Cuando no sabes lo que buscas, todo lo que hagas será difícil. Si no tienes un perfil claro de lo que deseas, las generalidades no sirven.
Akari salió tan rápido como pudo de su trabajo aquel lunes, porque iba muy retrasado. Había tenido una junta de emergencia para la nueva planificación de un proyecto que él y su equipo llevaban y, al ser el jefe, no podía escabullirse.
Iba tarde, tanto que, al ver la hora en el reloj, se dio cuenta de que la única forma de no llegar tan retrasado sería si tomaba un taxi. Era un gasto necesario, un gasto grande al fin, pero no dudó, y se subió al primero que se detuvo a su señal.
Tal vez no conocía al individuo con quien se encontraría, pero era alguien con principios férreos, y un gran respeto por la puntualidad y buenas formas hacia los desconocidos.
Unas decenas de minutos después, llegó, sorprendido por haberlo hecho a tiempo, en medio de la hora pico de Tokio capital.
Yebisu Garden Place era un área comercial muy popular; no era raro ver sus derredores en cualquier serie o película. Era un lugar que le gustaba bastante: su arquitectura europea y las espaciosas plazas y empedrados le daban un escape a lo normal en la ciudad, aunque se la pasaba repleta de gente, lo cual no le encantaba en demasía.
Las familias paseaban, aunque fuera entresemana, y también muchas parejas, en diferentes rangos de edad. Cuando se percató de sí mismo, miraba hacia todas partes, buscando, porque… ¿qué importaba llegar a tiempo, si no tenía ni idea de cómo se veía la persona con la que estaba citado?
Respiró hondo y se quedó quieto, las personas pasaban por su lado, metidas en sus propias vidas. Ni siquiera le había dado tiempo de comer, por lo que no fue raro sentir el gruñido de su estómago advirtiendo su necesidad de alimento. Se rascó la cabeza, y se calificó a sí mismo como un idiota por estas circunstancias.
—Akari-san, es realmente raro encontrarlo por aquí.
Akari escuchó que decía y, como un clic, su cerebro asoció la voz a una persona, y el cúmulo de sensaciones que solo ese tono causó en el entonces; él veía en una dirección, y la voz llegó desde atrás. Volteó con rapidez, dando un salto por la sorpresa y… ¿el ansia? Tragó saliva, y sus ojos se abrieron de más al darse cuenta de que los susurros de su mente tenían la razón.
—Minato-san, qué coincidencia —soltó, más por reflejo que por pensamiento coherente—. Estoy esperando a alguien.
El varón frente a él desprendía una comodidad temible; vestía jeans, camisa y suéter, y llevaba un bolso a cuestas, y una bolsa de conbini entre manos.
Encontrarse con alguien desconocido por tercera vez en tan corto tiempo, ¿podía ser llamado una coincidencia?
La brisa de la noche sopló con fuerza, y los cabellos del rubio, ondulados en las puntas, que cubrían sus orejas y parte de la frente, en un corte que ya se había perdido hacía tiempo, comenzaron a ondear.
El mundo era caprichoso; la expresión de Minato cambió a una emoción genuina; Akari vio esos zafiros brillar con una intensidad insana para alguien de su edad, un semblante fuerte y vibrante, animado, como complacido, que lo hizo tragar e intimidarse. Lo que veía era… ¿curiosidad?
—¡Oh!, ¿tiene una cita? —Minato preguntó con emoción, como un niño en medio de un descubrimiento.
Akari no ocultó su desconcierto, ¿ese debería ser el primer pensamiento que al otro se le viniera a la mente? Bueno… considerándose a sí mismo, el lugar, la hora, y su postura, tenía sentido.
—No —contestó con rapidez, por alguna razón—. Espero a alguien, pero no es una cita.
—Ya veo, ya veo. —Minato asintió—. Yo también espero a alguien; tengo que verlo justo aquí, a las siete. —Sopló, y miró alrededor con disimulo—. Ya son las siete, un poco pasadas.
Akari achicó la vista en Minato, extrañado por sus palabras.
—Tú… —murmuró.
Pero Minato interrumpió:
—Akari-san, por casualidad… ¿es usted Azarov Akari-san?
Se quedó en blanco.Tal como si del reinicio de un sistema operativo tras una falla se tratara, Akari tardó un par de segundos en volver a su centro, y ser capaz de entender lo que sucedía.Ojalá los seres humanos fueran tan sencillos como las computadoras.—¿Cómo sabes eso?Akari era un libro abierto al rubio: ojos transparentes, boca entreabierta y rasgos congelados; cuerpo tenso, con la postura firme y los hombros entumecidos; Minato se dio cuenta de que lo había tomado con la guardia baja, y se apresuró a buscar algo en el bolsillo de su pantalón.Akari lo miró atento, y el teléfono celular del más joven apareció. Él paso el dedo por la pantalla, puso la contraseña y, segundos después, encontró lo que buscaba; dio un paso al frente y extendió su teléfono al más bajo.—Hoy debo reuni
«Duele… duele… ¿por qué duele tanto?»Podía sentir el tacto sobre su cuerpo, el dolor, el picor, el asco, la inseguridad y el miedo; podía sentir cómo todas esas sensaciones caían sobre él como una masa pura, dura y terrible, cuando por fin entendió lo que pasaba, de parte de quién venía.«Duele… me quema».Dentro de él, todo lo presionaba contra paredes invisibles, y el calor comenzó a quemarlo desde lo profundo de su ser hacia el exterior. Se sentía como si fuese a explotar en cualquier segundo.Entonces, sintió que lo golpeaban, y algo hizo presión en su pecho. No podía ver nada, todo era oscuridad, pero no hacía falta: el malestar se juntó a todo lo demás, y deseó con todas sus fuerzas escapar de allí.De un momento a otro, todo ces&oacut
Minato guardó el enlace, y también una captura de pantalla de lo que veía, con la fecha y hora de su ordenador, y continuó con la observación.No le tomó mucho darse cuenta de que Matsushita Yui aparecía en otra foto, en la parte trasera; esta toma tenía mejor calidad, por lo que pudo captar su rostro de forma más clara.—Veintidós de marzo de dos mil trece… —murmuró. Era la fecha de publicación de la imagen, que se subió apenas tomarla.Era el día antes de la fiesta en la galería en Aomori, tras la que los señores Azarov desaparecieron.Y ver a Matsushita escondida en el fondo de un fotograma se repitió hasta tres veces más.«¿Por qué estaba Matsushita Yui con Saga Itsuki?», la pregunta no dejó de resonar en su mente ni un solo segundo porque, en términos l
Apenas escucharlo, Akari se quedó paralizado, pues su cerebro pudo comprender de inmediato qué traían consigo esas palabras. Trago saliva, y su nuez subió y bajó con lentitud; sus ojos se pasearon alrededor de Minato, pero no pudo verlo y, con cada segundo, entendió más y más, y su mente comenzó a hacer conjeturas.Minato siguió comiendo su pastel, le dio tiempo y, después de unos treinta segundos, el mayor resopló con fuerza y miró al rubio que, al darse cuenta de que la compostura regresó al semblante ajeno, aunque aún le veía confundido, detuvo el picoteo con su pastel, dejó ir el tenedor, y prosiguió:—Ella tiene una casa en Towada, al sureste de donde se encontró el auto con sus padres, y la compró hace más de doce años.—¿Cómo averiguaste eso? —cuestionó y a
Cuando te gustaba tu trabajo, las cuentas estaban hechas.Akari se dejó ir hacia atrás en su asiento, buscando estirar los músculos después de una jornada eterna en su mente, aunque en la realidad tan solo eran poco más de cuatro horas.Hoy era sábado y, a pesar de que era su día libre, tendría que trabajar el turno completo para tener más holgura, y no sufrir por los proyectos pendientes, pues pensaba necesitaría de cada momento libre que su jornada le permitiera para dedicarse a otras cosas fuera de lo obligatorio.Desde la noche anterior tenía algo rondándole los pensamientos; pensó y pensó en eso, y la curiosidad solo creció. Entonces, justo a la mitad de su turno, decidió poner manos a la obra y saciar sus deseos de saber más, porque… ¿qué había de malo en satisfacerlos de vez en cuando?Minato Hamilton er
Akari abrió los ojos como platos, y espetó indignado:—¿Por qué hiciste eso?Minato no deshizo su calma: su rostro no estaba tenso o sorprendido, mucho menos incómodo.—No conozco la ecuación sino conozco las variables, Akari-san —le respondió, como si aquello fuera bastante normal de comentar.Cuando Akari iba a refutar al respecto, el camarero se apareció con su comida: unas hamburguesas de buen tamaño con un huevo encima, y salsa; un cuenco con arroz. El olor hizo, por un segundo, olvidar al mayor todo el revuelo que sentía, y tragó, deseoso de comer, una vez los platos estuvieron frente a él. Resopló.—Así que eres un hacker… varía mucho de lo que pensaba era tu profesión —comentó el mayor una vez el camarero se fue. Minato negó con la cabeza y aclaró:—No soy un h
El cansancio era casi lo único que un asalariado tenía para mostrar tras una ardua semana de trabajo. Tras haber cenado y tomado una ducha, Akari se tiró de lleno en su cama, con la esperanza de quedarse ahí hasta dormirse, pero terminó hablando por mensajería.En su mente bailaban muchas cosas: el dulce japonés favorito de Minato era el dango, un descubrimiento interesante. Cerró los ojos y resopló. Desde aquel particular momento, donde solo quiso que la tierra se lo tragara, hasta ahora, transcurrieron siete días, y era sábado. En algunos lugares del mundo, y aquí mismo en Japón (gracias a la mercadotecnia), estaban celebrando el día de brujas, o Halloween, pero él no tenía ahora, ni nunca, ganas de celebrar esas fechas.Akari, tras una semana, había logrado superarlo todo, y la capa de hielo que existió entre &eacut
Un frío le subió a Akari de los pies, y apretó los dedos con fuerza; solo entonces volvió a la realidad. Desvió el mirar con rapidez y respiró hondo, para después aclarar su garganta, y sentir cómo la tensión de su cuerpo descendía, a la parte de unos latidos acelerados de los que ni siquiera se había percatado.En ese momento, Minato también entendió la clase de momento en la que los dos estaban metidos, y llevó la vista a su vaso con té, con una sonrisa juguetona en los labios.—¿Cuándo es pertinente ir con la policía? —Akari preguntó, volvió a respirar hondo, y recorrió con la vista todo lo que estaba frente a él en la sala. Acto seguido, tomó un par de tragos de té.Minato apretó su vaso con té, y se estiró hacia adelante, para dejarlo sobre la mesa, porque no