En la mansión todos sentados en los grandes sofás de cuero, frente a la chimenea. Giovanni veía como Carlotta y Enzo se sonreían, como él acariciaba su mejilla, el como la miraba. Eso despertó más la furia de Giovanni, aguantaba para no estropear la pequeña reunión que tenían. Pero verla tan cariñosa con el hombre y con Giovanni nunca fue así de alegre. Giovanni, sentado en el borde de unos de sofás, cruzados de piernas, tocando su barbilla y mirando a un punto fijo, aunque de vez en cuando les miraba. Los celos le pasaba por su cuerpo de una manera que tenía ganas de matarlos. Mariano se dio cuenta de los celos de Giovanni, sonrió al verle así. Sabía que tarde o temprano, reclamaría por ella. Pero los celos era la mejor manera para que él se diera cuenta de ello. Giovanni sentía algo por ella, no sabía si era amor, atracción u obsesión. Verla coquetear con otro le reventaba, pero no puede hacer nada, él horas atrás tuvo sexo con otra. Harto de esa escena, se levantó y fue hacia e
Giovanni cría que estaba soñando, que lo que había escuchado era un maldito sueño. El tener a Carlotta en su cama, y a verle dicho «hazme tuya» era producto de su imaginación. Seguía mirándola sin creer lo que había escuchado, Giovanni deseaba tenerla de nuevo en sus brazos, hacerla suya y follarla como lo hizo cuando la dejó embarazada. Carlotta por culpa de sus hormonas, tenía que acudir a él. —¿Qué has dicho? —dijo fingiendo no haberlo escuchado. —Da igual, fue una equivocación decírtelo. — iba a levantarse de la cama, pero Giovanni se lo impidió sujetándola del brazo y tumbándola en cama. Giovanni con su brazo derecho empezó acariciar su mejilla y mirándola a los ojos. Se acercó a sus labios y los devoró, esos labios que tanto ansiaba besar, al final lo había logrado, nunca repetía con las mujeres, excepto con Vanessa. Pero Carlotta tenía algo que volvía loco a Giovanni, loco de amor. Ella llegó a su vida por causalidad, y con un bebé suyo creciendo dentro de su ser. Giovanni
Después de que Giovanni le diera la sorpresa a Carlotta, ambos salieron de la habitación con una gran sonrisa. Él había dado un gran paso, había conseguido el perdón de ella o al menos un poco. Esas palabras que dijo aquél día, fue un error que él soltó por su boca, pero estaba arrepentido. Amaba a su hijo, aunque aún no estuviera en sus brazos. Ambos bajaron las escaleras cogidos de la mano, en el salón ya no había nadie, se sentaron en el sofá en forma de L. —¿Esto qué significa, Giovanni? —habló ella rompiendo el silencio. —Como te he comentado, quiero tu perdón. —ella negó. —No me refiero a eso, si no, anoche nos acostamos y... —Carlotta. — la interrumpió. —Anoche nos acostamos si, pero no quiero dar un paso más. —No te entiendo ¿era solo sexo? —dijo al borde de las lágrimas. —No, pero no puedo darme esa oportunidad. —habló serio. —¿Por qué? ¿Hay otra? ¿No te importó? ¡¿Dime?! —alzó la voz. —¡Porqué me importan! — gritó levantándose del sofa. —Por eso no me doy el lujo de
Las seis de la mañana, Carlotta se despertó, sentía que alguien la abrazaba, miró hacia su lado y encontró a Giovanni dormido, con su torso desnudo. Le observó unos segundos y pudo detallarlo más. Tenía unas pestañas largas, perilla. Ella lo miraba con admiración, ese hombre que tanto la dijo que no le importaba, cuando dijo que su hijo no le importaba. Pero ahora Giovanni se estaba comportando de una manera que a ella le encantaba.Algo de Giovanni estaba haciendo que Carlotta sintiera cosas que jamás ha sentido. Los dos eran inexpertos en el amor, pero... Ella se preguntaba ¿por qué me acosté con él hace dos noches? El embarazo la tenía por las paredes, el embarazo hacía que las hormonas las tengas disparadas y ella se sentía atraída por él.Dejó de mirarlo y con cuidado salió de la cama, fue hasta el baño y encendió la llave de la ducha. Y empezó a desnudarse, se sentía incómoda al saber que Giovanni estaba detrás de esa puerta, que solos unos metros los separaba. Entró en la ducha
Giovanni estaba desbastado, había roto la gran promesa de Carlotta y había roto su corazón. No se quiso dejar llevar, pero Vanessa sabía como provocarle. Sabía que había hecho mal, y dejar a Carlotta irse, fue el agua que derramó el vaso.Giovanni quería sacar su furia su coraje, Vanessa había hecho mal en meterse con él. Ahora tendría que pagar las consecuencias de sus actos.Giovanni, junto a Paolo y los demás fueron hasta el despacho donde estaba su amante o examante. Cuando entraron ella estaba con una sonrisa triunfante en su cara, pero pobre, no sabía lo que le esperaba.Paolo cerró la puerta tras de él y la chica les miró, se levantó del sofá como una gran diva. —¿Ya la echaste? — dijo con una sonrisa. —¿Sabes lo qué te va a pasar ahora? — dijo él rascando su barbilla. —No me harás nada. —aseguró ella. —¿Cómo estás tan segura?— dijo él con una sonrisa, ella se puso sería y tragó grueso. —Paolo, es toda tuya. —¿Puedo hacer lo qué quiera con ella? — preguntó Paolo. —Por sup
Giovanni ya tenía su plan, quería su perdón y dejarse de tonterías. Quería recuperar a su bella Carlotta. Él fue un inútil el pensar con la cabeza que no debía, pero Carlota era lo que necesitaba para estar tranquilo, completo. Ella era la persona indicada para que Giovanni cambiará, y es la chica que cualquier hombre se enamoraría de ella sin pensarlo. Era dulce, risueña, tenía carácter y no se dejaba humillar. Además tenía a su pequeño bebé en su interior, creciendo en sus entrañas. Cuándo estuvo vestido, salió de su habitación para ir a desayunar y quitarse el dolor de cabeza que tenía encima, bajo las escaleras de mármol y en el salón desayunando estaban todos. Mariano tenía cara seria, jamás le había visto drogado, ni sabía desde cuando lo hacía. Pero iba hablar con él muy seriamente. —Buorgiorno. -saludó en italiano, todos les miraron, pero Mariano estaba enfado con él. Giovanni se sentó y empezó con su desayuno —Buorgiorno. - saludaron todos. Giovanni se sentó en la mesa, y
Dante miraba a Carlotta como si fuera una belleza única, la sonreía, ella sólo correspondía con sonrisa vergonzosa. Ella admitía que el ruso era guapo y tenía una sonrisa muy bonita. Pero como Giovanni no había otro, para ella solo existía un hombre y se llamaba «Giovanni Ricci» aunque él rompiera su promesa, el corazón de Carlotta le pertenencia a Giovanni. —Soy nuevo en Italia y me gustaría que fuéramos amigos. —habló él con una sonrisa malévola.—Claro, no hay ningún problema. — respondió ella con voz dudosa. —Pero estoy embarazada.—No hay ningún problema, solo seremos amigos. — ella asintió complacida.—Bueno, pues me iré a cenar. —cambió de tema.—Adelante y buen provecho. — estrechó su mano para despedirse.—¡Gracias! — correspondió a la despedida.Dante se alejaba hacía su auto y Carlotta hacía el restaurante.—¡Carlotta! — la llamó, ella se giró y Dante se acercó a ella. —¿Me darías tu número?Ella no sabía que hacer, no se conocían para darle su número.—No te conozco, pero
Giovanni estaba en el hospital, en la sala de espera, quería ver de una vez a Carlotta. El médico se acercó a él y Giovanni se levantó para ponerse en frente de él.-—¿Cómo está? —preguntó, el médico estaba serio, no sabía cómo empezar para decirle.—Señor Ricci, su mujer no... No sobrevivió, en la noche tuvo un paro cardíaco y no pudimos hacer nada. — Giovanni estaba que no se lo esperaba, unas lágrimas cayeron por su mejilla, Mariano al ver a su hermano derrotado, corrió hacia él.—¿Que ha pasado? —preguntó Mariano.—Murió, Mariano. ¡Ella murió! ¡Murió junto a mi hijo! —gritó desesperado, Mariano le abrazó y Giovanni empezó a sollozar por la muerte de sus dos tesoros.—Lo siento muchísimo. —su hermano empezó a consolarlo, pero no era suficiente.Giovanni se apartó y miró al médico.—¿Puedo verla? —preguntó echándole una mirada al médico de advertencia.—Si, sígame. —Giovanni así lo hizo, siguió al doctor hasta donde se hallaba su bella Carlotta. El médico le hizo una seña con la ma