Por la noche el segundo capítulo :)
Hotel Hilton, New York, Estados UnidosAquella habitación se había vuelto un tornado de clímax, gritos de placer y de deseo genuino. Había algo que a ambos les estaba haciendo ruido dentro de sus cabezas y era ese sentimiento que empezó a arremolinarse de manera intensa dentro de su pecho, pero que ambos no se atrevían a siquiera a ponerse a deshilar que era o por qué estaban sintiendo eso. Un par de horas después del orgasmo número cuatro, ambos estaban plácidamente dormidos sobre la cama, envueltos en la sábana, Alicia bocabajo con la boca abierta, con el cabello todo revuelto y enredado sobre la pálida almohada. El sonido de una llamada entrante hizo que Emiliano despertara a regañadientes. Estiró su mano para alcanzar el celular en la mesa de noche, pero no lo encontró, abrió un ojo luego el otro y lo buscó desde su lugar todo adormilado, el sonido cesó para volver a sonar de manera insistente y entonces vio la pantalla iluminarse en el tocador del otro lado de la habitación. —Es
Hotel Hilton, New York, Estados UnidosLas puertas del elevador se abrieron ante Emiliano, la sensación de molestia estaba en el centro de su estómago haciendo que se tensara más de lo que ya estaba. Miró su reloj y ya marcaban más de las dos y media de la madrugada, quería terminar ya con eso cuanto antes. Se detuvo frente a la puerta que estaba custodiada por dos hombres altos de apariencia extranjera.—Buenas noches, señor Rodríguez. —saludó uno de ellos en un español entendible.—La señora Vivaldi lo espera. —Emiliano asintió y esperó a que la puerta se terminara de abrir para entrar. Al hacerlo, el aroma a lavanda se impregnó en su sistema, torció discretamente los labios al intenso olor. —Ya era hora que llegara mi hombre. —dijo una voz femenina y con acento italiano al otro lado de la habitación de hotel. Entonces Emiliano la vio. Ella vestía una bata algo transparente que mostraba debajo la ropa interior. Él, por educación, desvió su mirada, incómodo. —¿No piensas decir algo?
Ático de los Rodríguez, New York, Estados Unidos.Alicia se había arropado por completo y se alejó lo que más pudo del lugar del Emiliano, estaba molesta, más que molesta, furiosa, y no hablaría de nada hasta que pasara su mal humor. Emiliano salió del baño con su pijama y rodeó la cama hasta que llegó a su lado, tiró de las cortinas para evitar que la luz de la mañana inundara el sitio, lo que quería en este momento era dormir. Se giró a la cama y Alicia ya estaba dormida, y lo sabía, ya que su respiración se escuchó estable y sus labios estaban entreabiertos. Emiliano entró finalmente a la cama y apagó la lámpara de la mesa de noche de su lado, en cuanto puso la almohada sobre la cabeza, se entregó por completo al sueño. “Césped recién cortado. El olor de carne asada a la parrilla se impregnó en el sistema de Emiliano, luego, voces y figuras que no podía descifrar quiénes o que eran. Bajó la mirada a sus pies y notó que estaba descalzo, cuando la levantó al escuchar su nombre, se q
Alicia miró el conjunto de vestir de dos piezas que tenía puesto, había llevado una de las ropas más bonitas que doña María había comprado en la ciudad de México, sabía ella que quizás en algún momento tenía que verse elegante y al mismo tiempo, recatada. Se recogió el cabello en una coleta baja, se dejó el poco maquillaje que ya tenía y luego bajó. Ya habían pasado casi nueve minutos desde que había subido. No sabía que esperaría al bajar. La actitud de Emiliano la tenía demasiado sacada de onda. Se prometió a sí misma no dejarse de él ni de nadie. Tenían que aprender a respetarla sea quien sea que se cruzara en su camino.Los tacones se escucharon contra el mármol de la escalera, Emiliano alzó la mirada inquieto, entonces la miró. Se veía perfecta para la ocasión, a excepción por el gesto de molestia e irritación en su rostro.—Estoy lista. —dijo Alicia cuando llegó al último escalón.—Vamos. —dijo Emiliano caminando hasta el elevador, a lado se encontraba el hombre de seguridad que
El auto arribó a uno de los restaurantes favoritos de Emiliano, había finalmente cerrado todo lo pendiente de la empresa que había comprado a través del nombre de Alicia, ahora que hizo el movimiento con sus abogados para cambiarlo, era hora de cerrar lo que lo inquietaba con ella. Abrió la puerta para cederle el paso al interior del lugar, Alicia alzó sus cejas al ver el lujo por todos lados, una hermosa rubia estaba sonriendo en su dirección, al acercarse miró detrás de la castaña a Emiliano. —Señor Rodríguez, tengo su mesa lista. —él asintió y tomó del codo a Alicia para guiarla detrás de la rubia que contoneaba seductoramente su trasero en aquel conjunto de vestir, aunque él no miró en ningún momento, ella pensó que sí. «Son hombres, Alicia» creyó. Se sentaron en la segunda planta, con vista al jardín, Emiliano le retiró la silla a Alicia y ella lo agradeció, la rubia estaba observando cada movimiento que hacía él. —Ordenaré ahora. —dijo Emiliano tomando sitio en su asiento,
Emiliano se quedó mudo por un momento cuando escuchó lo que Alicia había preguntado, ella no le retiró la mirada, estaba dispuesta a no intimidarse por lo que fuese que viniera a continuación. —No sé sinceramente por donde empezar…—confesó Emiliano, sintió ese hueco en el centro de su estómago, quería simplemente olvidar el tema de la viuda, Beatrice Vivaldi. —Por el principio—dijo Alicia invitándolo a que siguiera hablando, recargó sus brazos contra su pecho entre la mesa y ella, luego suavizó su rostro. —Bien, —hizo una pausa Emiliano, regresó a su pasado, uno que aún le llegaba, aquella cicatriz que de vez en cuando le daba comezón al recordar todo lo que había vivido para ser ahora un millonario y deslindado de la fortuna que había hecho su familia. —Soy el hijo menor de tres, —comenzó su relato—Y sufrí mucho bullying por parte de Sebastian y Leonardo, al grado de intentar escapar a Estados Unidos por mi cuenta propia. —Alicia alzó sus cejas—Me hicieron la vida un infierno cu
Ático de los Rodríguez, New York, Estados Unidos. Alicia había atrapado los labios de Emiliano de manera apresurada, necesitaba terminar de desbordar todo lo que tenía en su interior, él en pocas palabras había dicho que la amaba, y eso, era mucho para ella, necesitaba mostrarle que ella también lo amaba.—Espera—dijo Emiliano separándose del beso, Alicia abrió sus ojos y lo miró con el ceño arrugado, “¿Acaso después de todo lo que le dijo no la deseaba?” —Vayamos a nuestra habitación, quiero tomarme el tiempo para poder…—se inclinó hacia ella y dejó un beso en la curva de su cuello, haciendo que Alicia se estremeciera en su lugar, él se separó un centímetro de su piel y susurró, —… Disfrutarte. —luego otro beso, pero era un beso tipo “Succionador”, ella se removió y al mismo tiempo se restregó contra lo duro que tiraba del pantalón de Emiliano. Empezó a moverse con más fuerza, él negó con una sonrisa contra la piel de ella. —Aquí, ahora, por favor.—suplicó Alicia—Necesito ahora ten
Ático nuevo de los Rodríguez, New York, Estados Unidos.Alicia gimió cuando Emiliano entró en ella, marcó un ritmo lento, tierno, como nunca lo había hecho desde que había empezado a tener intimidad juntos, estaba disfrutando más de lo normal, era como si hubiese más que una conexión entre dos cuerpos. Era como algo nuevo. Emiliano la miró desde su posición, ella tenía los labios entreabiertos, sus ojos cerrados, mejillas sonrojadas, la luz tenue le daba una imagen de ella bastante sexy, aquel rostro radiaba deseo y pasión, cuando Alicia abrió sus ojos, se encontró con algo más, ella lo amaba, ella había dicho que lo amaba, ¿Eso que sentía en su pecho era un tipo de felicidad? ¿Su corazón latió tan rápido por eso?Sintió las manos de Alicia acariciando sus mejillas, entonces él se detuvo, no salió de su interior, así se quedó encima de ella, mirándola detenidamente. —¿Qué pasa? Estás inquieto, ¿Es por lo que te he dicho?—la mano de Alicia acarició sus nudillos, él negó y llenó de bes