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La próxima vez mis besos sabrán a chocolate

Candy tu situación es preocupante, preocupante… - Silk añadió drama a sus palabras al empezar a golpear su cabeza contra el mostrador.

Con eso no lograrás nada, deja prendo el horno. – Dijo Candy con ironía y de inmediato Silk dejó de golpearse.

No solo le dijiste que sabía a harina, si no que le detuviste en medio de un beso y encima le reclamas que por que no sabía mejor a chocolate.

Simplemente se me escapó.

Lo que se te va a escapar es ese hombre si sigues soltando semejantes barbaridades delante de él.

No pretendo atraparlo, es más no pretendo verle una vez más en mi vida ¿con que cara lo haría? ¡Ni muerta me atrevo a cruzarme en su camino de nuevo! ¿No tienes nada que decir? – Le increpó a Silk quien había hecho ya toda una habilidad eso de mirarla sin parpadear.

Claro, dame otra rebanada de Pasión Oscura, ya que tú lo desprecias, me lo comeré yo aunque sea en su versión de repostería.

¡He dicho que no pienso volver a verlo! – Insistió al ver que su amiga no la creía.

Si, si… lo que tú digas, dame más pastel.

Sabes a harina, le había dicho ella y él seguía pensando en eso y sobre todo en sus siguientes palabras: Hubiera sido mejor que supieras a chocolate.

Con que chocolate.

¿Señor? ¿quiere un chocolate?

No, ¿Por qué preguntas? – Le dijo a su ayudante y de pronto cayó en la cuenta que estaba en mitad de una junta, doce pares de ojos le miraban curiosos, excepto su hermano que lo miraba con diversión suprema. ¿Por qué demonios le había contado lo que había pasado con Candy? Por que jamás le había sucedido por eso, por que ninguna mujer le había detenido en mitad de un beso, por que el besar él lo había convertido en un arte, en cuestiones amorosas se sabía experto y daba la casualidad que eso no parecía bastarle a ella, que le había detenido por que sabía a harina y encima se había reído de él y dicho con toda la tranquilidad del mundo, tranquilidad que él no había sentido en ese momento pues deseaba concluir lo que había iniciado, que todo hubiera salido mejor si sus labios hubiesen sabido a chocolate. - ¿Cuál es el mejor chocolate del mundo? – Preguntó de pronto.

¿Por qué quieres saber? – Preguntó su hermano burlón.

Pretendo iniciar toda una elaborada y exitosa estrategia. –Por supuesto que no explicó a que se refería.

No escatimes al preparar tus postres favoritos. Usa lo mejor, compra lo mejor, pide lo mejor y el resultado será excepcional. No te detengas hasta lograr el resultado deseado, recuerda que para lograrlo el uso de los mejores ingredientes es esencial, sólo así lograrás un resultado de ensueño.

Apasionadamente rico, K. Candy.

¡Esto no es mío! – Exclamaba Candy días después al ver la enorme entrega.

La dirección es correcta, usted es la destinataria. No hay error. – Decía el repartidor.

¿Quién lo manda?

Kensington, Drake. Firme aquí. – Y ella firmó como una autómata.

¿Cómo dijo…? - Empezó a decir.

Oh si, él dijo que le entregara esto. – El repartidor le extendió un elegante sobre color oscuro sellado, su nombre venía impreso en letras doradas.

Tus deseos son órdenes, la próxima vez mis besos sabrán a chocolate y no a harina…

¿Es que se lo tomó como un reto? – Corrió a abrir las cajas y lanzó exclamaciones de asombro - ¿Godiva? ¿Pierre Marcolini? ¡Delafeé! – Más y más cajas salían de las casas chocolateras más caras y exclusivas. - ¿Qué voy hacer?

Señor tiene una llamada de una tal señorita Camel.

¿Camel? No conozco a nadie con ese apellido. – Drake tomó un sorbo de su café y se lo quedó viendo, oscuro como el chocolate pensó.

Dice que a donde le manda todas las cajas de chocolate.

¿Candy Camel? – Enseguida prestó atención a su ayudante.

Pásala de inmediato. ¿Candy? – Preguntó en cuanto se puso al teléfono.

Pensaba ir personalmente, pero son muchas cajas. – Le soltó ella sin más.

¿Así que piensas devolverlas?

Realmente no tengo idea de por que mencioné el chocolate.

Ah, así que es eso ¿prefieres otra cosa entonces? ¿fresas? ¿miel? ¿Helado? Tú dime. – La provocó.

Tú lo empezaste todo. – Le acusó cual niña.

Sí, yo te besé primero ¿Y?

¿Acaso te provoqué, te di motivos?

Demasiados a decir verdad.

Explícate. – Le exigió.

A decir verdad nunca había considerado sexy a una mujer llena de harina y mucho menos si esa mujer disfruta de pelear con una cría indefensa.

¡Honey no es ninguna cría indefensa!

Lo cierto es – Continuó sin hacerle caso – Es que verte llena de harina y riendo me pareció de lo más lindo y sexy. Y luego todos tus movimientos deliberadamente provocadores mientras hacíamos las galletas.

Créeme no se me pasó en ningún momento el intentar provocarte.

¿Ah no? ¿Y por que me rozabas a cada rato con tu cuerpo entonces?

¡¿Que yo qué?!

Admítelo. Al ir por un cuenco o por algún ingrediente pasabas muy cerca de mí.

¡Eso era por que no te apartabas! ¡Y te pedí espacio en más de una ocasión si bien recuerdo!

Ahora esos pequeños detalles aparecían en su memoria, era cierto, él no se apartaba a pesar de que ella le pedía que se moviera para acá o allá.

Fingía hacerlo, pero en realidad se quedaba en la misma posición por lo que inevitablemente terminaban muy cerca, ella buscaba terminar el contacto lo más rápido posible e intentaba sumergirse de nuevo en la preparación de las galletas, en ningún momento había pensado que él lo hacía a propósito y ahora ¡Se atrevía a decir que ella era la provocadora!

Si me regresas lo que te he mandado – Dijo cambiando la conversación e ignorando sus protestas – Asumiré que quieres que yo lo pruebe y tenga el sabor que me pediste y por lo tanto vaya a buscarte para complacer tu antojo de besos sabor chocolate.

¿Y si me lo quedo?

Seguro que lo probarás y serás tú la que tenga labios sabor chocolate, no me quedará de otra que ir a probarlos.

Lo daré a caridad. Voy a colgar.

¡No! Espera. Está bien. – Suspiró – Hagamos un trato.

Minutos después de haber recibido la llamada, Candy pensaba: ¿Qué rayos estaba pasando?  ¿Estaba loca o que? Drake “pasión oscura” estaba coqueteando en toda regla con ella, ¡la había besado por el amor de Dios! ¡Le había mandado todos esos chocolates para que los siguientes besos supieran a eso precisamente y no hubiera más quejas por su parte! ¿Y que hacía ella? Llamar muy digna y correcta para decirle que le regresaría todo. Cobarde… pareció susurrarle una vocecita al oído, vocecilla demasiado parecida a la de Silk…

– Volvió a escuchar y dio un grito al percatarse que efectivamente le habían susurrado eso al oído.

¡Me vas a matar de un infarto! – Le dijo sin aliento a Silk, quien detrás de ella se moría de risa por su reacción. – Eres tan sigilosa como un condenado gato.

De sigilosa nada, que hice ruido al entrar pero parecía que el destino del mundo dependía de que te aferraras al auricular del teléfono y mantuvieras esa mirada de loca perdida. – Candy por fin colgó y se sentó desfallecida. - ¿Qué pasa ahora? En serio, no te entiendo ¿Por qué ahora que tu sueño se hace realidad huyes de el?

¿Nadie te ha dicho que las mujeres somos complicadas?

Lo somos, pero una cosa es ser complicada y otra muy distinta ser incoherente.

Hazme el favor de explicarte. –Refunfuñó Candy.

¿En serio necesitas una explicación? Ya veo que es cierto eso de que el amor puede restar como 40 puntos al IQ.

Tu dieta a base de mis postres está a punto de acabar. – La amenazó.

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