Llegué media hora antes, con unos botines negros, un pantalón negro, un polo blanco y una chompa gris, estaba hecho un manojo de nervios, era más que obvio, iba a tener una cita con el amor de mi vida en ese entonces, caminé muchas veces de ida y vuelta por ese puente y cuando vi la hora, eran las 4:50 pm, empecé a desesperarme, quería llamarla y preguntarle dónde estaba, si iba a venir o no, pero no lo hice por dignidad quería tener una imagen de desinteresado, un amigo nada más (Por supuesto mis planes eran otros) y bueno, llegó. Ella traía puestas unas Converse blancas, unas pantis del color de su piel, un vestido amarillo y una chaqueta de cuero negra, parecía una abejita, fue muy cómico, cuando estuvo cerca de mí yo saqué mi móvil y miré la hora, eran las 5:15 pm y le hice un ademán de indignación y recibí la respuesta más diplomática que jamás pensé oír “Lo siento, me perdí en el sendero de la vida” fue lo que me dijo entre risas, usualmente me hubiera molestado, sin embargo no pude, si hubieras visto su sonrisa, es imposible enfadarse con alguien cuya sonrisa es tan hipnótica, así que solo opté por reírme. Comenzamos a caminar, conversamos sobre varios temas, banales en realidad, todo se tornó muy novelesco cuando empezó a hacerme preguntas, lo cual comprendí pues iba a quedarme con ella días y nadie quisiera compartir un espacio con alguien en quien no confía y acepté responder, las preguntas que recuerdo eran éstas:
—¿Qué es lo primero que haces al despertar? —Empezó Gianella con la ronda de preguntas.—Bueno primero abrir los ojos, después ir a asearme. —Dije con un tono diplomático.
—¿Te duchas antes de dormir? —Me preguntó Gianella.—Por supuesto que sí. —Respondí con un gesto de indignación.—¿Qué me harías si estuviera indefensa? ——Respondí confundido.—No puedes responder una pregunta con otra. —Me gritó Gianella.—Vale, lo entiendo… pues te cuidaría. —Dije con los hombros encogidos y mirando a Gianella.—¿Si estuviera ebria a dónde me llevarías? —Me analizaba con la mirada Gianella mientras me preguntaba.—Te llevaría al lugar que compartimos, te arropo y te dejo en tu cama. —Respondí con una sonrisa.—¿No intentarías tocarme? —Dijo Gianella mientras bajaba su mano por sus senos lenta y provocativamente.—Te seré franco, tienes un cuerpo increíble, volverías ateo hasta al mismo Jesús, solo para romper el mandamiento que prohíbe la lujuria, mas no lo haría, respeto a las mujeres y sé controlarme. —Suspiré tras responder. —¿Tienes algún fetiche en la cama? —Dijo mientras me tomaba del cuello de mi chompa para intimidarme o ver más de cerca mis ojos.—¡¿Y eso a qué vino!? —Balbuceé en un intento varonil de respuesta.—¡No se responde una pregunta con otra! —Refutó con el ceño fruncido Gianella.—Vale, vale, bueno solo uno, pero no es un fetiche, más bien es una manía, me gusta jugar con la persona, cosquillas, mordidas, algo que para mí es típico, bueno es lo que haría. —Respondí mientras trataba de recuperar la dignidad que me quedaba.—¿Harías? No entiendo —Cuestionó Gianella, con la mano en la cabeza en señal de confusión.—Sí haría, es que yo…soy… virgen. Joder que vergüenza. —Aclaré con los ojos a las seis.Después de esta vergonzosa confesión llegó lo que no quería que llegase y lo que era más que obvio que llegaría, el tan molesto “aaaawwww”, juro que siempre lo he odiado y solo de ella lo acepté entre risas y un semblante ruborizado. Después de platicar y explicarle cómo a mis 19 años seguía virgen, me dijo “bueno, creo que puedo confiar en ti.” Y eso para mí fue como la bienvenida al edén. Después del sí, le pregunté si fumaba y para suerte me dijo que sí, justo cuando le iba a ofrecer un cigarrillo, con un movimiento raudo de manos, sacó un piti y lo prendió sola, al notar mi lenta reacción, opté por ir sacando mi papel para tabaco, mi encendedor negro y mi caja de tabaco, empezamos a caminar, rumbo al mar, el silencio era como un canto que estaba en armonía con la brisa otoñal y terminé de armar mi cigarrillo y ella me lanzó una última pregunta.—¿Y cómo te trata la vida? —Preguntó Gianella en un intento de soslayo.—¿La vida? La vida me trata cómo a cualquier ser humano. —Dije mientras veía mi cigarrillo.Levanté el cigarrillo entre mis dedos y le dije “mira la vida me trata así”.—¿Cómo así? No entiendo.—Yo soy el tabaco, el mundo es el papel, la vida es el humano y el tiempo es el fuego.—¿Me explicas? —Dijo con mucha curiosidad.—Claro, yo soy el tabaco, la vida me envuelve en un mundo sin consultarme nada, solo me junta con símiles humanos, y me enrolla en lo que llamamos sociedad, suena bien —¿verdad? Ella asintió con un semblante que denotaba curiosidad. Luego la misma vida me coloca en sus labios y se prepara para ingerir el veneno que somos para el mundo ¿Cómo lo hace? Con ayuda del tiempo, quien en este caso es el fuego, el mismo que nos consume lento, tan lento que cuando nos damos cuenta ya estamos al final.—¿Y el humo? ¿Qué es el humo? —Preguntó con sus ojos clavados en mí, Gianella.—El humo son las vivencias, los sueños, las palabras, las promesas, que son espesas y fuertes al salir pero que se marchan con el viento para no volver. —Respondí.—¿Y después que queda? —Volvió a preguntar Gianella.—Después solo queda aceptar que nuestro destino es el mismo que el de este cigarrillo. —Contesté con la colilla del cigarrillo elevada entre mis dedos.—¿Y cuál es?—Los cigarrillos en manos prudentes acaban en un tacho, en manos imprudentes en el piso, pero en ambos casos acaban en la b****a dije mientras tiraba el cigarrillo que había terminado en un tacho público. ─Dije aclarando la duda de Gianella.En ese momento nuestras miradas quedaron ancladas, ella me veía y en sus ojos había un brillo acendrado, podía ver la sonrisa de su alma en esa simple mirada y mi reflejo totalmente enamorado de su mirar, la brisa también quiso ser parte de nuestro momento y acariciaba nuestro cabello hasta que un susurro me despertó.—¿Sabes qué más queda? —Me preguntó Gianella en tono seductor.—¿Qué? —Cuestioné confundido.—La esencia del tabaco, la misma que en este momento eres Tú.Apenas terminó de decir el TÚ me besó, fue un beso tierno, de esos cuyo ritmo es como el de un vals, de esos que vienen acompañados por un suave mordisco a ojos cerrados y los latidos al mismo son, de esos que te llevan al cielo, de esos besos que son como en los cuentos de hadas cuando la princesa roza los labios de su príncipe azul por vez primera, solo que en esta ocasión yo era el príncipe que besaba a su reina abejita, era esclavo de su perfección, atrapado en esas redes que más que aterrarme me llamaban, pero podría vivir preso, si ella era mi jaula.Pasaron las horas entre el tabaco y el alcohol y cuando nos dimos cuenta eran las 11:11 PM, le dije mirara la luna y pidiera un deseo en su mente, demás está decir que hice lo mismo. Después fui a dejarla en su casa, la cual estaba en los alrededores del parque Kennedy, llegamos y eran las 2:00 AM y yo no sabía cómo volver a casa, ella entró a su departamento y me preguntó.—¿Cómo te vas a regresar a tu casa?—No te preocupes por mí, todo saldrá bien.—Mira yo vivo sola, quédate aquí esta noche, dormirás en el sofá ¿okey?—No quiero molestarte enserio.—Ya cállate y espérame, voy a traer las mantas.—Bueno gracias, apenas se fue a traer las mantas saqué mi móvil y envié un mensaje a mi padre diciendo que me quedaría a dormir en la casa de Gianella y recibí un tierno “OK”.Y así fue como acabó el primer día antes del paraíso.
Desperté con un dolor de cabeza terrible, no sabía si era por la resaca o porque dormí en una mala posición, me quedé echado un par de minutos viendo el techo y tratando de procesar todo lo que había pasado, si estaba soñando y recién había despertado o al menos si Gianella era real, porque, vamos querido diario, parece un sueño, una vez que noté que esto estaba pasando me dispuse a levantarme y el dolor no se hizo esperar, era como si con cada movimiento mis huesos se alinearan nuevamente, cada movimiento eran dos crujidos, con tantos “crack” sonando me quedé quieto por los nervios y me puse a pensar que hacer, me aburría estar en esa posición y me paré de golpe provocando una sinfonía de crujidos en mi cuerpo, el sonido era semejante al que se produce cuando aprietas con el puño esas burbujas protectoras, no semejante, el mismo ,mas logré ponerme de pie. En mi mente solo podía pensar: “vaya, no puedo creer que esto vaya a suceder realmente.” Entre otros pensamientos bobos que iban
Volví a ser feliz, nuevamente fui aprendiz del pecado. Después de volver a hacer el amor y ducharnos, ella salió y la ayudé a hacer sus maletas, tenía batas de enfermera y algunas herramientas que no sabía para que eran, solo reconocí el aparato medidor de presión, había muchos vestidos, poleras, pantalonetas y calzado para todo tipo de ocasión. Le pedí que por favor me acompañe a mi casa para revisar por última vez mis maletas e irnos y ella aceptó.En el camino de regreso fuimos a mi casa de San Martín de Porres. En la puerta de mi casa empezaron a aflorar sus miedos, estaba nerviosa por cómo comportarse y no sabía de qué manera presentarse ante la familia mía, ella halaba de mi polera y yo solo tomé su mano y le dije “tranquila, si alguien pregunta eres mi pareja” en ese momento su semblante mostraba duda y antes de que responda ella mi madre nos abrió la puerta e hizo algo que no veía desde la muerte mi hermano, mi madre se dejó caer al suelo, el chocar de sus l
—Déjamelo a mí muñeco. ─dijo luego de un guiño.—Usted manda, mi reina. —Respondí con la mano en mi sien, en forma de saludo militar. Ella se sentó sobre mí y empezó con su increíble fellatio y yo que no sabía qué hacer, empecé a lamer su “clítoris y después pasaba mi lengua por sus labios para después introducirla en su ahora húmeda vagina”, puede que no sepa de sexo, pero conocía algunas partes erógenas de las mujeres al menos por cultura general, sus gemidos no se hicieron esperar, supuse que lo estaba haciendo bien así que seguí y ella empezó a arquear su espalda y por momentos presionaba mi rostro con las piernas, me decía que siguiera, cosa que hice aunque por mi inexperiencia lo dudé, luego ella se levantó y se puso boca arriba, yo me arrodillé en la cama esperando como un perro esperando que le den su comida y así fue, de un tirón de cabello me dieron de cenar y no pude esperar para ejecutar un inexperto cunnilingus, ella apretaba mi cabeza con fuerza hacia su vagina
Gianella aprovechó para ir al baño y yo me quedé esperando, la ansiedad me comía, quería saber que me iba a decir ¿Será algo bueno? ¿Será algo malo? ¿Cómo saberlo? Las posibilidades son infinitas, yo solo quería saber que me iba a decir. Pasaron un par de minutos y la preocupación me empezaba a invadir, temía que el avión despegara con ella en el baño. Cuando me levanté para buscarla la vi regresar, tan majestuosa como siempre, con su mirada de diosa y sus pasos de fuego. Le hice una señal con las manos para que venga y ella al percatarse de mi existencia apresuró su paso. Nos sentamos y ella recostó su cabeza en mi hombro, yo acaricié su mejilla y el avión se puso en marcha, por algún extraño motivo yo me mantuve estoico y expectante, un hambre de curiosidad era lo único que me invadía, pero no po
Querido diario, ¿Sabes qué es el miércoles Rojo? Por suerte pude contarla una vez más, aquella vez fue difícil, pero pude hacerlo, los miércoles rojos allí eran una forma muy extraña de diversión, fue inventada por los guardias de este lugar en un día peculiar. Te lo cuento para que lo recuerdes, el origen del miércoles rojo tuvo lugar, obviamente un miércoles de primavera cuando la novia de Serpiente (Los guardias lo conocen por su apodo) tuvo una hemorragia luego de un corte medianamente profundo que atravesó su torso y la dejó en coma, un coma que duró casi tres años y despertó justamente un miércoles ¿Puedes creerlo? Es una cosa de locos, totalmente irrisoria y difícil de creer, pero así paso, me lo dijo serpiente ¿Cómo? Para decirte cómo, primero debo explicarte de que trataba el miércoles rojo, este juego
—¿Su hija? ¿Gianella? —Pregunté con sorpresa.—¿Conoces a Gianella? Pero mira que pequeño es el mundo, supongo que conejo te va a querer, en fin, mucha suerte pequeña, toma, te devuelvo tu móvil, tiene todo solo agregue mi número y el de conejo por si acaso, usa el marcado rápido, aprieta 2 si quieres llamar a conejo y 9 si me quieres llamar a mí, ahora sí, buena suerte.Ni bien termino de decir esto, serpiente se abalanzó sobre mí y me aplicó una llave al brazo muy fuerte solo para conducirme a la puerta, la abrió con facilidad y me empujó.—Hay formas más amables eh. —Dije adolorido.Emprendí mi camino al piso 1, el pasadizo estaba muy callado, habían dos puertas, nada extraño o eso pensaba, llegué al segundo piso y justo cuando estaba pensando que todo esto era una farsa oí el primer disparo, me agaché de inmediato y avancé con el pecho pegado al suelo con dificultad pues no tengo entrenamiento militar, ni resistencia que me avale, para el quinto paso ya estaba
—¿Tenemos que llevar a ese imbécil? —Gianella, eso no está en discusión. —Dijo Alejo.—Pero papá, él es un bueno…—Para todo diría yo señorita, más respeto que si no fuera por mí tu noviecito no habría sobrevivido. —Oigan, por favor…—El que debería tener más respeto eres tú, pedazo de imbécil, aun herida puedo patearte el trasero…—Chicos por favor, cálmense… —Decía en tono amable. —¿A si? A ver qué tan fuerte eres…—¡Basta! ¡Quiero respuestas y las quiero ahora! —Exclamé hostigado.—Parece que tu noviecito tiene carácter eh.—No es mi novio…—Eso lo arreglo ahora mismo. Tomé la su mano y viéndola a los ojos le dije: ¿Gianella quieres ser mi novia? —¡¿Qué?! ¡Sí, claro que sí!Querido diario, luego de su respuesta, todo tuvo sentido, fuimos a un taxi con dirección al aeropuerto y regresamos a Lima. Fuimos a la casa de Gianella y nos sentamos en la mesa, todas las miradas eran hacia mí y nadie se atrevía a hablar así que yo me disp
Solo te diré que la conversación se tornó bastante difícil pues el único uso que veían para mí, era de carnada o de un cebo para atraerlos, pero sería estúpido pues si algo me pasaba no iba a poder defender a Gianella. Así que solo opté por decirle lo que quería hacer.—Déjame ir a mí, conseguiré la información que necesitan y volveré a lo mucho en dos días. —¿Cómo estás tan seguro de que vas a volver?—No te voy a mentir, no estoy seguro de hacerlo, pero tengo qué.—¿Por qué tienes qué?—Sí que eres preguntona eh, confía en mí, tengo que volver, hay algo que deseo hacer. —¡Dime qué es eso que debes hacer! —Dijo con una voz a punto de quebrarse. —¡Ay Dulcinea! Lamento mucho si mi ígnea determinación dicta la pugna interna que erosiona en una curiosidad apremiante por respuesta alguna, pero la estulticia en este caso será la salvación que necesitas y el amparo de mi sorpresa futura, sé que la premura de mi elección es dura de entender. —¿Ah? ¿Por qué