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Un bonito sueño de amor

Regresé a casa por la madrugada, guardé mi vestido violeta y las extensiones, realmente la proposición de Ronald Breen era muy buena, treinta mil era lo que aproximadamente sacaba en una semana, seguramente él había hecho las cuentas cuando le dije mi precio, aunque recuerdo haberle dicho seis y no cuatro mil, tal vez sabía que exageré con el precio.

No entendía muy bien porque estaba buscando a una meretriz cuando podía encontrar a cualquier mujer con su dinero, posición y atractivo, ni siquiera tenía que pagar por una mujer, estoy segura que cualquier chica joven y bonita se iría con él gratis.

Hubiera aceptado la oferta de inmediato, si solo fuera yo como algunas chicas en el club, pero tenía que proteger a mi familia. 

Fui a dejar a los niños a la escuela como cada mañana, está vez no puedo dormir porque mamá tiene cita con el médico, así que al regresar le pedí que se arreglará, después de casi rogarle para que salieramos porque estaba quejándose que era un gasto innecesario por fin salimos, llegamos a tiempo al hospital para su cita. 

El doctor Spencer tuvo la paciencia para revisar e ignorar el italiano de mamá que se notaba que estaba reclamando y sí que lo estaba haciendo, gracias al cielo que él no entendía. 

–Dile que deje de sacarnos dinero y que diga si me voy a morir o no –exclamó mientras estaba en la silla.

–Todos nos vamos a morir, mamá –le respondí en italiano –. Pero no ahora, todavía te quiero conmigo. 

–Una vieja enferma como yo, no debería estar aquí.

–Deja que el médico te atienda y colabora, por favor, la cita ya está pagada –le advertí y luego le sonreí al doctor Spencer que nos veía con curiosidad –. Disculpe, es que mamá amaneció de mal humor. 

–Está bien, esa energía demuestra que ha estado mejor. 

–Bastante, las últimas semanas han sido muy buenas –sonreí. 

Me miró fijamente, tenía unos ojos castaños que hipnotizan, un cabello rubio y piel bronceada, era guapo y su extrema amabilidad me ponía nerviosa. 

–Me alegra escuchar eso. 

Hizo algunas preguntas que le hiciera a mamá, ella entendía el español, pero se resistía a hablarlo desde que murió papá, decía que eso era lo único que le quedaba de sus raíces, llevé a mamá a la camilla para que la revisarán, a regañadientes aceptó. 

–Le haremos unos últimos exámenes y después de los resultados solo llevaremos un control semestral. 

–Más exámenes, dile que estoy bien, que no quiero nada de eso –reclamó mamá. 

–Son los últimos ya lo escuchaste –le respondí y luego me dirigí al médico –. Le agradezco la atención, ella dice que se siente bien. 

–Y lo está, no todos logran recuperarse de esa manera a su edad, pero no hay que confiarse, el cáncer puede regresar y para eso son los controles, además, si tiene algún síntoma debe venir de inmediato. 

Miré a mamá. 

–Será mejor que le deje los controles seguidos, ella es un poco testaruda con lo de quejarse –mencioné

–Siempre es un placer recibirlas en mi consultorio. 

–Siempre y cuando paguemos –dijo mamá. 

Le afile la mirada y luego la suavicé con el médico. 

–Ella dice que muchas gracias. 

–Algo me dice que no dijo eso –sonrió extendiendo las hojas –. Es muy buena cambiando de un idioma a otro, debería ser traductora. 

–Si el italiano fuera un idioma común sería un buen empleo.

–Bueno, yo las voy a extrañar aquí discutiendo sobre que decirme o no, intentando adivinar las veces que su madre me dice oportunista o tonto. 

Me puse roja por la forma en que lo dijo, sabía que iba a entender que no era un discurso amable lo que mamá soltaba. 

–Realmente lo lamento mucho –me disculpé –. Ella es bastante difícil. 

–Está bien –sonrió –. Sé que debe ser difícil aceptar tener una enfermedad como está, lo entiendo. 

–Perdón, en serio. 

–No se preocupe –comentó –. Tiene mi número si necesita cualquier cosa estaré para atenderle. 

–Muchas gracias. 

Le dejó la cita a mamá para revisar sus exámenes, me despedí y regresé con mamá a casa. 

–Le gustas a ese doctor –mencionó. 

–Es un doctor, tiene que ser amable con todos. 

–Invitalo a cenar a la casa –propuso –. Se ve que es un buen hombre y es doctor. 

–¿Qué no fuiste tú la que lo llamó oportunista avaricioso? –le cuestioné. 

–Si, pero es porque soy su paciente, tener un yerno médico sería bueno y muy práctico, podemos ahorrarnos las consultas. 

–Creo que no funciona así, mamá –sonreí mientras estacionaba el auto en la entrada –. Además, no podemos invitarlo, los niños se volverían locos solo de verlo entrar por esa puerta. 

–¿Cuándo dejarás esa mentira de que ese hombre nos manda dinero? –reclamó –. Ni siquiera ha hecho una llamada en todos estos años. 

–Entonces les decimos la verdad de dónde ha salido el dinero –le recordé cuando entramos a la casa –. Prefiero que quieran a ese imbécil. 

Estaba por ir a la cocina cuando ella me detuvo. 

–Ve a dormir, no lo has hecho y lo necesitas, yo limpiaré. 

–Estás enferma.

–Ya oíste al doctor, estoy bien, ve a dormir, te despierto cuando sea hora de ir por los chicos. 

Le agradecí y subí a dormir un poco, estaba cansada por no haber dormido nada. 

Fui por los chicos al colegio y de regresó pasamos por los ingredientes para las pizzas, el sábado sería la actividad y todo debía estar preparado. 

Ellos estaban felices aunque yo preparé la masa para el día siguiente que solo me ayudarán a colocar los ingredientes y colocarlas en el horno. 

–Deberíamos tener una pizzería –propuso Alice –. Estoy segura que sería un éxito. 

Y lo quería hacer, a todos les encantaban nuestras pizzas, pero un negocio así lleva tiempo y mucha inversión, además, aunque a todos les gustarán las pizzas que hacíamos no significaba que las iban a comprar, corría el riesgo de no tener ganancias y perder todo. Por ahora no podía arriesgar nada.

La semana se me pasó muy rápido, entre las actividades de la escuela, las pizzas y los exámenes de mamá. 

El miércoles me encontraba en la recepción organizando la atención de las chicas del club cuando escuché una voz peculiar. 

–Hola –murmuró. 

Al levantar la mirada me di cuenta que era Jacob, rápidamente me llevé las manos a las extensiones y sonreí como tonta. 

–Hola Ja… –me detuve –. Señor –corregí –. Necesita algún servicio. 

–El tuyo –miró alrededor –, puedes venir conmigo. 

–Tiene que pagar –le señalé la caja –. Son cuatro mil. 

Sacó el dinero de su billetera y lo dejó sobre la mesa, le hice una señal a Mily y ella se acercó, le dí quinientos para que me cubriera y guié a Jacob a la habitación, al cerrar la puerta toque mi vestido, está vez traía el negro con un escote exagerado, pero no tenía como cambiarme. 

–Lamento no haber venido el miércoles pasado, tuve algunas dificultades. 

–Está bien –sonreí –. Creí que no volverías –comenté intentando sonar tranquila. 

–Fue una semana difícil –suspiró –. Los del equipo no estaban muy de acuerdo con la propuesta de ganarnos a los inmigrantes, pero es una gran ventaja con la que no contamos, son  unos imbéciles. 

–Parece que sí.

–Traje cigarrillos –sacó una cajetilla de su bolsillo –. Estos son muy buenos. 

Hablamos por una hora, tuve que colocar una alarma para notar fijarme en el tiempo, se supone que estaba trabajando, aunque no se sintiera así, era como un respiro para mí, verlo y hablar con él sobre cosas de su campaña, me sentía importante, alguien diferente, admito que en ocasiones soñaba con que un hombre así me sacará de aquí y vivir un cuento de hadas, todas las mujeres aquí soñábamos con eso, una persona que nos amará de verdad y con el corazón, pero al contrario solo veíamos hombres que decían amar y querer a sus mujeres, pero que no los complacían y en lugar de hablar con ellas, su opción era engañarlas con nosotras.

La alarma sonó y le tuve que decir que el tiempo había terminado, era lo más que le podía de dar, me dio más dinero. 

–Me dí cuenta que le diste algo a la chica que te cubre –mencionó –. Supongo que corre por tu cuenta. 

–Si –tomé el dinero –. Gracias. 

–Deberías venir conmigo.

–Y la respuesta sigue siendo la misma –respondí. 

–Está será la última vez que venga –aseguró. 

–Nunca espere a que regresará señor Hoffman –sonreí. 

Jacob lo aceptó y salió, al llegar a la caja Mily me vio con picardía. 

–Este si se tardó, ¿qué tal? ¿eh? 

–Bastante bien. 

–¿Y cómo está? 

–Buen cuerpo, atractivo. 

–¡Carajo! Siempre te tocan los mejores –salió a regañadientes. 

Sonreí por su ocurrencia, si supiera lo que en realidad pasaba en esa habitación, pero no me querían por quien era, solo querían mi cuerpo, ese era el precio, no había amor, solo hasta que consiguieran a alguien más bonita y joven, como lo hizo Brendan, no había un bonito sueño de amor

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