Hacienda «El patrón»Días después…Alicia revisó una otra vez la maleta que había doña María ayudado a armar y quería cerciorarse que no le faltara ningún atuendo, entre ellos, sus jeans favoritos. Había leído en internet todo acerca de Manhattan, el clima, los mejores lugares para visitar, lo que más le emocionó, es que vería la gran estatua de la libertad, aquella que veía a veces en películas románticas en el internet. —¿Pusiste la ropa interior de encaje?—preguntó doña María entrando a la habitación de nuevo, venía con un par de toallas nuevas en mano que había comprado en su viaje en Puerto Vallarta. —Traje un par de toallas de mi viaje, ¿Cuál eliges?—le ofreció dos toallas coloridas de palmas y cocos, y otra era el mar con un par de conchas en la parte final. —Me gustan las palmas, —dijo Alicia—Aunque nunca he visto unas. —Pero lo harás una vez que regresen, habla con Emiliano y dile que…—fue interrumpida por su hijo que entró a la habitación.—¿Qué me diga que cosa?—Alicia l
New York, Estados UnidosAeropuerto internacional John F. KennedyAlicia había tenido su primer viaje en avión demasiado bueno, Emiliano estaba sorprendido por como lo había pasado. No se había mareado, no había vomitado, incluso se había quedado dormida contra la ventanilla por un rato, pero de ahí, todo bien. El auto privado que había organizado Ryan desde la hacienda, ya esperaba por ellos, dos hombres de seguridad que vestían de civiles, los estaban siguiendo. Emiliano quería que Alicia disfrutara de la ciudad sin tener a nadie de los guardaespaldas encima de ellos como celebridad, aunque él no tenía que olvidar que tenía enemigos, como esos exesposos coléricos que aún intentaban hacer algo en contra de él. «Una parte de mi vida que tengo que contarle a Alicia una vez que nos instalemos» pensó Emiliano mientras esperaba que ella se acomodara en el asiento antes, al hacerlo, él siguió y se sentó a su lado, iban en la parte trasera de una camioneta blindada. Durante el camino al át
Ático de los Rodríguez, New York, Estados Unidos Alicia se giró lentamente hacia Emiliano cuando escuchó que había dicho: «Bienvenida a nuestro nuevo hogar, señora Rodríguez.» Esas palabras habían golpeado en su interior como nunca antes algo lo hizo, la palabra «hogar» era algo que hace mucho no recordaba tener, le recordó de inmediato a la fallecida de su madre en aquel accidente de auto, ella si hubiese esperado el cruzar y Leonardo no hubiese estado conduciendo en estado de ebriedad, su madre estuviese viva y podría estar viviendo el cambio radical que había dado su vida, pero entonces si hubiese seguido viva, ella no hubiera entrado a la hacienda, no hubiera conocido a Emiliano y por lógica, él no se hubiese casado con ella. —¿Qué pasa?—preguntó Emiliano acercándose hasta a ella, posó su mano en su hombro y lo acarició con sus dedos. Ella salió de su nube de pensamientos y abrió un poco más sus ojos al ver al hombre a su lado, mirándola con inquietud, así que puso una gran son
Alicia se mordió el labio, y se elevó su deseo cuando Emiliano cerró los ojos y gimió, ese pequeño momento, para ella fue grande, sin dejar de acariciar el miembro duro de él, con su otra mano acarició su pecho, luego la deslizó para bajar lentamente el bóxer, detuvo lo que estaba haciendo con su otra mano y él abrió sus ojos. —Ven, vamos a la cama. —él asintió como si estuviera totalmente hipnotizado por lo que ella acababa de hacerle. Lo soltó de la mano y lo dejó al pie de la gran cama tendida, le retiró el bóxer y cuando quedó completamente desnudo, le ordenó Alicia. —Recuéstate. —él la obedeció, cuando lo hizo, la erección estaba en lo alto, Alicia pasó saliva y se humedeció sus labios. Se subió encima de él a la altura de los muslos que es donde se quedó ella. Tomó el miembro erecto, duro y venoso con sus manos y comenzó acariciarlo de arriba hacia abajo, repetidamente lento. Sintió como este se endureció, poco a poco aceleró el movimiento, entonces vio el líquido seminal salie
Hotel Hilton, New York, Estados Unidos Alicia siguió aferrada sutilmente al brazo de Emiliano con una sonrisa educada para la rubia que claramente como la había mirado con aquella bonita ceja arqueada, no era bienvenida. —Vamos, te voy a presentar a otros invitados. —dijo Emiliano inclinándose sutilmente hacia ella, pero dejando que escucharan perfectamente la mujer frente a ellos. —Claro, vamos, mi amor. —contestó Alicia, agitando sus dedos frente a la mujer de manera sutil y burlona, algo que no había visto Emiliano cuando se puso a buscar a las personas a las que quería presentarle. «Adiós pelos de elote» dijo Alicia en su mente, pero le hubiera encantado habérselo dicho a la cara, ya que claramente no era de su agrado, se veía que no le había caído nada bien escuchar que Emiliano ya tenía esposa. Se acercaron al grupo donde estaba Michael Barnes, a lado de él, estaba su esposa latina, una mujer hermosa de República Dominicana, su tez bronceada, largas pestañas, cabello casta
Hotel Hilton, New York, Estados Unidos. Habían pasado tantos escenarios por la mente de Alicia, que tuvo que darse una cachetada mental para evitar ser devorada entre las mujeres que estaban detrás de Emiliano. Tenía que dejar desde el principio bien marcada aquella línea para evitar problemas. Lo que menos quería, era dar un espectáculo y dejar en mal a Emiliano con sus invitados. Tenía que tener todo el autocontrol posible, a excepción de aquel par de malas palabras que salieron sin filtro de su boca, pero imaginó que, por ser americanos, no debían de saber que significaba, ya que realmente siendo ella, Alicia, la mujer de pueblo, era importante no mostrarse como tal ante ellas, así que usó todo lo que le quedaba de paciencia para poder salir de ese baño de mujeres lo mejor posicionada posible de entre todas las mujeres que estaban ahí. «Utiliza tu mejor carta, Alicia» se repitió mentalmente sin dejar de mirar a cada una, el silencio era incómodo, incluso pensó que el tiempo se habí
Hotel Hilton, New York, Estados Unidos.Cuando escuchó Emiliano esas palabras, una sonrisa se escapó de sus labios. Alicia era demasiado transparente cuando se trataba de lo que deseaba y eso era algo que admiraba de ella. Así que sin hacerla esperar más, tomó su quijada con una de sus manos y la alzó para acercar su boca a la suya de manera posesiva y devorándola en un beso apasionado, Alicia casi perdió el equilibrio en ese momento. Al separarse del beso un momento después, Emiliano se quedó por primera vez mirando detenidamente el rostro de Alicia, quien apenas estaba abriendo sus ojos después de ese beso que le dejó la boca casi despintada en su totalidad, cuando se dio cuenta ella que la estaba mirando, se quedó quieta.—¿Todo bien?—susurró Alicia esa pregunta. Emiliano no contestó, solo asintió una vez que su pulgar acarició el labio inferior de ella. Sus dedos se deslizaron para quedar por la parte de su cuello, el corazón de Alicia comenzó a latir más rápido de lo que lo hacía,
Hotel Hilton, New York, Estados UnidosAquella habitación se había vuelto un tornado de clímax, gritos de placer y de deseo genuino. Había algo que a ambos les estaba haciendo ruido dentro de sus cabezas y era ese sentimiento que empezó a arremolinarse de manera intensa dentro de su pecho, pero que ambos no se atrevían a siquiera a ponerse a deshilar que era o por qué estaban sintiendo eso. Un par de horas después del orgasmo número cuatro, ambos estaban plácidamente dormidos sobre la cama, envueltos en la sábana, Alicia bocabajo con la boca abierta, con el cabello todo revuelto y enredado sobre la pálida almohada. El sonido de una llamada entrante hizo que Emiliano despertara a regañadientes. Estiró su mano para alcanzar el celular en la mesa de noche, pero no lo encontró, abrió un ojo luego el otro y lo buscó desde su lugar todo adormilado, el sonido cesó para volver a sonar de manera insistente y entonces vio la pantalla iluminarse en el tocador del otro lado de la habitación. —Es