Minutos más tarde, Aiyana, detenía su montura frente a su tipi, en donde ya la esperaban el gran jefe, el jefe brujo, Takoda y Kange, enterados de lo sucedido.
Sahale, Takoda, Kange y Tadi, bajaron el cuerpo de Kenay, y entre los canticos que ya había iniciado el jefe brujo, lo condujeron a su tipi, en donde lo acomodaron y salieron esperando que le hicieran las curaciones necesarias.
Pese a la angustia, al temor y a la incertidumbre que la envolvía, Aiyana, se mantenía inmensurable, ni su rostro, ni su cuerpo delataban todo aquello que estaba sintiendo dentro de su pecho al pensar que su marido podría morir.
Takoda, su suegro y Kange, su padre adoptivo, habían comenzado unos canticos y unas danzas míticas y religiosas, seguidos por Sahale y Tadi, a los que ya se habían unido otros guerreros que conocían y estimaban a Kenay, todos dese
Al otro joven guerrero, el que se había comportado con respeto y corrección, la Mujer Búfalo Blanco le dijo con una voz suave y dulce:—Traigo cosas buenas, cosas sagradas para tu nación. Un mensaje traigo para tu pueblo desde la nación del búfalo…. Vuelve a tu campamento y diles a todos que se preparen para mi llegada… Informale a tu jefe todo lo que has visto aquí y dile que prepare un tipi medicinal, «Inipi», con veinticuatro palos. Que santifiquen sus cuerpos para mi llegada.El joven cazador retornó presuroso al campamento y les contó a los siete jefes del consejo, frente a todo el pueblo, lo que había sucedido, desde que la vieran hasta que la mujer sagrada le había ordenado. Su jefe le ordenó al eyapaha, «el pregonero»,
—Estoy muy débil… me duele mucho el pecho y el hombro… no podré ni levantar un arco… mucho menos podré guiar a alguien… así no le sirvo a nadie —insistió Kenay, abatido y derrotado— lo mejor es que vaya al encuentro de Wakantanka, para terminar con esto de una vez.—Un guerrero Sissenton, no se rinde ante nada… así que deja de compadecerte y levantate para que sigas tu destino… —dijo ella— y no te lo estoy pidiendo, te lo estoy ordenando… así que tienes que obedecerme… ¡Levántate guerrero, Kenay!Kenay, iba a protestar por aquello y de pronto la visión se esfumó frente a sus ojos, pese a su estado, no comprendía nada de aquello, sólo sabía que debía obedecer y levantarse para cumplir con lo que se le había ordenado.
Los pistoleros no tardaron en aparecer a todo galope por el camino, Kenay, los observó con ojos fríos y mirada resuelta, como el águila, esperando el momento indicado para lanzarse al ataque despiadado y definitivo, sus músculos se tensaron más de lo que ya estaban y lentamente fue levantando su arco con determinación, de pronto, con un grito de guerra Kenay, dio la señal.Cuatro flechas salieron disparadas llevando su mensaje mortal, cuatro hombres blancos sintieron la muerte llegar cuando las flechas los atravesaron, a uno en el cuello, a otro en el centro del pecho, otro más fue alcanzado en el estómago y el cuarto recibió la flecha en el ojo derecho.Al ver caer a sus compañeros, los otros seis jinetes se detuvieron, bajaron de sus caballos y buscaron protección entre las rocas, aunque antes de que pudieran esconderse, dos más cayeron
—¿Entonces crees que debo aceptar? —preguntó él viéndola a los ojos.—¿Crees que el águila renunciaría a volar sobre la montaña? —preguntó a su vez ella sin dejar de verla— o ¿crees que el búfalo renunciaría a su ferocidad?Kenay, ya no le respondió, simplemente la estrechó entre sus brazos y le dijo que la amaba más que a nada en la vida que, sin ella, nada tenía sentido en su existir.Esa misma noche, vestido con las galas de un gran guerrero, Kenay, abandonó su tipi y se encaminó al centro de la aldea, en donde varios guerreros danzaban y cantaban, acompañados por los tambores y por las flautas que le daban vigor a aquella ceremonia, que los había convocado.Todos estaban enterados de su nombramiento y al verlo
Sabía que la tribu estaba pasando hambres, los animales se habían escaseado en el bosque y ya no era posible cazar ni un conejo, el invierno llegaba más frío que otras veces y si no hacían algo pronto, comenzarían a enfermarse algunos.Sobre todo, los niños que eran los que estaban más en riesgo, por eso era necesario que se iniciara una cacería que les permitiera traer toda la carne posible para alimentar a la tribu durante el par de meses que faltaban del invierno.Dos días después de aquella intima plática en la intimidad, Aiyana, vio que Kenay, se metía al tipi y de inmediato supo que él iba orar a los dioses para que lo guiaran y lo llevaran por la senda correcta hacia la manada de búfalos:—¡Oh gran espíritu! Wakantanka… cuya voz oigo en el viento y cuyo respiro da
Aiyana, tenía las dos manos sumergidas en el río en espera de un buen pez hasta que la consiguió, todas ellas comenzaron a sacar peces que atrapaban y los ponían en las cestas a sus espaldas.—Que no se les escape ninguno —les decía Aiyana, a cada nueva captura, las alentaba a continuar y a sentirse satisfechas con sus logros. Sin preocuparse por otra cosa se concentraron en su labor mientras los niños trataban de atrapar peces a su manera, imitando los movimientos de su madre y su tía que poco a poco llenaban sus cestas.Ensimismadas en lo que hacían no se dieron cuenta que eran observadas por unos lujuriosos vaqueros que, montados en sus caballos se acercaban poco a poco al río. Eran tres jinetes con un claro aspecto de malhechores, sus vestimentas denotaban que eran pistoleros, llevan puestas gruesas chamarras de piel, sombrer
Se trataba de atrapar a aquella liebre, montados en el lomo del animal, Kenay se rio de Aiyana, no todos los guerreros podían hacer eso, eras muy pocos los que estaban capacitados para manejar a un caballo con las rodillas, persiguiendo una libre y eran contados los que podían atraparla galopando, ya que había que dejarse caer a un lado sujetando las riendas con una mano y con la otra atrapar a la liebre.Algunos que lo intentaron terminaron rompiéndose el cuello sin capturar a su presa, otros, cayeron del caballo provocando la hilaridad del resto, y no faltaron los que salieron lastimados y revolcados, sin haber alcanzado al animal, así que no todos lo intentaban, eludían el reto cuando alguien se los hacía.No obstante, el joven guerrero la amaba tanto y confiaba en todo lo que le había enseñado, que decidió complacerla y juntos salieron a todo galope busca
Su patrón no murió, más, al curarse de la herida que le hiciera en el pecho, ofreció una recompensa por Morgan, vivo o muerto, no le importaba como le llevaran a aquel ingrato vaquero que tan mal le había pagado, lo que le importaba era poner un ejemplo para todos aquellos que intentaran seguir el ejemplo que Sam, les había dejado con su cobarde actitud.Ajeno a todo eso, Sam cabalgó por tres días por la llanura, aunque no sabía que su patrón no había muerto, estaba convencido que en cuanto encontraran el cuerpo y vieran que él no estaba, iban a ir en su persecución como perros salvajes, así que quería poner la mayor distancia entre ellos y él.Al cuarto día llegó a un poblado y, casi de inmediato, comenzó a gastar el botín conseguido, se sentía rico y poderoso, nunca había di