Philip llevaba ya varias noches al pie de la cama de Sarah, pero ella no parecía ser consciente de nada; ni de su presencia, ni de su pequeño hijo, ni siquiera de su compañero, que se tumbaba junto a ella a dormir porque pensaba que ella era capaz de sentir su calor.- ¿Crees que despertará, Adam?- Si, Philip, tiene que hacerlo, yo no creo que pueda vivir sin ella.Philip observó el vientre de su hermana, donde ya se marcaba cierta redondez propia del embarazo, y recordó lo feliz que había parecido en su última llamada, cuando le había contado las cosas que había preparado para el bebé.- Sigo sin entender porqué Sarah se subió a una escalera si tiene decenas de criados que pueden hacerlo por ella. No es propio de Sarah, más aún sabiendo que espera un bebé.- Ya lo sé, Philip, ni siquiera me enteré de que tenía intención de subir a esa escalera. Me avisó su doncella, pobre Sukie, aún no se perdona que no le pidiera ayuda, anteayer tuve que obligarla a tomar una taza de té relajante,
Esa mañana, Becca se despertó intranquila, trató de convencerse a si misma de que era por la lluvia que no había dejado de caer, golpeando con fuerza en la pared del acantilado,y convirtiendo el mar en una fuerza salvaje que les impedía salir de la casa. Pero en el fondo sabía que no era eso, porque había pasado muchas tormentas escalofriantes bajo el mísero techo del comerciante, y nunca había sentido los temblores de manos que tenía ese día.Era a consecuencia del regreso a casa de su nuevo dueño, Philip, al que aún no conocía, y quien ni siquiera sabía nada sobre su existencia. Se había enteredado de que llegarían durante la mañana de ese día por medio de la decena de criados que llegaron dos días antes, procedentes de la casa Lobingston.Incluso Becca, que ahora era una esclava, pero en su día perteneció a una familia importante, sabía que los Lobingston eran gente importante. Eran una de las antiguas familias, y aunque la familia con la que Becca se crió estaba muy lejos del terr
Sarah, Eldom y Philip llegaron a la casa del acantilado una lluviosa mañana, que hacía que Sarah estuviera de mal humor.En realidad ella era consciente de que era a causa del tiempo, que no podía importarle menos, sino a causa de tener que pasar el resto de su embarazo en una casa ajena, lejos del compañero que ya extrañaba, y ni siquiera hacía tres días que se habían separado.Además Eldom se había puesto de mal humor durante el viaje, había protestado por todo, y se había negado a comer prácticamente nada en cada una de las paradas que realizaron en el camino.- Vamos, Sarah, hoy la bajada del acantilado está peligrosa, iremos en barco, es mucho más seguro para ti, y en especial para mi sobrino.- ¿De verdad es necesario? ¿No podríamos esperar a que el tiempo mejorara? Temo que Eldom se maree en un barco.- Sarah, sé que echas de menos a Adam, pero pon algo de tu parte por pasarlo bien, estaremos juntos como antes, y podremos comer pizza mientras me cuentas cotilleos de la casa Lob
Dos meses despuésHabían transcurrido dos meses desde que Becca conoció al hombre que aparecía en sus sueños, y para ella fue pronto evidente que no era tan agradable como lo había sido cuando solo había estado en su imaginación.Para ella fue un shock descubrir que Philip era una persona de carne y hueso, pero en cuanto él abrió la boca para hablar, se dio cuenta de que no era el mismo que le dedicaba tiernas palabras en su subconsciente.Desde esa misma noche, como si el encanto se hubiera roto, dejó de tener aquellos sueños que la encendían por dentro, y comenzó a rehuir los encuentros con Philip.Estaba tan segura de que él se libraría de ella, que incluso llegó a guardar los pocos vestidos que tenía; días después, a medida que fue pasando el tiempo y se dio cuenta de que no pensaban echarla, se acomodó en su habitación, y se conformó con evitar cruzarse con Philip. Él no se disculpó por la falta de tacto con la que la había tratado, y ella nunca intentó ponerse en contacto con el
Philip había acudido a las escaleras de entrada el primero de todos, como anfitrión de aquella velada, quería recibir a todos y cada uno de los invitados. Le asombró la decoración que Becca había escogido para la fiesta, y le pareció que era la misma que él hubiera seleccionado si tuviera algún tipo de gusto para esos eventos. Llevaba ya una hora de pie, saludando a aquellos que llegaban en el barco que partía de la playa más cercana, y luego regresaba para recoger a otros invitados, y sentía cierto mareo a consecuencia de los muchos brindis que había realizado aquella noche. El cóctel que había ideado Becca era sensacional, sabía dulce, pero no empalagoso, y resaltaba frente a tanta comida en color blanco.- Hermanito, creo que deberías darle las gracias a Becca por esta fiesta; yo puedo quedarme aquí recibiendo a los invitados.Philip se giró hacia Sarah y le sorprendió lo favorecedor que le quedaba aquel vestido de satén blanco, marcando cada curva de su ya avanzado embarazo. A su
Becca se sentía absolutamente ultrajada, ¿cómo era posible que hubiera estado a punto de caer en la misma trampa que ella misma había rechazado durante tantos años? Había visto a tantos lobos tratar a las esclavas como Philip lo había hecho con ella… tomarlas en cualquier rincón, como a fulanas, sin preocuparse de quien pudiera verlos, o quien pudiera espiar su encuentro. Becca sabía por experiencia que había personas a las que les gustaba contemplar los encuentros amorosos, y aunque a ella le parecía asqueroso, ciertamente no quería que nadie la observara mientras tenía sexo en un rincon oscuro de la casa.Por no hablar de que aquella hubiera sido su primera vez, y ella, que siempre había creído controlar perfectamente los impulsos de su cuerpo, y se había burlado de aquellas mujeres que decían que el deseo se apoderaba de ellas.Y esa noche, entre los brazos de Philip, por primera vez, había descubierto lo que era la pasión, y había estado a punto de ceder a sus instintos. La había
- Becca, cuando te veo no pienso en ti como esclava, puedes estar segura de ello, y si lo que quieres es que te lo demuestre, pues si, te lo probaré ahora mismo, quiero concederte la libertad.Las pupilas de Becca de dilataron hasta lo imposible, su sangre comenzó a correr más rápido por sus venas, y casi sintió la necesidad de gritar de emoción al escuchar las palabras de Philip. Sonaba ciertamente sincero, se dijo a si misma, y eso la hizo gritar por dentro. Se giró, con la intención de darle las gracias, de besar sus labios, y decirle que esas eran sus palabras preferidas, y fue entonces cuando lo vio.Lo vio en sus ojos, el deseo, la necesidad, el ansia; el único motivo por el que ese hombre le concedía la libertad antes del tiempo que había pedido a los demás esclavos, era porque quería llevarla a su cama, y convertirla en su amante. Y en esas condiciones, ella no podía aceptar la libertad, porque era un pago a sus servicios, como si ella fuera una prostituta- No.- ¿Cómo que no
Philip no se arrepentía de lo ocurrido con Becca, porque realmente sentía que sería imposible renegar de una noche como la que ellos dos habían pasado, pero era consciente de que si se repetía, los esclavos comenzarían a hablar, y la reputación de Becca quedaría por los suelos, pues todos interpretarían que se acostaba con su amo para conseguir un trato de favor.Así que se levantó con sigilo, mientras ella dormía plácidamente, y observó la bella imagen de su cabello extendido por la cama, y su pecho semi desnudo como consecuencia de los múltiples movimientos que hacía cada pocos segundos. Philip se acercó, depositó un beso en su frente, y se fue lo más rápido que pudo, evitando que nadie lo viera mientras iba por el pasillo a su habitación, pero fue inútil, porque en cuanto cruzó la puerta de su cuarto, se encontró con Sarah sentada en la cama, esperándolo. Estaba adormilada, y abrió los ojos en cuanto lo escuchó entrar.- ¡Philip! ¿¿Dónde estabas?? ¿¿Sabes lo preocupados que nos dej