Connelly. -” Hemos llegado señor Cooper”- oir como pronunciaba ese nombre, una voz profunda, desconocida, e inesperada, me hizo abrir los ojos de golpe. Para encontrarme ante esos ojos profundos e intensos, sin la barrera de sus gafas, mirándome. Era definitivamente los ojos más impresionantes que había visto nunca, no por su aspecto, aunque eran grandes con largas pestañas, ni por su color marrón miel indescriptible, sino por la intensidad arrasadora, que hizo que, por un segundo, me sintiera totalmente expuesta, con todos mis sentimientos a flor de piel. Darme cuenta de esto fue lo que me hizo reaccionar e intentar separarme de él, de nuevo totalmente avergonzada, sentándome de nuevo al darme cuenta de que no sólo estaba entre sus brazos, sino que, además, estaba totalmente acostada sobre su cuerpo, apoyando mi cabeza en su hombro. -” ¿Se puede saber qué haces, maldito imbécil? ¡No te tomes tantas libertades!”- le dije intentando levantarme, bajando mi cara para que, por lo meno
Connelly. Todo era incontrolable, desatado, perfecto. Me negué a hablar, temiendo de que, si lo hacía, la magia que nos arrastraba desapareciera, si esto era lo único que iba recibir del hombre que amaba, que así fuera, no pensaba arrepentirme de nada. Sus besos fueron aún más candentes, más persuasivos, más desquiciantes, cuando me depositó sobre la cama, mientras me acariciaba el costado de mi cuerpo, con sus tentadoras manos, despacio, probando así por su tacto que, definitivamente, estaba creado para seducir a una mujer, esta se entregará sin reservas. Yo, por mi parte lo abrazaba por sus hombros, aproximando su cara la mía, mientras enredada mis dedos en su pelo negro, espeso, y sedoso. Sentía su lengua en mi boca, esa maldita hacía que mi mente se perdiera en todas esas sensaciones, haciéndome arder desde dentro, sin control. Pronto esos labios, y esa lengua, me demostraron que, el más inofensivo de los males que podía hacerme sentir, lo acaba de experimentar ahora, a partir
Connelly. Cuando abrí los ojos, esa mañana, tarde milésimas de segundo en recordar que había pasado, y menos aún en sonreír, fue quizás esa sonrisa, y la ganas que tenía de girarme para buscar al hombre, para mirar a los ojos a quien se había convertido en mi primer amante, y desde luego, en mi primer amor, lo que hizo que, los nervios ante lo desconocido, al día siguiente, y el miedo que no había sentido esa noche, cerrara los ojos, para fingir que dormía, y así evitar enfrentármelo, sobre todo cuando lo sentí que se movía detrás de mí, para abrazarme, pegando su pecho a mi espalda, y dejando su brazo en mi cintura. -” Podría creer que estás dormida, Maléfica, si no te hubiera oído gemir de satisfacción, al despertarte, y no hubiera visto esa sonrisa de gata traviesa de hace unos segundos, por no decir que me resultaría muy fácil de demostrar que estás fingiendo dormir, preciosa.”- me dijo en un susurro en el oído, haciendo que la tensión se acumulara de nuevo, en esas zonas en la
Connelly. Él, en un principio, me miró, como en shock hasta podía ver, a través de sus gafas, algun brillo de sorpresa mezclado con otro extraño sentimiento que no reconocí, finalmente me dijo: -” ¿Estabas enamorada de mí? Pero si era un don nadie, si te metías a diario conmigo...”- su voz se cortó y yo decidí responderle, aunque sabía que estaba revelado demasiado de mí misma, sólo decidí seguir el consejo que me dio mi madre una vez, cuando le pregunté como había conocido a mi padre, dejaría mi testarudez, arriesgaría, y sería sincera conmigo misma, y con él. -” ¡Eso era fachada, estúpido! Tenía doce años, casi trece ... acaba de dejar las muñecas, como se dice, ¿Cree que sabía qué demonios sentía? Sólo sabía que cuando me ignorabas, ardía de rabia, quería que me vieras, y si no me metía contigo, ni te dabas cuenta de que estaba allí, sobre todo porque tus ojos estaban en otra persona, de hecho, hasta hace poco estuvieron allí también. ¿Verdad? Tú mismo lo dijiste en uno de nuest
Angus. -” ¿Pero qué demonios le pasa a esta niña? llevo más de dos horas llamándola y no me coge el teléfono, ¿Estará en alguna fiesta de esas escandalosas que dicen que tienen las modelos? Lo más seguro, desde que esa maldita incordio que me regalaron mis padres, como hermana, se aleja un poco de mi control, es el ser más peligroso de la tierra. Yo no sé cómo mi padre se dejó convencer con lo de ser modelo, la única razón que veo es que mi padre quiere castigarme de alguna manera, esta maldita niñata terminará volviéndome loco.”- me decía a mí mismo mentalmente con la misma retahíla de quejas al cielo, por el castigo tan grande que me había tocado como hermana menor. Yo ya sabía que no servía de nada, Dios estaba más que cansado de que le pidiera explicaciones sobre este tema, mi teoría era que, para el creador, mi vida había sido lo suficientemente dichosa y afortunada sobre otros seres humanos, como para ponerme, al menos, una especie de prueba, que me hiciera ganarme el cielo, s
Amelia. Sabía que era un sueño, seguro que era un sueño, uno de esos malditos sueños eróticos y calientes que me llevaban asaltando, y siempre con ese hombre, desde hacía ya años, mucho antes de que, en esa tarde aciaga y decidida, ese pervertido y candente sueño se volvió estúpido y soso, ante lo que sentí cuando me golpeó la realidad. También provocó que, lamentablemente, para mi paz mental, se multiplicaran los calientes y desatados sueños, por mil, y que incluso aparecieran cuando estaba despierta, enrojeciéndome y calentándome por entera, motivado porque ya conocía cual era el sabor de sus labios y de su cuerpo, el tacto de su piel, y la fuerza de sus músculos, sobre todo porque ahora tenía el conocimiento exacto, y enloquecedor, de saber lo que se sentía cuando lo tenía dentro de mí. Lógicamente al ser un sueño, y por ser lo único que mi orgullo y mi testaruda mente, no controlaba, me dejé llevar, al principio quiero recordar, dentro de la dificultad que tiene recordar un su
Amelia. -” Espero que tengas la mejor excusa del mundo para haberme dejado colgada veinticuatro horas sin saber de ti, y cuando digo la mejor de la excusa me refiero a un accidente o herida mortal, aducciones extraterrestres, una guerra mundial, salvar al mundo...”- comencé a decirle enfada cuando al fin localicé, dos horas después. Esa fatídica mañana en el ático de mi traidor hermano, con un despertar que sobre pasaba la clasificación R, de donde aproveché para huir, nada más arreglarme, y antes de que un conquistador malditamente atractivo, sexy, y desde luego muy tentador, pero tremente gilipollas, por no hablar de alterante, bajara a desayunar. Sabía que había sido una acción cobarde, pero que podía hacerle, tras llamar esa mañana a la desaparecida Betty Boo, sin obtener respuesta, luego me puse en contacto con el idiota del Rey Arturo, para reclamarle que no me hubiera avisado que ya el ático estaba ocupado por el hombre que con sólo mirarme me alteraba, para lo cual solo re
Amelia.-” ¿Y tú te llamas amiga? No puedes hacerme esto.”- le dije fuera de mí, ante lo que esa maldita me acaba de contar. -” No puede ser, Earhart, Rowdy sólo estar&