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Capítulo 2: Pequeño mundo

«Mientras más simple la persona, más complicados serán sus días».

El otoño no brillaba como de costumbre, porque el hombre se había encargado de hacer que así fuera. El cambio climático ya se notaba en las cosas más simples, como que ahora, en octubre, un otoño que tenía por normal ser ventoso y muy frío, se transformara en una brisa soportable y amena para muchos.

A pesar de ser sábado, Akari tuvo que trabajar, cosa normal para alguien dedicado a su posición, y ahora regresaba a casa con prisas por una simple razón: había recibido un correo.

Y sí, podía usar el teléfono para contestarlo, pero no le pareció propicio; ni siquiera lo leyó, porque pensó que lo mejor sería hacerlo en la privacidad de su computadora personal.

El correo en cuestión venía de un remitente particular, y con un asunto bastante distintivo.

Eran cerca de las tres treinta de la tarde cuando atravesó el portal de su hogar, pasó el recibidor y abrió la puerta que daba al salón principal, sorprendiéndose de ver allí a una de sus hermanas menores, la que aún cohabitaba con él en aquella casa. Ella era Matsuri, veinte años de edad, y estudiaba segundo año de ingeniería industrial en la Universidad de Chuo.

—Matsu, ¿qué haces aquí? —cuestionó, extrañado por su presencia.

Ella, una señorita de más o menos un metro sesenta y cinco, piel nívea, y el mismo color de cabello que el mayor, con ropa de estar en casa, y mismos ojos extrañados, desvió el mirar de la televisión.

Aka nii-chan, es lo que debería decir yo —rebatió ella. Su voz era fina y gentil, pero con fuerte presencia—. ¿No se deberías estar trabajando? —tomó el control y le bajó el volumen a la televisión.

—Ya salí. Vine pronto porque hay algo que quiero ver en la computadora, pero… ¿no se supone que hoy ibas a salir hasta tarde?, dijiste que ibas al cine, o algo así. —Balanceó su bolso, a la altura de la cadera, de lado a lado.

—Cancelaron. —Matsuri soltó frustrada—. Algo sobre Hana-chan con visitas de sus abuelos en casa. —La decepción se filtró en su cara—. Da igual, preferí quedarme viendo televisión y… más tarde tengo que terminar un ensayo.

—Bien… entonces, hoy voy a preparar la cena. ¿Hay algo en especial que quieras comer? —Tomó el bolso a lo ancho, con ambas manos.

—Quiero carne —soltó ella con voz infantil, casi como un niño pequeño exigiendo algo. Akari sonrió y asintió.

—Carne será… ¿Hamburguesas o filete?

—Hamburguesas. —Ella se sonrió, y él la imitó, dio media vuelta y salió al pasillo.

Las escaleras quedaban a la derecha del pasillo, colindando con la pared; comenzó a subirlas, con cierta pereza, y sopló.

Esta era la casa de sus padres, y aún vivía aquí por su hermana pequeña, pues la del medio se había independizado, mudándose junto a su pareja a un lugar más cercano a sus trabajos.

Siguió el pasillo y encontró su habitación. La de Matsuri quedaba al frente. El estilo de la casa en general era moderno, eran los gustos de sus padres; su cuarto era espacioso, como todas las estancias; tenía una cama grande, porque le gustaba poder moverse sobre el colchón y, a un lado, la mesa con su computadora de casa, una portátil. Había un closet al otro costado, unos cajones y una peinadora.

Abrió la laptop y la encendió, dejó caer su bolso sobre el colchón y trasladó el equipo con él; se sentó en la cama y se fue echó hacia atrás, hasta que la espalda chocó con el espaldar. Abrió el navegador y fue directo a su correo personal, el remitente y asunto del primer correo sin abrir que tenía llamaron su atención.

mahk.nxxx@xxxxx.com

Akari Azarov-san, de parte de Sagawa Takeuchi-san

Abrió el correo, y se dio cuenta de que se trataba solo de texto, por lo que comenzó a leer.

«Estimado Akari-san, recibí, de parte de Takeuchi Sagawa-san, un correo con su información de contacto».

«Sobre el caso de siete años atrás, leí mucha de la información presente en medio, y es muy llamativo».

«Si no le importa, me gustaría conocer más al respecto, de aquellas cosas que no se pueden saber solo leyendo, o buscando en la red. ¿Tendría usted problemas para encontrarnos, y charlar un poco?».

El correo acabó de forma simple, y Akari volvió a leerlo unas dos veces más.

Sagawa le había hablado el día anterior de que, en efecto, el contacto con el investigador fue exitoso, y aguardaba por una respuesta. Sin embargo, Akari no esperó nunca que un mensaje viniera directo a él de forma tan precipitada.

Le parecía sospechoso.

Rotó su vista por todo el cuarto, y se dejó caer sobre las almohadas. Él era desconfiado, tuvo que volverse así para poder sobrevivir en el mundo que sus padres les dejaron a él y a sus hermanas después de su muerte, pero… ¿por qué se complicaba tanto? La respuesta no debía ser obvia y, a estas alturas, no tenía mucho para perder.

Sí, el tipo podía ser un estafador, pero… ¿y si no? Al menos debía darle el beneficio de la duda.

El caso de sus padres era un mar misterioso, inexplicable al tratarse del asesinato de un fotoperiodista y una activista. Es decir, sus progenitores eran personas de sociedad, con muchos conocidos, pero nunca le habían hecho mal a nadie. Entonces… ¿por qué?

Nadie lo sabía… la policía ni siquiera había encontrado a un sospechoso fuerte, nadie que quisiera hacerles daño de ese tipo.

Exhaló con fuerza y cerró los párpados, para dejar salir un gruñido. Tenía que moverse.

Después de dudar, y de un buen dinero gastado en investigadores privados que no encontraron nada, no podía seguir perdiendo el tiempo, porque la persona, o personas, que habían asesinado a sus padres estaban allá afuera, viviendo su vida, gozando del dolor causado.

Sagawa le dio algo, lo llevó hasta alguien que, tal vez, podría ser de ayuda.

Respiró hondo y se incorporó: había tomado una decisión.

«Mahk-san, ¿tiene tiempo este lunes? Después de las cinco de la tarde estaré disponible para charlar. Puede indicarme el lugar que le resulte más conveniente, también la hora, y me dirigiré hasta allí».

Clicó para enviar y sopló; llevó los ojos al techo, pero los bajó enseguida, y se sorprendió por eso: ¿Acaso esperaba una respuesta inmediata?

—Viejo… tienes que respirar —se regañó a sí mismo y bufó.

Sin embargo, menos de treinta segundos después, escuchó la alerta de un nuevo correo desde su teléfono, y verificó que había un correo nuevo en su bandeja de entrada. La respuesta a su correo anterior.

«Yebisu Garden Place, 19:00 h. estará bien si come antes, porque la charla puede alargarse».

—Qué inesperado —murmuró, y una sonrisa se dibujó en sus labios.

Confirmó y apagó la laptop; necesitaba darse un baño y después saldría a comprar las cosas para preparar la cena.

Él no tenía un estilo de vida muy dinámico: ingeniero informático con un posgrado en seguridad informática; trabajaba en una buena empresa de desarrollo de software, y era el director de esa área en las instalaciones, «todo un prodigio», como alguna vez le dijeron.

Él no tuvo que perder su vida trabajando para mantener a sus hermanas y pagar sus matrículas, porque sus padres tenían dinero. La herencia fue repartida, y él se encargó de gestionar la de sus hermanas hasta los veinte años de ambas, y la suya seguía casi intacta, salvo por el dinero invertido en un posgrado local.

No iba a fiestas, pero sí salía con la gente del trabajo a beber de vez en cuando, y le gustaba leer manga y tocar guitarra, aunque cantar se le daba fatal.

♦  ♦  ♦

«Está bien, muchas gracias».

Minato vio el mensaje desde su teléfono y sonrió; salía del Hospital de la Universidad de Tokio, aún bastante temprano.

—Tengo algo de tiempo —murmuró—. Bueno… no es como si alguien me esperara en casa —se burló, guardo el teléfono y metió las manos en los bolsillos del pantalón.

Decidió ir a un restaurante a comer, porque no tenía ganas de cocinar y, a medio camino, una sonrisa pintó sus labios.

—El mundo es muy pequeño.

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