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Propuesta humillante.

Laura se sintió abrumada, pero intentó ignorar lo que acababa de suceder. No podía simplemente dejarse llevar por la desesperación mientras Martín se paseaba por el salón con esa mujer. Así que decidió quedarse y demostrarle que, al igual que él, ella también tenía un compañero atractivo y estaba feliz a su lado. Sin embargo, muchas veces su mente se alejaba de Frederick, anhelando descubrir qué hacía Martín en ese momento.

Las horas pasaron y Laura comenzó a sentirse completamente agotada. No solo físicamente, sino también mentalmente, ya que no dejaba de torturarse al estar pendiente de los movimientos de Martín y sufriendo cada vez que lo veía tan divertido al lado de ella.

—Debo ir al baño —le mencionó a Frederick. Quería refugiarse un momento y buscar alivio de la algarabía, la música y el gentío que la asfixiaban. Se despidió de él con una sonrisa forzada y se dirigió al baño, buscando un respiro. Al cerrar la puerta, el ruido del salón se desvaneció, dejándola a solas con sus pensamientos. Miró su reflejo, sintiendo cómo la tristeza la invadía. La imagen de Martín riendo junto a ella no la dejaba en paz. Cerró los ojos, tratando de ahogar la angustia que la atormentaba. Dejar a Martín fue una decisión que tomó después de pensarlo mucho, y no se arrepentía de ello. Pero una voz en su interior insistía en preguntar: "¿De verdad?" "¿De verdad no te arrepientes?" "¿Estás dispuesta a ver a Martín con una mujer tan exagerada y falsa y solo tratar de ignorarlo y fingir que no te importa?" Cerró sus ojos y tomó una respiración profunda mientras se recordaba a sí misma que, pase lo que pase, ya se habían separado, y cualquier elección que hiciera él ya no tenía nada que ver con ella. Presionó su pecho, que se sentía amargamente tenso, y se dijo: "encontraré la manera, y poco a poco superaré esta relación". Así que, después de calmar sus emociones, salió para regresar con Frederick.

Quiso caminar hacia el salón, pero vio a Martín apoyado en una columna cercana, fumando un cigarrillo. Se detuvo al verlo y observó un par de colillas en el suelo junto a sus pies, como si hubiera estado esperando un rato. Se preguntó si acaso él estaba esperando a su prometida. No quería hablarle, así que agachó la cabeza con la intención de irse, pero sintió un jalón repentino. Él la agarró del brazo y la tiró de vuelta. Sus ojos se conectaron, y en ese instante, el bullicio del salón se desvaneció nuevamente. La chispa entre ellos era innegable, un fuego que ni el tiempo ni la distancia podían extinguir. El corazón de Laura se aceleró por la intensidad del momento. Mientras lo miraba, vio en sus ojos una mezcla de sorpresa y anhelo. Era como si todo lo que había estado oculto saliera a la superficie en un solo segundo. El mundo a su alrededor dejó de existir; solo eran él y ella, atrapados en una burbuja de emociones. Entonces, él la soltó y sonrió con burla.

—¿De verdad? ¿Así que ese es tu gusto? ¿Me dejaste por él? Más le vale ser más rico de lo que pienso. Sí, debe ser eso. Tiene una gran fortuna porque de otro modo no me lo explico —dijo con tono burlón. Laura respiró hondo ante sus palabras. No le gustó que hablara de Frederick de esa manera. Admitía que él realmente parecía un playboy preocupado solo por las apariencias, pero no era un hombre despreciable; era muy guapo. ¿Qué se cree?

—No creo que haya nada de malo en mi gusto. Simplemente me gustan ese tipo de hombres, y además, él me ayuda en mi carrera y en mi vida, algo que tú no podías darme entonces —soltó de pronto. Martín se quedó mirando con los ojos muy abiertos, como si no pudiera creer que su moral se hubiera vuelto tan baja. Seguramente estaba pensando que parecía una ramera.

—No me mientas, no te gustan ese tipo de hombres. Sé lo que te gusta —dijo, mientras la tocaba en el brazo de manera sugerente y se acercaba más y más a ella, hasta que sus respiraciones comenzaron a mezclarse. El corazón de Laura latía más rápido; sintió que estaba a punto de besarla.

—No importa si él antes tenía más dinero que yo, ahora yo tengo cien veces más. Puedo ofrecerte mejores recursos para tu carrera. ¿Ves lo lujoso que es este lugar? ¿Has visto mi coche? Y tu collar —dijo, mientras lo tocaba, ocasionalmente rozando la piel de su clavícula, lo que le provocó un pequeño escalofrío. — Ni siquiera es de colección. Una baratija como esa no te hace honor, Laura... Hazte mi amante— propuso de pronto, su respiración se cortó y rápidamente se apartó de él. Estar tan cerca la estaba haciendo perder la capacidad de pensar.

—¿Qué estás diciendo? —preguntó, sorprendida. Su mirada se cristalizó. ¿Tan poco la creía como para otorgarle un título tan despreciable?

—Te estoy diciendo que seas mi amante. Dinero y carrera, ¿no es eso lo que quieres? Puedo ofrecerte mucho más de lo que ese hombre a tu lado puede darte —Laura soltó aire con semblante ofendido. Jamás creyó que de él pudiera salir una invitación tan baja. Pero enseguida recordó cómo usó el dinero y la carrera como excusa para dejarlo, y ahora iba a tener que enfrentar sus insultos. Aunque era su culpa, sentía mucha indignación.

—¡Estás loco! No esperaba algo así de tu parte —dijo furiosa. Le enfurecía mucho que este hombre pensara que podía comprarla como si fuera un objeto. —¿Qué crees que soy? ¿Un auto que pagas por tener? — Él rió con descaro y la miró con gesto irónico, como acusándola de ser precisamente eso: algo que se vende por mucho dinero.

—No te hagas la muy moralista, Laura. Cuando me dejaste por dinero, fue como si te pusieras a ti misma en una subasta. Siendo así, por supuesto que el mejor postor se lleva el premio. No me importaría darle un poco más de dinero a Frederick para que te deje...—¡Paf!Laura le dio una fuerte bofetada, con los ojos llenos de lágrimas. Sus palabras la habían decepcionado profundamente. Leticia debería ver esta escena; así se daría cuenta de lo equivocada que estaba. Este hombre ya no sentía nada por ella; todo lo que hacía era para humillarla, para vengarse de que se hubiera ido.

—No me esperaba que tu sentido moral fuera más bajo que el mío. Aunque yo esté con él por dinero y mi carrera, ahora estoy completamente enamorada de él. Y no voy a convertirme en la amante que destruye una relación —dijo furiosa—. No tenemos nada más que hablar. Estoy cansada, me voy—Caminó rápidamente con el corazón apretado y las lágrimas a punto de salir. El rostro de Martín, girado hacia un lado por la bofetada, parecía sorprendido. Se tocó la mejilla donde había recibido el golpe y, de repente, se echó a reír.

—¡Ja, ja! ¿Que lo amas? Está bien, Laura. Esta es tu última oportunidad, o te conviertes en mi amante o tendrás que pagar por tu avaricia y vanidad.

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