Katlyn parecía un animal enjaulado dentro de la mansión que compartía con su esposo prófugo, habían pasado horas desde que el detective le había dicho que Sebastián había entrado a un departamento que claramente no era uno de los que tenía a nombre suyo.Se estaba haciendo de madrugada cuando su teléfono sonó, la rubia no esperó ni un segundo para atender.-Dime que tienes novedades- sentenció casi como una amenaza, sintiendo que una gota de sudor bajaba desde su frente.Escuchó al hombre carraspear antes de decirle lo que había averiguado.-Estuve averiguando a nombre de quien estaba el departamento…- hizo una pausa que para Katlyn fue una eternidad- Helena Deluna ¿Le suena?- Katlyn no contestó, quedando completamente sin habla- ¿Hola, me escucha?-SI…- Apenas pudo decir-Por lo que pude investigué de la mujer, fue secretaria de su esposo por unos meses.“Oh sí, claro que lo sé”La rubia apretó con fuerza el aparato que tenía apoyado en su oído, lo partiría en cualquier momento si n
Sebastián arrancó rápidamente con su coche, rompiendo el límite de velocidad, y no solo porque quería llegar cuanto antes para corroborar que Katlyn estuviera bien, sino porque quería terminar con eso rápido, para volver con Helena antes de que despierte. No había tenido tiempo de dejarle una nota, ni siquiera se le había pasado por la cabeza, pero ya tendría tiempo para explicarle.Entró de un portazo a la mansión, esperando encontrar en el suelo del hall la peor escena, Katlyn desmayada o peor aún, muerta. Pero no la vio por ningún lado.-¿Amor?- preguntó y su voz hizo eco en la gran mansión, no parecía haber rastro de ella.Miró alrededor, todo parecía estar en su lugar, no había señales de que hubiesen forzado la entrada ni robado ninguno de los objetos valiosos que tenían de decoración.-¿Katlyn? ¿Estás bien?- preguntó comenzando a preocuparse de enserio.“¿Y si la habían secuestrado?” No podía descartar eso, él era un hombre importante, que podía ser amado por muchos, pero tambi
Sebastián se encontraba en el pasillo de la mejor clínica de la ciudad esperando los resultados de los análisis de paternidad. Hace tan solo unas horas no se había imaginado terminar su día de esa manera, por un momento había creído que sería un día inolvidable junto a Helena, que la despertaría con el desayuno, comerían en la cama, luego harían el amor todo el día diciendo una y otra vez cuánto se amaban. Pero no, estaba en un pasillo blanco, pulcro y con olor a limpio que lo estaba matando. No había querido volver a la casa junto a Katlyn hasta no saber la verdad, prefería estar 5 horas ahí sentado en la banqueta hasta que le dieran los papeles, y así lo hizo. Tenía la mirada de Katlyn encima de él constantemente, sin bajar la mirada un segundo, lo cual le impedía tomar el teléfono y llamar o mandar un mensaje a Helena y tampoco es que había podido pensar mucho en eso, ya que en su mente solo pasaba el hecho de que en cualquier momento un médico saldría por esa puerta y le diría
Helena no supo cuánto tiempo estuvo abrazando con fuerza sus rodillas y escondiendo su rostro entre ellas. No quería aceptarlo, no quería creer que todo ese tiempo Sebastián la había estado endulzando con sus hermosas palabras para conseguir acostarse con ella. -Maldito- murmuró con la voz quebrada “Todo esto es tu culpa por volver a confiar en la palabra de un hombre” Le dijo la voz cruel de su mente. Tenía razón, se había prometido dejar a los hombres de lado y concentrarse en lo que verdaderamente le importaba, su hermano, el único hombre que valía la pena. -Oh por Dios, Luquitas- Helena recordó que le había presentado su hermanito a Sebastián y hasta él había creído ver en el CEO amor verdadero. -Maldito manipulador- exclamó comenzando a sentir que un enojo le nacía desde dentro, justo en el mismo momento que el timbre de su casa sonó. Se levantó de golpe y con paso firme caminó hasta la puerta, abriéndola con fuerza. -¡Vete de aquí no quiero verte más!- gritó decidida a n
-¡Señor Aller! ¡No puede pasar!- Gritó la recepcionista de la empresa del hermano menor de Sebastián, quien había sido advertida de no dejar pasar al mayor de los Aller a la empresa. El hombre había quedado vetado de por vida del edificio.Pero el CEO no escuchó, ignorando completamente a la mujer, y esquivando a los guardias de seguridad que intentaron detenerlo, el odio ciego que tenía en contra de su hermano menor lo había hecho más rápido y más fuerte, burlando todos los intentos inútiles de los empleados para atraparlo.No había tiempo para esperar el ascensor, corrió por las escaleras, subiendo de dos en dos, su mente estaba desconectada, no sentía dolor en sus piernas ni que el aire apenas entraba en sus pulmones, solo quería llegar cuanto antes a matar a su hermano.No solo era por lo que había hecho con Katlyn, sino que eran años de acumular cosas, Sebastián había aguantado las actitudes crueles de su hermano por muchos años, una parte de él siempre pensaba que cambiaría, que
Sebastián no supo cómo llegó al edificio donde estaba el departamento de Helena sin estrellarse con el auto, su mente daba vueltas en miles de pensamientos que estaban presionando sus sienes y en su visión veía todo rojo por la doble traición, además de que sus lágrimas pedían salir de sus ojos tristes nublando más su vista.Necesitaba a Helena, necesitaba un abrazo de la joven, que lo consolara y le dijera que todo iba a estar bien, y que lo amaba, necesitaba de su medicina del amor.Llegó al edificio y esta vez sí usó las llaves, subiendo hasta el último piso y entrando rápidamente al departamento.-Helena…- exclamó con la voz rota, esperando el encuentro con la pelirroja, pero nadie contestó a su triste llamado.Atravesó el departamento extrañado.-¿Amor?- preguntó preocupado.Nada, Helena no le contestaba.-Si estás enojada conmigo, yo… vine a contarte todo…- Se asomó al cuarto mirando directamente a la cama deshecha y vacía.Entró de golpe y miró el alrededor, no había rastros de
Katlyn estaba destrozada, su rostro estaba lleno de lágrimas mientras caminaba de una esquina a la otra en el hall de la mansión que compartía con Sebastián.No le importaba que su esposo matara a Alan, todo sería mejor si ese hombre estuviera muerto, pero lo que la rubia temía era que fuera al revés. El menor de los Aller podía ser tan sádico y despiadado que temía que venciera a Sebastián.Habían pasado horas y lo peor de todo era que Sebastián no contestaba el teléfono.Estuvo a punto de ir a buscar a su esposo cuando escuchó que la puerta de entrada se abría y corrió al encuentro de su amado.-¡Sabastián!- lloró- Realmente creí que….La rubia no pudo continuar con su frase, porque apenas la puerta se abrió se encontró con un hombre que no era su marido.-¿Qué haces aquí?- gritó asustada y chocándose con la un mueble cuando intentó alejarse lo más que pudo de ese hombre siniestro. -¡No puedes estar aquí! ¡Vete maldito enfermo! - gritó en un mar de lágrimas, mirando hacia todos lados
-¡Nunca quise ser un Aller! ¡Maldito!- gritó rompiendo la carta en miles de pedazos y tirándola en el barro, donde se hundió rápidamente.El frío de las gotas de lluvia hicieron temblar todo su cuerpo, aunque no estaba seguro si era por eso o por el shock que sentía en ese momento al saber que todos lo habían engañado todo este tiempo.Su madre estaba viva en algún lado y su padre se había ido a la tumba con todos los secretos sin haberse preocupado nunca por decirle la verdad. “Si no hubiese sido porque hoy vine aquí, me hubiese muerto sin saber que su madre está en algún lado”Exclamó a sus adentros llenándose de furia.“Tantos años llorando a una tumba vacía” Pensó sintiendo náuseas.Salió a duras penas del agujero inundado, estaba completamente hecho un desastre, mojado de pies a cabeza y cubierto de barro. Se sentía tan miserable, su imagen externa representaba cómo se sentía por dentro.Miró la placa de su madre, sintiendo que sus lágrimas limpiaban su rostro embarrado.-¿Cómo