» Sin despedirse, sin mencionar palabra alguna, Kenay, se quedó solo mientras sus amigos lo abandonan para volver a la aldea para continuar con sus actividades, regresarían a verlo cada noche, de manera discreta, por si él quería volver, o por si el cansancio lo había vencido, tenían que estar al pendiente de él sin que este lo supiera, así se los había dicho el jefe brujo al prepararlos.
» Kenay, sabía que, durante los próximos cuatro días y cuatro noches, un día por cada una de las esquinas de su cuadrado, no dormirá, ni comerá, vivirá en la soledad y la oración, suplicando por una visión.
» Lo que si podía hacer, era fumar de la pipa todas las veces que lo deseara, no sólo le ayudaría en su meditación, también le inspiraría para tener mayor
» El Sioux verdaderamente valiente, no se rinde ante el miedo ni ante la ira, el deseo o la agonía; él en todo momento es dueño de sí mismo; su valor se eleva a las alturas de la caballerosidad, patriotismo y heroísmo real, vencerse a sí mismo es tener ganada cualquier batalla. » Que ni elfrío, el hambre, el dolor, el temor aellos, ni los dientes erizados de peligros, ni las garras de la muerte misma, teimpidan hacer una buena acción, por el contrario, deben ser tus incentivos, tu motivación, tu fuerza ya que sólo así podrás logarlo —ledijo el gran jefe enuna ocasión enque estaba a punto de partir con otros guerreros en busca del búfalo en pleno invierno para el alivio de un pueblo que moríade hambre.» La escuela del Santee, no es algo
También comprendió, que ya era padre y como tal, debía actuar con cautela y cuidado, ya que de otra manera se exponía a dejar a su familia sin una cabeza que los guiara, a sus hijos sin un maestro que les enseñara lo mejor de él, a su esposa sin un hombre que amara hasta el suelo que pisaba.¿Sería acaso eso la madurez de la que su padre tanto le había hablado? Seguramente estaba madurando, la vida lo estaba obligando a hacerlo y eso era parte importante de su formación y principalmente de su ser.Después de todo, ya era un hombre de familia y como tal debía pensar en ellos antes que, en él mismo, así que iba a enfrentar su nueva situación con inteligencia.El amor, del que tanto le habían hablado y enseñado, era más grande y más fuerte cuando la fa
Minutos más tarde, Aiyana, detenía su montura frente a su tipi, en donde ya la esperaban el gran jefe, el jefe brujo, Takoda y Kange, enterados de lo sucedido.Sahale, Takoda, Kange y Tadi, bajaron el cuerpo de Kenay, y entre los canticos que ya había iniciado el jefe brujo, lo condujeron a su tipi, en donde lo acomodaron y salieron esperando que le hicieran las curaciones necesarias.Pese a la angustia, al temor y a la incertidumbre que la envolvía, Aiyana, se mantenía inmensurable, ni su rostro, ni su cuerpo delataban todo aquello que estaba sintiendo dentro de su pecho al pensar que su marido podría morir.Takoda, su suegro y Kange, su padre adoptivo, habían comenzado unos canticos y unas danzas míticas y religiosas, seguidos por Sahale y Tadi, a los que ya se habían unido otros guerreros que conocían y estimaban a Kenay, todos dese
Al otro joven guerrero, el que se había comportado con respeto y corrección, la Mujer Búfalo Blanco le dijo con una voz suave y dulce:—Traigo cosas buenas, cosas sagradas para tu nación. Un mensaje traigo para tu pueblo desde la nación del búfalo…. Vuelve a tu campamento y diles a todos que se preparen para mi llegada… Informale a tu jefe todo lo que has visto aquí y dile que prepare un tipi medicinal, «Inipi», con veinticuatro palos. Que santifiquen sus cuerpos para mi llegada.El joven cazador retornó presuroso al campamento y les contó a los siete jefes del consejo, frente a todo el pueblo, lo que había sucedido, desde que la vieran hasta que la mujer sagrada le había ordenado. Su jefe le ordenó al eyapaha, «el pregonero»,
—Estoy muy débil… me duele mucho el pecho y el hombro… no podré ni levantar un arco… mucho menos podré guiar a alguien… así no le sirvo a nadie —insistió Kenay, abatido y derrotado— lo mejor es que vaya al encuentro de Wakantanka, para terminar con esto de una vez.—Un guerrero Sissenton, no se rinde ante nada… así que deja de compadecerte y levantate para que sigas tu destino… —dijo ella— y no te lo estoy pidiendo, te lo estoy ordenando… así que tienes que obedecerme… ¡Levántate guerrero, Kenay!Kenay, iba a protestar por aquello y de pronto la visión se esfumó frente a sus ojos, pese a su estado, no comprendía nada de aquello, sólo sabía que debía obedecer y levantarse para cumplir con lo que se le había ordenado.
Los pistoleros no tardaron en aparecer a todo galope por el camino, Kenay, los observó con ojos fríos y mirada resuelta, como el águila, esperando el momento indicado para lanzarse al ataque despiadado y definitivo, sus músculos se tensaron más de lo que ya estaban y lentamente fue levantando su arco con determinación, de pronto, con un grito de guerra Kenay, dio la señal.Cuatro flechas salieron disparadas llevando su mensaje mortal, cuatro hombres blancos sintieron la muerte llegar cuando las flechas los atravesaron, a uno en el cuello, a otro en el centro del pecho, otro más fue alcanzado en el estómago y el cuarto recibió la flecha en el ojo derecho.Al ver caer a sus compañeros, los otros seis jinetes se detuvieron, bajaron de sus caballos y buscaron protección entre las rocas, aunque antes de que pudieran esconderse, dos más cayeron
—¿Entonces crees que debo aceptar? —preguntó él viéndola a los ojos.—¿Crees que el águila renunciaría a volar sobre la montaña? —preguntó a su vez ella sin dejar de verla— o ¿crees que el búfalo renunciaría a su ferocidad?Kenay, ya no le respondió, simplemente la estrechó entre sus brazos y le dijo que la amaba más que a nada en la vida que, sin ella, nada tenía sentido en su existir.Esa misma noche, vestido con las galas de un gran guerrero, Kenay, abandonó su tipi y se encaminó al centro de la aldea, en donde varios guerreros danzaban y cantaban, acompañados por los tambores y por las flautas que le daban vigor a aquella ceremonia, que los había convocado.Todos estaban enterados de su nombramiento y al verlo
Sabía que la tribu estaba pasando hambres, los animales se habían escaseado en el bosque y ya no era posible cazar ni un conejo, el invierno llegaba más frío que otras veces y si no hacían algo pronto, comenzarían a enfermarse algunos.Sobre todo, los niños que eran los que estaban más en riesgo, por eso era necesario que se iniciara una cacería que les permitiera traer toda la carne posible para alimentar a la tribu durante el par de meses que faltaban del invierno.Dos días después de aquella intima plática en la intimidad, Aiyana, vio que Kenay, se metía al tipi y de inmediato supo que él iba orar a los dioses para que lo guiaran y lo llevaran por la senda correcta hacia la manada de búfalos:—¡Oh gran espíritu! Wakantanka… cuya voz oigo en el viento y cuyo respiro da