¡Hola! Si has llegado hasta aquí en la novela, quiero expresarte mi agradecimiento por tu lectura. Esta ha sido una novela experimental, cuyo argumento me gusta mucho. En el futuro, espero hacer una mejor novela haciendo uso de este argumento, porque soy consciente de que me falta mucho por aprender en este mundo.
Gracias de nuevo por llegar tan lejos.
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Querido Jesús, este es otro año en el que te escribo y, quizás, te fastidio con mis deseos irracionales. Pero… todavía soy un crío, así que… ¿qué más puedo hacer?En tu venida al mundo de forma simbólica, como cada año, debes estar al pendiente de varios tipos de correspondencia; muchos te piden juguetes, otros te piden regalos más personales y significativos. Tal vez ese venga a ser mi caso, lo que me lleva a la pregunta: ¿vale la pena seguir escribiendo esto, o incluso especificar qué es lo que quiero como regalo para esta navidad? Desde hace un tiempo siempre te pido lo mismo, quiero decir. Aun así, quiero seguir siendo fiel a la tradición, al formato, y te explicaré por qué este año si merezco que me regales lo que deseo. Espero ser lo tan explícito como se debe para que, entre todos tus mil
La vida está llena de muchos y diferentes matices, y casi nunca es para nadie lo que este quiere que sea. Para los afortunados, la vida podría ser mucho mejor; para los desafortunados, siempre podría ser mejor, pero nunca peor.Akari caminaba por la calle sin prisas, porque no tenía nada grande en mente. Iba camino a encontrarse con alguien. Él era un varón espigado, de cabellera rojiza en un tono muy raro que muchos problemas le había traído antes, como rosáceo, y un poco ondulado y que caía con libertad desde el centro de su cabeza y hacia todas partes, cubriendo apenas su frente; vestía atavíos simples: jeans y camisa, una chaqueta y mocasines.A su alrededor, la gente caminaba como si estuvieran llegando tarde a alguna parte: cláxones de autos, música de publicidad, gritos, habladurías… todo sumaba a la hora de aumentar el bullicio y, en med
«Mientras más simple la persona, más complicados serán sus días».El otoño no brillaba como de costumbre, porque el hombre se había encargado de hacer que así fuera. El cambio climático ya se notaba en las cosas más simples, como que ahora, en octubre, un otoño que tenía por normal ser ventoso y muy frío, se transformara en una brisa soportable y amena para muchos.A pesar de ser sábado, Akari tuvo que trabajar, cosa normal para alguien dedicado a su posición, y ahora regresaba a casa con prisas por una simple razón: había recibido un correo.Y sí, podía usar el teléfono para contestarlo, pero no le pareció propicio; ni siquiera lo leyó, porque pensó que lo mejor sería hacerlo en la privacidad de su computadora personal.El correo en cuestión venía de un remitente particu
Cuando no sabes lo que buscas, todo lo que hagas será difícil. Si no tienes un perfil claro de lo que deseas, las generalidades no sirven.Akari salió tan rápido como pudo de su trabajo aquel lunes, porque iba muy retrasado. Había tenido una junta de emergencia para la nueva planificación de un proyecto que él y su equipo llevaban y, al ser el jefe, no podía escabullirse.Iba tarde, tanto que, al ver la hora en el reloj, se dio cuenta de que la única forma de no llegar tan retrasado sería si tomaba un taxi. Era un gasto necesario, un gasto grande al fin, pero no dudó, y se subió al primero que se detuvo a su señal.Tal vez no conocía al individuo con quien se encontraría, pero era alguien con principios férreos, y un gran respeto por la puntualidad y buenas formas hacia los desconocidos.Unas decenas de minutos después, llegó, sorp
Se quedó en blanco.Tal como si del reinicio de un sistema operativo tras una falla se tratara, Akari tardó un par de segundos en volver a su centro, y ser capaz de entender lo que sucedía.Ojalá los seres humanos fueran tan sencillos como las computadoras.—¿Cómo sabes eso?Akari era un libro abierto al rubio: ojos transparentes, boca entreabierta y rasgos congelados; cuerpo tenso, con la postura firme y los hombros entumecidos; Minato se dio cuenta de que lo había tomado con la guardia baja, y se apresuró a buscar algo en el bolsillo de su pantalón.Akari lo miró atento, y el teléfono celular del más joven apareció. Él paso el dedo por la pantalla, puso la contraseña y, segundos después, encontró lo que buscaba; dio un paso al frente y extendió su teléfono al más bajo.—Hoy debo reuni
«Duele… duele… ¿por qué duele tanto?»Podía sentir el tacto sobre su cuerpo, el dolor, el picor, el asco, la inseguridad y el miedo; podía sentir cómo todas esas sensaciones caían sobre él como una masa pura, dura y terrible, cuando por fin entendió lo que pasaba, de parte de quién venía.«Duele… me quema».Dentro de él, todo lo presionaba contra paredes invisibles, y el calor comenzó a quemarlo desde lo profundo de su ser hacia el exterior. Se sentía como si fuese a explotar en cualquier segundo.Entonces, sintió que lo golpeaban, y algo hizo presión en su pecho. No podía ver nada, todo era oscuridad, pero no hacía falta: el malestar se juntó a todo lo demás, y deseó con todas sus fuerzas escapar de allí.De un momento a otro, todo ces&oacut
Minato guardó el enlace, y también una captura de pantalla de lo que veía, con la fecha y hora de su ordenador, y continuó con la observación.No le tomó mucho darse cuenta de que Matsushita Yui aparecía en otra foto, en la parte trasera; esta toma tenía mejor calidad, por lo que pudo captar su rostro de forma más clara.—Veintidós de marzo de dos mil trece… —murmuró. Era la fecha de publicación de la imagen, que se subió apenas tomarla.Era el día antes de la fiesta en la galería en Aomori, tras la que los señores Azarov desaparecieron.Y ver a Matsushita escondida en el fondo de un fotograma se repitió hasta tres veces más.«¿Por qué estaba Matsushita Yui con Saga Itsuki?», la pregunta no dejó de resonar en su mente ni un solo segundo porque, en términos l
Apenas escucharlo, Akari se quedó paralizado, pues su cerebro pudo comprender de inmediato qué traían consigo esas palabras. Trago saliva, y su nuez subió y bajó con lentitud; sus ojos se pasearon alrededor de Minato, pero no pudo verlo y, con cada segundo, entendió más y más, y su mente comenzó a hacer conjeturas.Minato siguió comiendo su pastel, le dio tiempo y, después de unos treinta segundos, el mayor resopló con fuerza y miró al rubio que, al darse cuenta de que la compostura regresó al semblante ajeno, aunque aún le veía confundido, detuvo el picoteo con su pastel, dejó ir el tenedor, y prosiguió:—Ella tiene una casa en Towada, al sureste de donde se encontró el auto con sus padres, y la compró hace más de doce años.—¿Cómo averiguaste eso? —cuestionó y a