adorable. Mariano lleva casado 5 años, no habían tenido hijos todavía, pero si tenían planeado tenerlos.
Giovanni salió de la ducha, con una toalla enredada en su cintura, mostrando su torso fuerte y tatuado. Se lavó los dientes y salió de el, se fue directo al vestidor y escogió un pantalón vaquero color gris oscuro y camisa negra. Cuándo acabó, salió de la habitación y bajó las grandes escaleras de mármol de la mansión. Cuándo llegó abajo se encontró a su cuñada en el sofá con el ordenador.
—Buorgiorno, cognata.—dijo Giovanni, acercándose a ella y dándole dos besos en la mejilla.
—Buorgiorno, bambino. —respondió ella.
—¿Dónde está Mariano? —preguntó, curioso.
—Sigue durmiendo, ya sabes cómo es. — él sólo asiente y una chica del servicio se acercó a ellos.
—Buenos días, señor. ¿Desea desayunar? —le pregunto la chica.
—Un café cargado. —dijo serio, la chica asintió. —Mariano me ha dicho que quería salir está noche al club ¿por qué no te vienes? —le preguntó a su cuñada.
—No lo sé, me lo pensaré. —él solo sonrió, la sirvienta llegó son su café en una bandeja y se lo dejó en la mesa.
Giovanni cogió el café y fue al despacho, era un despacho amplio, con sofás individuales color negro de cuero en una esquina con una mesita de cristal pequeña, dónde había dos vasos y la bebida en un recipiente de cristal. Un escritorio de madera color negro, donde había papeles, el ordenador, Tablet, etc. Un mueble donde había libros para leer.
Giovanni se acercó al escritorio y se sentó, puso el café a un lado y se metió en el portátil.
Mirando los encargos de drogas y etc. La puerta fue abierta, miró y se encontró con su hermano mayor.
—¿Qué haces? —dijo Mariano cerrando la puerta.
—Mirando el ordenador. —respondió obvio Giovanni.
—Eso ya lo estoy viendo, me refiero a ¿qué buscas? —Giovanni dio la vuelta al ordenador, mostrando la pantalla a Mariano, éste asintió y volvió a girar el ordenador.
—¿Al final salimos está noche? — cambio de tema Giovanni.
—Si, he hablando con Stefano e iremos. —Giovanni asintió.
—Perfecto, necesito una mujer urgente. —dijo Giovanni a lo que su hermano rió.
Mariano sabía que Giovanni era un completo mujeriego, que su soltería la aprovechaba al máximo, que no le gustaba el compromiso, no estar atado a una sola mujer. La palabra "amor" no estaba en su vocabulario. Para él no existía esa palabra. Giovanni Aún no explica como su hermano cayó en los brazos del amor y el casamiento. Pero Giovanni veía a Mariano feliz junto a ella, era mafioso y su esposa lo amaba tal y como era.
Giovanni a sus treinta años, aún no pensaba en casarse, tener hijos ni estar con una mujer. Él sólo follaba con cuanta mujer se le antojaba, siempre usaba condón, intentaba no emborracharse por eso mismo, no quiere perder la cabeza y olvidarse del preservativo.
Viviendo en el sur de Italia, junto a su hermano y cuñada era feliz, vivir el Sicilia a él le gustaba, tenía a sus amigos, conocía el club, conocía a mujeres. No necesitaba nada más que vivir la vida.
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Después de pasar horas en el despacho, Giovanni salió, y no se escuchaba ningún ruido, miró el reloj de su muñeca izquierda y era hora de arreglarse. Subió las escaleras, escuchó unos gemidos, y sonrió; su hermano estaba follando a su esposa antes de salir. Sabía que cuándo llegara ella ya estaría durmiendo. Se metió en su habitación, y fue directo la clóset, se desnudó, quedándose solo en bóxer.
Giovanni tenía unas cicatrices en el torso, vientre y pecho. Hace dos años recibió tres disparos de uno de su enemigos. Unos tiros que lo dejó casi muerto, estuvo apunto de perder la vida, pero no fue su día, ni su hora. Cuándo recibió esos balazos fue por defender a su hermano mayor, se puso en medio para recibir él, semejante dolor.
Se vistió escogiendo un traje oscuro y camisa negra. Se echó perfume, con un aroma tan varonil que a las mujeres les llamaba la atención. Colocó su reloj, sus anillos. Y salió de su habitación.
Cuándo llegó al salón vio a su cuñada y hermano muy cariñosos, Giovanni puso sus ojos en blanco.
—De verdad que odio romper éste momento tan bonito, pero tenemos que irnos. —dijo Giovanni serio, a lo que su hermano rio, besó los labios de su esposa y salieron de la casa.
Ambos hermanos se dirigían al club, un club donde frecuentaban casi todos los días. Ya los clientes, al dueño lógicamente, les conocía. Giovanni cada vez que iba tenía una mujer botando en su pene, al contrario de Mariano, pasaba de las mujeres, él amaba a su esposa y la iba a respetar. Como decía él: "¿Para qué voy a pedir una hamburguesa, si tengo un solomillo en casa?"
Cuándo llegaron al club, ambos salieron del auto, con un porte serio, las mujeres que esperaban a entrar, suspiraban por la belleza de los hermanos Ricci. El portero les dejó pasar, cuándo entraron la música se escuchaba. El club estaba petado, de gente borracha y bailando, las mujeres restregando su culo con los hombres.
Giovanni y Mariano se acercaron hasta el reservado que siempre cogían y empezaron a beber sin control.
Giovanni se acercó a la barandilla y desde lo alto con sus copa en la mano, empezó a mirar el club, hasta que una figura femenina le entró por los ojos, una mujer que estaba en la barra pidiendo una copa. Llevaba un vestido rojo ajustado a su cuerpo, cabello castaño no podía analizar bien su ojos, pero la carita de muñeca, si lo vio.
Mariano vio a su hermano entretenido mirando hacia la barra, miró en su dirección y vio lo mismo que él. Giovanni llamó al camarero y el hombre se acercó.
—Dimmi, il signor Ricci? (¿Dime, señor Ricci?) —dijo el hombre cuándo se acercó.
—Servi quella donna mojito, caricala sul mio account. (Sírvele a esa mujer un mojito y cargarlo a mi cuenta) —señaló a la chica y el hombre asintió.
El chico fue hacia la barra y habló con el chico que estaba ahí, Giovanni observaba la escena con claridad. Poco después el hombre le dio la copa diciéndole que era de él. La chica se giró y le vio, unos segundos sus miradas se cruzaron, la chica levantó la copa en modo agradecimiento. El sólo sonrió y asintió con la cabeza.
Cuándo Giovanni estaba ebrio se levantó y caminó hacia ella, la chica también lo estaba. Ella bailaba al ritmo de la música junto a su amiga, hasta que sintió unas manos en su cintura, se giró y vio a Giovanni, ella solo sonrió y empezaron a bailar muy pegados, estaban muy ebrios y el alcohol hacia lo que quería con ellos.
—¿Cómo te llama? —pregunto él, en el oído de la chica.
—Carlotta Rizzo, ¿y tú? —dijo ella también en su oído.
—Giovanni Ricci. —Carlotta asintió y volvieron a bailar.
Cuatro de la mañana y ellos seguían charlando, Mariano estaba con ellos y hablaba con la amiga pero solo para no sentirse solo, ya que su hermano tenía una nueva presa. Los cuatro reían y bebían, hasta que era hora de marcharse.
—¿Te vienes conmigo?—dijo él coqueto.
—Claro, pero... ¿Mi amiga? —dijo ella señalando a su amiga.
—Mi hermano la llevará y la dejará sana y salva. —ella asintió.
Los cuatro salieron del club, Mariano y la amiga de Carlotta se fueron en el auto, mientras que ellos iban hasta un hotel cercano. Cuándo llegaron al hotel, fueron al mostrador y pidieron una habitación, la recepcionista les dio una y él pagó como todo un caballero.
Cuándo estaban en el ascensor empezaron a besarse salvajemente, Giovanni la puso contra la pared y mientras la manoseaba, pudo verificar el color de sus ojos, eran casi verdes con toques marrones. Ella hacía lo mismo que él. Pararon hasta que el ascensor paró en la tercera planta. Giovanni sacó la tarjeta y la paso por puerta. Cuándo estaban dentro empezaron a besarse de nuevo, desnudándose uno al otro. Él la tumbó en la cama y se puso encima de ella, besaba su cuello, y ella gemía al sentir la humedad de su lengua pasar por su cuello. Giovanni empezó a quitarle el vestido dejándola en tanga, no llevaba sujetador y tenía sus pecho a la vista de él. Se metió un pecho en la boca y lo saboreaba mordiendo su pezón. Ella le agarraba del cabello al sentir semejante placer que el italiano le daba. La mano de él bajó hasta su intimidad y empezó hacer círculos con sus dedos, apartó el tanga hacia un lado y la penetró con dos dedos.
—Estas mojadita. —dijo él con voz ronca, ella sólo gemía mordiendo su labio. Giovanni deslizó su tanga por sus piernas suaves y largas, le abrió las piernas y empezó a pasar su lengua por su vagina —Estas deliciosa, preciosa.
—Dios, Giovanni.—gimió ella. El seguía mordiendo y saboreado los pliegues de ella, se incorporó un poco y ella se levantó. Le quitó la camisa y desabrochó sus pantalones, dejándole completamente desnudo, el pene de Giovanni era grande y dura y ella mordió su labio, el solo la correspondió con una sonrisa ladina.
El estando de rodilla en la cama y ella a cuatro patas frente al pene de él. Masajeó su polla hasta que se la metió en la boca, Giovanni al sentir la humedad en su polla, gruñó, puso ambas manos en su cabeza dejando que ella tomará su polla como ella quisiera.
Ella seguía mojando con saliva el pene de Giovanni, hasta qué él la cogió del cabello y la tiró en la cama, se puso encima de ella, cogió su polla y la penetró, ella al sentirlo, arqueo la espalda, él seguía moviendo sus cadera agarrándola de la cintura. En la habitación del hotel solo se escuchaba los gemidos de ambos, el sonido de dos cuerpos chocando, el sonido de la cama. El vaivén que ambos tenían al sentirse tan sudados y fogosos les activaba más, una adrenalina con mucho fuego.
—Giovanni, me corro. —dijo ella, él aumentó el ritmo más fuerte.
—Vamos, nena, córrete para mí. —dijo él, fue tan rápido que ambos llegaron a su fantástico orgasmos.
—¡Dios! — dijo él apoyando su cuerpo sudado en el hueco del cuello de ella. Sacó su pene del interior de ella y se tumbó al lado.—Fue fantástico.
—Si... —dijo ella con la voz agitada. Carlotta se levantó de la cama desnuda y fue al baño, se aseo un poco y salió. Al salir vio un Giovanni dormido. Se vistió, le dejó una nota y sin hacer ruido salió de la habitación dejándole solo en el hotel.
Ella cogió un taxi se fue a su casa.
Cuando llegó todo estaba oscuro y estaba empezando amanecer, se quito la ropa y de lo cansada que estaba se metió directamente en la cama.
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Al día siguiente Giovanni abrió sus ojos, la luz que entraba por la ventana del hotel, le molestaba. Recordaba que anoche se acostó con una bella mujer, miró hacia su lado izquierdo y estaba vacío y frío, la muchacha se había ido. Se levantó de la cama y fue al baño para ver si la chica estaba ahí, pero nada. La chica definitivamente se había largado. Miró la mesita de noche y vio la nota que ella le había dejado, frustrado y enojado. Jamás le había dejado sólo en un hotel, ella fue la primera, «ahora sé lo que se siente» pensó él. El dolor de cabeza que tenía le enfureció más, se vistió y cogió sus cosas y salió de la habitación. Cuándo llegó abajo, se impresionó al ver a su escolta al lado de la camioneta esperándole y Giovanni se acercó a él. —Buorgiorno. —dijo el escolta, Giovanni saludó con un asentamiento de cabeza y se metió en la parte trasera del auto. El dolor de cabeza lo estaba matando, tenía ganas de llegar a casa y tomarse algo para el dolor. Aún picado porque la much
Giovanni aún seguía sin creerse que iba a ser padre, por un lado él cree que es suyo, pero por otro, no. Lo bueno que en el informe médico salía su dirección y hablaría con ella y obligarla abortar, pero primero quería verificar si ese bebé era suyo. Su hermano que lo miraba atentamente y ver como Giovanni se puso pálido al leer el informe, se lo arrebató de las manos y lo leyó. —¡Te lo dije! —dijo su hermano entre dientes. —Eres un irresponsable. —Aún no estoy seguro que ese niño sea mío. —respondió él. —¿Cuándo follaste con ella? — preguntó. —Hace un mes más o menos. —dijo pasando su mano por su sien. —Entonces el niño es tuyo, imbécil. — dijo furioso Mariano. —Giovanni ni se te ocurra decirle que aborte, ese bebé no tiene la culpa de que vosotros dos en medio de una borrachera y calentura hayáis follado sin condón. —Además si esa chica es responsable, dudo que te haga caso. —dijo esta vez su cuñada. —Hablaré con ella. — dijo Giovanni. Mariano tenía razón, las fechas coincid
Había pasado una semana desde que Carlotta se fue, los únicos que sabían donde estaba, eran Mariano y su esposa Carina. Ellos protegían a su sobrino, Mariano conocía muy bien a su hermano y sabía también que los encontraría, pero él iba a evitar eso. Mariano sentía pena tener que proteger a su sobrino de su propio hermano, pero lo que Mariano no sabía es que Giovanni lleva una semana devastado, arrepentido, con ansias de encontrar a Carlotta y a su hijo. Giovanni lleva una semana bebiendo hasta al punto de llegar a casa ebrio, follaba para olvidar la desesperación de no saber donde estaban. A Mariano le dolía ver así a su hermano pequeño, pero era mejor así. Además había prometido a Carlotta no decirle donde estaba. Giovanni ya había contratado al mejor detective para encontrarla, pero lo que no sabía es que su hermano le había pagado más para no decirle el paradero de la joven. Un Giovanni en el despacho, con una copa en la mano, miraba por ventana pensando en Carlotta y en s
Carlotta sabía que él la iba hacer daño o eso creía. El miedo la hacía temblar, el volver a tenerle cerca le enfriaba la sangre, miedo a que hiciera daño al bebé. —Giovanni, te lo suplico no me lo arrebates. — suplicó ella llorando. —No lo voy hacer, Carlotta. —dijo serio —Sólo quiero ver a mi hijo crecer y se vuelven conmigo. — ella se negó, no iba a volver, ni en sus sueños. —¿Para qué quieres qué vuelva?— preguntó ella. —Ya te lo he dicho, quiero ver crecer a mi hijo. —repitió. —¿Cuándo dejó de ser un bastardo o un mocoso? — dijo enfada, el suspiró, otra vez le venían con el mismo asunto. —Sé que lo que dije no tiene perdón, pero me importan y mucho y ahora deja de hacer preguntas, porque tomaremos un avión. — dijo Giovanni con una sonrisa. —No me iré contigo. — dijo firme. —No era una pregunta, principessa. — dijo. —Arranca. —le dijo a su escolta. Durante el camino hacía Jet, ambos se mantenían callados, ninguno pronunciaban palabra alguna. Giovanni la observaba
Sol entraba por el gran ventanal de la habitación de Giovanni, él abrió sus ojos por los molestos rayos de sol. Bufó y se levantó de la cama, como todos los días o casi todos iba al baño a ducharse.Cuándo terminó de ducharse, se puso algo cómodo, un pantalón blanco y camisa azul cielo, con tres botones desabrochados. Salió de su cuarto y bajó por las escaleras de mármol, estaba todo en silencio, no había nadie. Miró su reloj de la muñeca y no eran tan temprano. —Un café. —le dijo a la sirvienta, caminó hasta el despacho y al abrir vio a su hermano viendo un video en el ordenador. —Buorgiorno. —Buorgiorno. —respondió Mariano. — Ven y mira esto. Giovanni caminó hasta donde estaba su hermano, se apoyó con una mano en la mesa y otra en el respaldo de la silla, donde Mariano estaba sentado. En el video era sobre los robos que habían recibido y el hombre que les robaba hizo un video para mostrarlo. Aunque no se le viera la cara. Giovanni estaba que echaba chispas del mosqueo, ese hombre
La noche llegó, la hora se acercaba. Giovanni había quedado con su amante, sin importarle nada ni nadie. Él mismo sabía que se estaba contradiciendo, el motivo. Sentía algo por la madre de su hijo, Giovanni nunca se ha enamorado no sabe nada de eso. Pero el miedo también le invadía, cuando ella supiera quien era Giovanni en realidad. El miedo de saber que ella se alejará, que le cogiera miedo. ¿Cómo le explicaría qué era un mafioso y se dedicaba a todos tipo de cosas ilegales? ¿Qué había matado? ¿Qué trafica con drogas y armas? Él sabía que ella no aceptaría un padre así para su hijo, pero tampoco buscó dejarla embarazada. Por ese motivo se acostaba con Vanessa, le hacía olvidar un poco de todo los problemas que tenía, de tener a Carlotta todo el día metida en su cabeza. ¿Se estaba enamorando de la madre de su hijo? Ni él mismo sabía la respuesta, estaba confundido. Por una parte quería una vida con ella, formar una familia, pero por otra parte, tenía miedo de que esa imagen de famil
En la mansión todos sentados en los grandes sofás de cuero, frente a la chimenea. Giovanni veía como Carlotta y Enzo se sonreían, como él acariciaba su mejilla, el como la miraba. Eso despertó más la furia de Giovanni, aguantaba para no estropear la pequeña reunión que tenían. Pero verla tan cariñosa con el hombre y con Giovanni nunca fue así de alegre. Giovanni, sentado en el borde de unos de sofás, cruzados de piernas, tocando su barbilla y mirando a un punto fijo, aunque de vez en cuando les miraba. Los celos le pasaba por su cuerpo de una manera que tenía ganas de matarlos. Mariano se dio cuenta de los celos de Giovanni, sonrió al verle así. Sabía que tarde o temprano, reclamaría por ella. Pero los celos era la mejor manera para que él se diera cuenta de ello. Giovanni sentía algo por ella, no sabía si era amor, atracción u obsesión. Verla coquetear con otro le reventaba, pero no puede hacer nada, él horas atrás tuvo sexo con otra. Harto de esa escena, se levantó y fue hacia e
Giovanni cría que estaba soñando, que lo que había escuchado era un maldito sueño. El tener a Carlotta en su cama, y a verle dicho «hazme tuya» era producto de su imaginación. Seguía mirándola sin creer lo que había escuchado, Giovanni deseaba tenerla de nuevo en sus brazos, hacerla suya y follarla como lo hizo cuando la dejó embarazada. Carlotta por culpa de sus hormonas, tenía que acudir a él. —¿Qué has dicho? —dijo fingiendo no haberlo escuchado. —Da igual, fue una equivocación decírtelo. — iba a levantarse de la cama, pero Giovanni se lo impidió sujetándola del brazo y tumbándola en cama. Giovanni con su brazo derecho empezó acariciar su mejilla y mirándola a los ojos. Se acercó a sus labios y los devoró, esos labios que tanto ansiaba besar, al final lo había logrado, nunca repetía con las mujeres, excepto con Vanessa. Pero Carlotta tenía algo que volvía loco a Giovanni, loco de amor. Ella llegó a su vida por causalidad, y con un bebé suyo creciendo dentro de su ser. Giovanni