Querido Jesús, este es otro año en el que te escribo y, quizás, te fastidio con mis deseos irracionales. Pero… todavía soy un crío, así que… ¿qué más puedo hacer?
En tu venida al mundo de forma simbólica, como cada año, debes estar al pendiente de varios tipos de correspondencia; muchos te piden juguetes, otros te piden regalos más personales y significativos.
Tal vez ese venga a ser mi caso, lo que me lleva a la pregunta: ¿vale la pena seguir escribiendo esto, o incluso especificar qué es lo que quiero como regalo para esta navidad? Desde hace un tiempo siempre te pido lo mismo, quiero decir. Aun así, quiero seguir siendo fiel a la tradición, al formato, y te explicaré por qué este año si merezco que me regales lo que deseo. Espero ser lo tan explícito como se debe para que, entre todos tus milagros, consideres un espacio para mí.
Este año cumplí diez, he crecido como cuatro centímetros y, aunque aún estoy delgado, me estoy haciendo más fuerte y resistente. Tengo que serlo para aguantar todo esto, a fin de cuentas.
Jesús, el año pasado te dije que me iba a hacer más fuerte, y que buscaría el coraje para hacer que las cosas mejoraran pero, con sinceridad, creo que solo han empeorado. Te dije también que intentaría ir a la escuela este año, porque ya he leído y releído todos los libros de la biblioteca de la casa, y de la biblioteca local, varias veces, pues quería aprender cosas nuevas, pero no he podido. Esta vez también me han dicho que no es necesario que alguien como yo vaya a la escuela; mi tío Hiro-chan dijo que, cuando él sea más grande, hará que yo vaya a la escuela. Y le creo, porque él es genial, y ahora tiene catorce años y está terminando la preparatoria. De seguro él podrá hacer que yo vaya a la escuela.
No he podido tampoco demostrar coraje. Me pregunto si soy un cobarde, pero es que… este año solo he coleccionado miedos y más miedos. Los huesos de mi cuerpo están todos maltrechos.
Tomo mucha leche para hacerme más fuerte y alto, y estudio toda clase de cosas para que mi cerebro siga funcionando bien; también hago deporte como lo dicen algunos de los libros que leo. Este año no puedo prometerte que las cosas cambiarán para el siguiente pero, en definitiva, no voy a rendirme. Voy a crecer y ser un buen hombre, tal como mis padres lo querían, tal como mi hermano debería serlo también. Tengo diez años ahora, y tantas cosas por hacer.
Mi cuarto está ordenado, también he comido con Hiro-chan algunas veces, porque aún no se me permite comer en la mesa con los demás; estas navidades pues… me pregunto cómo serán. El año pasado estuve en mi cuarto, así que creo que esta vez será igual. ¿Debería escabullirme al jardín para jugar un poco con la nieve? Al final, si me enfermo o no, no creo que le importe a nadie. Este año estuve enfermo algunas veces y no importó. No deberían existir diferencias.
No quiero que pienses que deseo portarme mal, ese no es el caso; como cada año te digo, estoy intentando portarme lo mejor que puedo: nunca levanto la voz a nadie, tampoco peleo con nadie, ni critico o discuto nada de lo que me hacen, porque sé que solo soy un niño y, aunque las cosas estén mal, justo ahora soy solo yo, y no tengo ningún derecho de criticar nada ante nadie más. Después de todo, ¿quién querría recibir a alguien como yo en su casa? En principio, no tendría a nadie a quien acudir, porque mi único amigo es Hiro-chan, mi tío, y vivimos en la misma casa. Entonces… solo debo seguir siendo fuerte, ¿no es así?
En algún momento todo esto terminará, y yo podré sonreír.
En algún momento miraré a mí alrededor y estaré rodeado de personas que me quieran.
Sé que en este año no todas las cosas han sido buenas; he intentado comportarme en todo sentido, pero, cuando estoy solo, no puedo evitar sentirme mal. Me gustaría poder jugar más con Hiro-chan, que el año próximo entrará en la universidad, aunque solo tiene catorce.
Él quiere ser un doctor, yo creo que es súper genial y, aunque le deseo todo lo mejor, también me siento un poco solo, porque él pasa mucho tiempo estudiando y no puede hablar conmigo tanto como antes; siempre se disculpa, y lo entiendo, creo que piensa que tiene la culpa de lo que pasa, y se siente mal por dejarme con todo esto pero… sé que no es su culpa, sé que él no puede hacer nada. No puedo pedirle egoístamente que deje de vivir su vida por mí. No puedo.
Quisiera pensar que las cosas mejorarán. He sentido tanto miedo por las noches. Aún ahora me despierto con terror, siento que no puedo respirar, vuelvo a sentir cómo el aire se escapa de mi cuerpo, cómo me quedo sin fuerzas, cómo no puedo hacer nada y… eso me da tanto miedo.
Sé que se supone que estaremos celebrando tu nacimiento, Jesús, pero… ¿no te sentiste solo al momento de estar en esa cruz?, ¿no sentiste temor al darte cuenta de que la vida se escapaba de tu cuerpo? He tenido esa sensación encima ya algunas veces y… le temo tanto, me aterra tanto. ¿Cómo fuiste tan fuerte?, ¿cómo fuiste tan sereno?, ¿cómo pudiste afrontarlo todo con tanta valentía? Quisiera pensar que, en algún momento, voy a poder ser tan valiente como tú, que voy a poder afrontar todo con la cabeza en alto… De verdad espero poder convertirme en un hombre capaz de sonreír y vivir.
Jesús, por fin he llegado a esa parte que de seguro te incomoda mucho, porque piensas «aquí va él, otra vez con su deseo irracional», y sí, creo que lo que te he pedido estos últimos tres años es lo único que necesito para ser feliz, para tener una vida nueva, una vida buena.
Como cada año, mi único deseo para esta navidad es que mamá, papá y mi hermano regresen, es lo único que pido, lo único que deseo. Sé que es irracional y complicado, pero… ¿no puedes tomarme en consideración esta vez, por favor? Estoy intentando ser fuerte, pero es tan difícil y complicado. No sé si de verdad tendré las suficientes fuerzas para seguir adelante cuando las cosas sucedan.
Soy un egoísta, pero… ¿podrías, por favor, considerar ese milagro para mí? Te lo agradeceré por la eternidad. Estoy desesperado.
Lo siento, sé que este pedido es demasiado grande, pero espero que, si por alguna razón esta vez me toca a mí, por favor, lo consideres con seriedad.
Pienso que no hay nada más que decir. En esta ocasión cumplirás dos mil cuarenta y tres años desde que naciste, si tomo en cuenta las desviaciones del calendario gregoriano. Te has hecho muy viejo, pero siempre es genial poder escribirte de esta forma. Después de todo, eres el único al que puedo escribirle al respecto.
La vida está llena de muchos y diferentes matices, y casi nunca es para nadie lo que este quiere que sea. Para los afortunados, la vida podría ser mucho mejor; para los desafortunados, siempre podría ser mejor, pero nunca peor.Akari caminaba por la calle sin prisas, porque no tenía nada grande en mente. Iba camino a encontrarse con alguien. Él era un varón espigado, de cabellera rojiza en un tono muy raro que muchos problemas le había traído antes, como rosáceo, y un poco ondulado y que caía con libertad desde el centro de su cabeza y hacia todas partes, cubriendo apenas su frente; vestía atavíos simples: jeans y camisa, una chaqueta y mocasines.A su alrededor, la gente caminaba como si estuvieran llegando tarde a alguna parte: cláxones de autos, música de publicidad, gritos, habladurías… todo sumaba a la hora de aumentar el bullicio y, en med
«Mientras más simple la persona, más complicados serán sus días».El otoño no brillaba como de costumbre, porque el hombre se había encargado de hacer que así fuera. El cambio climático ya se notaba en las cosas más simples, como que ahora, en octubre, un otoño que tenía por normal ser ventoso y muy frío, se transformara en una brisa soportable y amena para muchos.A pesar de ser sábado, Akari tuvo que trabajar, cosa normal para alguien dedicado a su posición, y ahora regresaba a casa con prisas por una simple razón: había recibido un correo.Y sí, podía usar el teléfono para contestarlo, pero no le pareció propicio; ni siquiera lo leyó, porque pensó que lo mejor sería hacerlo en la privacidad de su computadora personal.El correo en cuestión venía de un remitente particu
Cuando no sabes lo que buscas, todo lo que hagas será difícil. Si no tienes un perfil claro de lo que deseas, las generalidades no sirven.Akari salió tan rápido como pudo de su trabajo aquel lunes, porque iba muy retrasado. Había tenido una junta de emergencia para la nueva planificación de un proyecto que él y su equipo llevaban y, al ser el jefe, no podía escabullirse.Iba tarde, tanto que, al ver la hora en el reloj, se dio cuenta de que la única forma de no llegar tan retrasado sería si tomaba un taxi. Era un gasto necesario, un gasto grande al fin, pero no dudó, y se subió al primero que se detuvo a su señal.Tal vez no conocía al individuo con quien se encontraría, pero era alguien con principios férreos, y un gran respeto por la puntualidad y buenas formas hacia los desconocidos.Unas decenas de minutos después, llegó, sorp
Se quedó en blanco.Tal como si del reinicio de un sistema operativo tras una falla se tratara, Akari tardó un par de segundos en volver a su centro, y ser capaz de entender lo que sucedía.Ojalá los seres humanos fueran tan sencillos como las computadoras.—¿Cómo sabes eso?Akari era un libro abierto al rubio: ojos transparentes, boca entreabierta y rasgos congelados; cuerpo tenso, con la postura firme y los hombros entumecidos; Minato se dio cuenta de que lo había tomado con la guardia baja, y se apresuró a buscar algo en el bolsillo de su pantalón.Akari lo miró atento, y el teléfono celular del más joven apareció. Él paso el dedo por la pantalla, puso la contraseña y, segundos después, encontró lo que buscaba; dio un paso al frente y extendió su teléfono al más bajo.—Hoy debo reuni
«Duele… duele… ¿por qué duele tanto?»Podía sentir el tacto sobre su cuerpo, el dolor, el picor, el asco, la inseguridad y el miedo; podía sentir cómo todas esas sensaciones caían sobre él como una masa pura, dura y terrible, cuando por fin entendió lo que pasaba, de parte de quién venía.«Duele… me quema».Dentro de él, todo lo presionaba contra paredes invisibles, y el calor comenzó a quemarlo desde lo profundo de su ser hacia el exterior. Se sentía como si fuese a explotar en cualquier segundo.Entonces, sintió que lo golpeaban, y algo hizo presión en su pecho. No podía ver nada, todo era oscuridad, pero no hacía falta: el malestar se juntó a todo lo demás, y deseó con todas sus fuerzas escapar de allí.De un momento a otro, todo ces&oacut
Minato guardó el enlace, y también una captura de pantalla de lo que veía, con la fecha y hora de su ordenador, y continuó con la observación.No le tomó mucho darse cuenta de que Matsushita Yui aparecía en otra foto, en la parte trasera; esta toma tenía mejor calidad, por lo que pudo captar su rostro de forma más clara.—Veintidós de marzo de dos mil trece… —murmuró. Era la fecha de publicación de la imagen, que se subió apenas tomarla.Era el día antes de la fiesta en la galería en Aomori, tras la que los señores Azarov desaparecieron.Y ver a Matsushita escondida en el fondo de un fotograma se repitió hasta tres veces más.«¿Por qué estaba Matsushita Yui con Saga Itsuki?», la pregunta no dejó de resonar en su mente ni un solo segundo porque, en términos l
Apenas escucharlo, Akari se quedó paralizado, pues su cerebro pudo comprender de inmediato qué traían consigo esas palabras. Trago saliva, y su nuez subió y bajó con lentitud; sus ojos se pasearon alrededor de Minato, pero no pudo verlo y, con cada segundo, entendió más y más, y su mente comenzó a hacer conjeturas.Minato siguió comiendo su pastel, le dio tiempo y, después de unos treinta segundos, el mayor resopló con fuerza y miró al rubio que, al darse cuenta de que la compostura regresó al semblante ajeno, aunque aún le veía confundido, detuvo el picoteo con su pastel, dejó ir el tenedor, y prosiguió:—Ella tiene una casa en Towada, al sureste de donde se encontró el auto con sus padres, y la compró hace más de doce años.—¿Cómo averiguaste eso? —cuestionó y a
Cuando te gustaba tu trabajo, las cuentas estaban hechas.Akari se dejó ir hacia atrás en su asiento, buscando estirar los músculos después de una jornada eterna en su mente, aunque en la realidad tan solo eran poco más de cuatro horas.Hoy era sábado y, a pesar de que era su día libre, tendría que trabajar el turno completo para tener más holgura, y no sufrir por los proyectos pendientes, pues pensaba necesitaría de cada momento libre que su jornada le permitiera para dedicarse a otras cosas fuera de lo obligatorio.Desde la noche anterior tenía algo rondándole los pensamientos; pensó y pensó en eso, y la curiosidad solo creció. Entonces, justo a la mitad de su turno, decidió poner manos a la obra y saciar sus deseos de saber más, porque… ¿qué había de malo en satisfacerlos de vez en cuando?Minato Hamilton er