Al día siguiente, Laura ya estaba lista para asistir a la fiesta. Frederick y ella llegaron al salón tomados del brazo; para todos, él era su esposo y, por alguna razón, quería mantener las apariencias. Al entrar a la recepción, Laura comenzó a sentirse muy nerviosa. Buscó con la mirada a Martín. Fingía admirar la decoración, pero en realidad intentaba encontrarlo. Notó cómo muchos se quedaban observándola, atraídos por el encanto que le confería su fabuloso vestido. El vestido, un diseño ajustado, atraía miradas por el modo en que resaltaba sus curvas. Fue elegido entre Leti y Frederick, y ahora comenzaba a pensar que tal vez Martín pensaría que se había esmerado demasiado para lucir hermosa para él. Se sentiría muy patética si eso sucedía. Sus manos comenzaron a temblar y trató de retomar el aliento haciendo tres respiraciones profundas.
Empezaba a cuestionar el haber venido. No sabía qué hacía allí, qué buscaba. Mordió sus labios con un ligero temblor al mirar a Frederick, quien la observaba con una sonrisa burlona. —¿Acaso te burlas de mí, Frederick? —preguntó, mirándolo interrogante. Él soltó una risa divertida y tomó dos copas del mesonero que pasaba, entregándole una. —¿Siempre eres así de nerviosa o solo es porque estás a punto de encontrarte con tu ex? —bebió de su copa y siguió sonriendo, haciéndola sentir como una tonta. —No es por él... Es el vestido... Es porque... ¿No crees que exageré al vestirme así? —¿Exagerar? Para nada, Laura. Eres una famosa modelo y la esposa de un CEO de la moda. Al menos, eso es lo que todos aquí piensan. Es natural que luzcas diseños impactantes. Además, mírate, a pesar de tener un hijo, sigues luciendo espectacular. Se nota que te cuidas. Ya... relájate, ¿sí? —dijo, llevándola a un rincón donde había una estación de degustación de vinos con una variedad de etiquetas locales. Tomó una copa, disfrutando del sabor y sintiéndose más relajada. "Por favor, Laura, disfruta. Seguramente él está muy entretenido con su esposa como para estar pendiente de si viniste a la fiesta", se reprochaba a sí misma. Quería poder pasar un buen rato a pesar de sus inquietudes. Entonces, sobre la plataforma, una mujer tomó el micrófono y agradeció a todos por venir. Su corazón se aceleró. El odio y el resentimiento se revolvieron dentro de ella. Es Irene, la madre de Martín. —¿Estás bien? De pronto te has puesto pálida —dijo Frederick. Ella respiró hondo ante la sensación tan desagradable de oírla después de tanto tiempo. —Es la madre de Martín —respondió. Él alzó las cejas y soltó aire. —Veo que todavía te afecta. Podemos irnos, si quieres. —No. Estoy bien —mintió para no arruinar la noche. Lo hecho volar desde Italia para venir a esta fiesta. —¿Segura? —preguntó. Ella asintió y sonrió dulce. Doña Irene agradeció a todos por asistir a la fiesta de aniversario de la empresa. —Disculpen a Martín, tuvo un inconveniente, pero hará lo posible por llegar. Sigan disfrutando la fiesta —dijo. La música volvió a sonar y Laura trató de controlar sus emociones; por un instante, sintió tranquilidad al pensar que Martín no vendría. —Iré al tocador, espérame un momento, vuelvo pronto —dijo y, mientras se conducía entre los presentes, lo vio: Martín acababa de llegar con esa mujer, quien lucía tan guapa que parecía sacada de una revista. Su corazón se aceleró con más fuerza; comenzó a temblar y retrocedió rápidamente para escapar de su posible mirada. No deseaba interactuar con ellos; creía que aún no estaba preparada para enfrentar que el hombre al que seguía amando estaba feliz al lado de otra.De repente, su espalda chocó con Frederick, quien también lo había visto. Intentó seguir en otra dirección para que Martín no la viera. —¿A dónde crees que vas, Laura? —preguntó Frederick, poniendo su mano en su espalda y llevándola casi a la fuerza hacia donde estaba Martín. Cuando se acercaron, Martín la vio a lo lejos, inmóvil. Laura sintió toda su piel temblar y el tiempo pareció congelarse en la mirada de Martin, mientras Frederick se acercó a su oído y susurró: "Te lo dije, confía en mi criterio en cuanto a ropa; sus ojos están clavados en ti". Laura ignoraba lo cercano que parecía este gesto de Frederick a los demás. Para el resto era el comportamiento habitual entre dos personas casadas que se aman y se susurran su amor a la vista del mundo. Para Martin era mas bien exasperante aceptar que ella le pertenecía a otro. Su semblante se tornó incómodo al mirar lo íntimos que parecían ser; dicha acción lo llenó de rabia. Sin embargo sonrió de forma forzada; debía fingir ante ellos que le importaba en lo más minimo. Tomando del brazo a Barbara , caminó junto con ella hacia ellos. —Laura. Es bueno que hayan venido. Ah, ella es Bárbara —dijo en voz alta, como queriendo asegurar que escuchara bien quién era ella. La mujer la miró con una sonrisa despectiva. —Así que tú eres 'esa' Laura —dijo. Laura No tuvo tiempo de preguntar qué quería decir con esa expresión, ya que Martín la abrazó por la cintura, atrayendola hacia si de un modo tan íntimo que logró perturbarla. —Lo siento, Bárbara y yo tenemos asuntos que atender —dijo. — Sigan disfrutando la fiesta —finalizo y mirándola con gesto enamorado, prosiguió su camino llevándola consigo, Laura se percató de que ella lo miró con gesto sorprendido al principio, pero luego se acurrucó íntimamente en su hombro y le sonrió de forma provocadora. Al verlos alejarse tan unidos, sintió un dolor punzante en el pecho. —Viniste por lana y saliste trasquilada, cariño —dijo Frederick mirándola con diversión y haciendo una negación que la hizo soltar aire con frustración. "La noche aún no termina, cariño", pensó, dejándose llevar por sus sentimientos pero reprendiéndose poco después. "¿Qué dices, Laura? Está comprometido, ya tiene alguien en su vida y parece enamorado de ella, yo no soy ese tipo de mujer que destruye relaciones", se dijo, luchando con sus emociones encontradas y tratando de mostrarse indiferente aunque por dentro la carcomían los celos.Laura se sintió abrumada, pero intentó ignorar lo que acababa de suceder. No podía simplemente dejarse llevar por la desesperación mientras Martín se paseaba por el salón con esa mujer. Así que decidió quedarse y demostrarle que, al igual que él, ella también tenía un compañero atractivo y estaba feliz a su lado. Sin embargo, muchas veces su mente se alejaba de Frederick, anhelando descubrir qué hacía Martín en ese momento.Las horas pasaron y Laura comenzó a sentirse completamente agotada. No solo físicamente, sino también mentalmente, ya que no dejaba de torturarse al estar pendiente de los movimientos de Martín y sufriendo cada vez que lo veía tan divertido al lado de ella.—Debo ir al baño —le mencionó a Frederick. Quería refugiarse un momento y buscar alivio de la algarabía, la música y el gentío que la asfixiaban. Se despidió de él con una sonrisa forzada y se dirigió al baño, buscando un respiro. Al cerrar la puerta, el ruido del salón se desvaneció, dejándola a solas con sus p
Canadá. Cuando bajaron del avión, Lucas miró a su madre con ojos curiosos.—¿Han venido los abuelos a buscarnos, mami? —preguntó, buscando a su alrededor. —No, cariño. Pero nos esperan en casa. Pronto llegamos —le respondió, tratando de contagiarle su entusiasmo. Él asintió con gesto feliz y caminaron hacia donde estaban los taxistas. Una vez en el auto, los recuerdos felices y no tanto que había vivido allí, en Canadá años atrás, comenzaban a bombardear su cabeza. Pero, respiró profundo e intentó disfrutar el momento como lo hacía su hijo. Sonrió al ver su carita colorada y animada mientras observaba el paisaje que pasaba rápidamente.A mitad del camino, durante la parada del taxi para repostar, Laura llevó a Lucas a pasear por la tienda.Sin embargo, cuando echó un vistazo casual por la ventana, vio a una mujer hermosa bajar de un Rolls-Royce Phantom negro. Martin le había prometido que, cuando superaran los tiempos difíciles, le compraría un coche así. Laura sonrió con ironía;
Antes de marcharse, Martín la miró de nuevo.—En fin, haré una fiesta en tres días. Estaré con mi prometida —dijo, sonriendo de manera forzada—. Puedes ir, lleva a tu amante si es deseas—Después de mencionar el lugar y la hora del evento, encendió el motor del auto y se marchó. Laura ni siquiera tuvo tiempo de negarse. Él no esperó su respuesta, como si diera por sentado que ella asistiría. Mirando a su madre con desconcierto, aceleró el paso y subió a su habitación, cerrando la puerta tras de sí. Se dejó caer en la cama, mientras su mente la transportaba a un pasado que había intentado olvidar, pero que aún la hería con fuerza. " No tuve otra opción, Martin " susurró mientras apretaba con fuerza sus labios temblorosos y una lágrima enjugaba sus mejillas. Laura comenzó a recordar aquellos años junto a Martin ...Eran los años en donde las empresas de Martin atravesaban una enorme crisis financiera y en los cuales su propia carrera como modelo estaba en ascenso ya que un ceo italiano
Laura decidió no darle importancia a la invitación de Martín. Para ella, asistir era una estupidez; no encontraba motivo suficiente para hacerlo. Él había comenzado una nueva vida, y ella no tenía necesidad de interferir en la suya. Así que se quitó la idea descabellada de la cabeza y se ocupó de otros asuntos importantes para iniciar su nueva vida en Canadá.Al día siguiente, decidió visitar a Leticia, su amiga de toda la vida, a quien no había visto en mucho tiempo. Apenas se enteró de que Laura había regresado, le hizo una llamada y quedaron en encontrarse personalmente para recordar viejos tiempos. Leticia era la única que conocía la verdad sobre la partida de Laura, el secreto que había guardado celosamente. Cuando se fue, le pidió que no le dijera nada a Martín. Tal vez, como decía su madre, su existencia no le traía ningún beneficio. Si realmente lo amaba, debía dejarlo libre, permitiéndole vivir la exitosa vida que merecía. No podía ofrecerle el apoyo financiero que necesitaba