Becca se sentía fuera de lugar allí, no entendía nada, y no quería preguntar, porque en cierto modo sentía que aquel lugar que había considerado su casa ya no lo era más. Philip la había traicionado, y al parecer Matt, al que consideraba un amigo, había actuado del mismo modo.Esperó quieta como una estatua el regreso de Philip, y mientras se dio cuenta de las miradas que generaba entre todos aquellos que permanecían reunidos en el salón.Algunos la miraban con lástima, como si verdaderamente se sintieran apenados por su situación; en cambio, su tía, sus primos y el que ahora era su nuevo padre, la observaban con el odio grabado en las pupilas, como si les acabara de robar el futuro.A Becca le resultó gracioso aquello, porque había sido su tía muchos años atrás, la que había sellado su destino al condenarla a ser una esclava el resto de su vida. La había odiado tanto como para dejar que un asqueroso comerciante se la llevara, sin saber lo que haría con ella, y la había dejado a su su
Becca se quedó quieta en su sitio, presa de la conmoción. Si, era cierto que su prima había sido mala con ella durante toda su vida, y bien podría haberse alegrado, pero no era así. El corazón de Becca era puro, y aquella horrible escena, la conmocionó.Vio como su tía se lanzaba en dirección al lugar en el que acababa de caer la muchacha, y los estridentes gritos que salieron de su garganta, se quedaron clavados en su interior. Su prima estaba muerta, no hacía falta tener conocimientos médicos para ver la forma en que sus ojos miraban sin expresión la sala. Pero su tía parecía reacia a aceptarlo, e intentaba taponar la herida que se habia abierto en el abdomen de su joven hija.- ¡AYUDADME! ¡AYUDADME!- gritaba desesperada, pero nadie se atrevía a decirle que no había nada que pudieran hacer por la vida de aquella pobre infeliz.Philip agarró a Becca de la mano, y la lanzó suavemente en dirección a Matt, que ya habia comenzado a moverse.- ¿Qué haces, Philip?- Ésto se va a poner feo,
Becca se despertó sola, en la enorme cama del Alfa de la manada, y sintió un frío helador cuando abandonó las sábanas. Debía de ser muy pronto, porque ni siquiera habían encendido el fuego en la chimenea, como hacían habitualmente.Miró por la ventana el mar embravecido, y se vistió como cada mañana, sin prestar atención a lo que se ponía, simplemente deseosa de salir cuanto antes de la habitación, para podr pasar el mayor número de horas posibles con Philip.Caminó rápidamente hasta la cocina, y allí se encontró con varias criadas que cuchicheaban, y que se quedaron tan blancas como la cera al verla entrar. Becca no había escuchado mucho de lo que decían, pero una palabra había sido clara: Philip.Hablaban de Philip, eso estaba claro, y se habían quedado casi horrorizadas al verla aparecer por allí.- ¿De que hablabais?- preguntó Becca tentando mantener la voz inalterable.- De nada, señora.- respondió una de ellas con la cabeza gacha, y la mirada pegada al suelo.- eran solo tontería
- ¿Te imaginas que se ha arrepentido y te deja plantado?-¡Matt!- exclamó Philip.- estamos unidos ante la Diosa, ésto no es más que una ceremonia bonita, para declarar a todo el mundo nuestro amor.- Ya, pero nunca había escuchado que una novia se retrasara tanto, ya ha pasado más de media hora.Philip y Matt estaban de pie, frente al altar de flores que habían preparado aquella misma mañana, y aunque Philip no lo decía, también se sentía inquieto por la tardanza de Becca.Aquella ceremonia había sido idea de su hermana, y él había convencido a Becca de que celebraran una preciosa recepción para todos los habitantes de la casa y del pueblo. Y aunque Becca había sido bastante reticente a celebrarla, en los últimos días se había mostrado ilusionada y radiante. Pero ahora, de pronto, no aparecía, y eso hacía que Philip se preocupara.De pronto, mientras ambos hombres esperaban, apareció una criada joven corriendo y con el rostro enrojecido del esfuerzo.- Señor.- le susurró cuando estuv
- ¡Adam!-exclamó Benedict con su falso tono alegre.- ¡que alegría volver a verte! - Si, Benedict, hacía mucho que no te pasabas por aquí. Benedict, que era el beta del padre de Adam ,enviado a la empresa de Adam. Aunque no pudiera utilizar ese título en público, lo conocía perfectamente, pues lo había criado más que su propio padre.El aludido cerró la puerta sin perder su sonrisa ni un instante, y Adam temió que algo malo estaba a punto de suceder si Benedict aparecía radiante en la puerta de su despacho. - ¿Cómo van los negocios, muchacho? A Adam le sentaba fatal que lo llamaran muchacho, lo hacía sentirse pequeño e inútil, como le ocurrió durante toda su infancia y adolescencia, pero no era raro que Benedict le hablara así, su propio padre solía tratarlo del mismo modo. - ¿Acaso no te ha comentado mi padre que este año hemos doblado los beneficios del año anterior? - Lo cierto es que no hablamos mucho de negocios, tu padre y yo; pero me alegro de que al fin haya algo que se t
Sarah se despertó con sudores fríos, las manos apretando las sábanas fuertemente, y una angustiosa sensación en la tripa. Cualquier otro día hubiera pensado que debía de haber tenido una mala pesadilla, hoy en cambio, sabía que todo estaba a punto de cambiar, y no para bien. Cerró los ojos, intentó dormirse de nuevo, pero era una persona de sueño ligero, y una vez se había desvelado, era incapaz de volver a dormir, así que se levantó de la cama, y mientras contemplaba su figura en el espejo de cuerpo entero de su ruinosa habitación de su piso compartido, rememoró todo lo ocurrido la noche anterior… Cinco horas antes Sarah odiaba la peluca rosa que el propietario de aquel bar de mala muerte le obligaba a ponerse, porque hacía que le escociera el cuero cabelludo, y porque cuando se la quitaba tras una larga noche, tenía rojeces en la frente y la nuca; aún así, decidió que podía aguantar con ella, pues solo quedaba media hora más de su turno. Cogió la bandeja repleta de vasos que le
Adam salió de la ducha más cabreado que antes de entrar, porque aquel deseo de poseer a su empleada lo había confundido. Él no era esa clase de jefe, no hacía esas cosas, nunca se mezclaba sentimentalmente con sus empleadas.Se vistió deprisa, se peinó rápido frente al espejo, y después de ponerse un poco de perfume, salió de nuevo, para retomar la actividad de la mañana.- Cristina.- dijo levantando su auricular.- entra, tenemos cosas que tratar.Su tono debió resultar brusco a la pobre chica, porque entró cabizbaja, y le leyó su agenda sin decir nada.- Por favor, tráeme unos analgésicos y un café.- Por supuesto, señor Lobingston.- dijo la chica que se levantó a toda velocidad para cumplir con lo solicitado por su jefe.Adam se recostó en su silla, mientras esperaba que las pastillas que su secretaria iba a darle aplacaran su enfebrecido cuerpo, aunque lo cierto es que no podía parar de pensar en la escena de la noche anterior.Lo cierto es que los dueños de la compañía que habían
Sarah recibió la llamada de la secretaria de dirección aún antes de lo esperado, de hecho, ni siquiera le había dado tiempo a repartir los cafés entre todos los miembros de su departamento, cuando escuchó el sonido de llamada entrante en su pequeño escritorio. Se detuvo para responder, provocando con ello una oleada de quejas entre los que aún no tenían café, y se sentó cuando escuchó la voz de la secretaria del CEO.- Hola Sarah.- dijo la dulce Cristina que siempre intentaba prestarle su ayuda cuando le era posible.- no sé porqué motivo quiere verte, pero el señor Lobingston ha solicitado tener una reunión privada contigo.A pesar de que Sarah esperaba que aquel momento llegara, el alma se le cayó a los pies cuando escuchó las palabras de la pobre muchacha.- Entiendo, subiré ahora mismo, en cuanto acabe de repartir los cafés.- Si, por favor, aunque te advierto que hoy tiene muy mal carácter. No me ha dicho nada sobre el tema a tratar, ¿tienes idea del motivo por el que puede desear