Helena llegó temprano y más que nunca a la oficina sabiendo que ahora eran dos, que cargaba un niño que no ha deseado en su vientre. Caminó hasta su escritorio tratando de no tocar por pura inercia su barriga inexistente y se sentó fingiendo que estaba todo bien, que nada había cambiado desde ayer y que los correos de su casilla de la empresa eran tan interesantes como para tener la cara casi pegada a la pantalla de la computadora. -¡DeLuna!- gritó el CEO desde su oficina, haciendo sobresaltar a su secretaria por el grito innecesario que propinó su jefe. Para algo estaba el interno, para que no gritara como un animal.La joven pelirroja se levantó lentamente de su asiento, como si la barriga ya le pesara y caminó hasta la gran oficina con la vista al frente, ignorando las miradas de odio a las que ya se estaba acostumbrando. Helena tocó la puerta, solo por cortesía y se asomó. -¿Me llamó señor?Claro que me llamó, creo que todo el edificio se enteró. Sebastián estaba sentado en s
-¡Atención todos!- chilló Katlyn haciendo que todos los empleados se callaran, dejaran sus conversaciones a la mitad y se acercaran hacia donde estaba ella agitando unos sobres rosados en sus manos. Todos la rodearon en un círculo y la mujer sonrió victoriosa de tener la atención como tanto le gustaba. Justo en ese mismo momento Helena entró al edificio y no pudo evitar acercarse al tumulto con curiosidad, encontrando a Katlyn en el medio, se asomó entre la gente y se adelantó, temiendo que la mujer estuviera hablando mal de ella. Una parte de helena gritó para sus adentros: “No eres la gran cosa ¿Por qué esa mujer hablaría de vos, una simple empleada?”Pero la pelirroja no podía evitarlo, parecía que a todos les encantaba hablar de ella e inventar cosas, además parecía que nadie se olvidaba de la noche de despedida de soltera de Katlyn, provocando que Helena tampoco pudiera pasar página, aunque lo intentara. -Chicas, sé que todas están ansiosas por la gran boda de Sebastián y Ka
Helena se abalanzó sobre el inodoro, pero nada Salió de su estómago vacío, los nervios y el estrés ni siquiera la dejaban poder vomitar para terminar con el malestar que la aquejaba, se levantó resignada y cabizbaja, salió del cubículo sin mirar hacia adelante, chocando con alguien que justo entraba al baño al mismo tiempo en que ella intentaba salir. -Lo siento…La pelirroja levantó el rostro dando un saltito hacia atrás por la sorpresa de encontrarse a un hombre en el baño de mujeres. -¿Qué hace usted aquí?, es el baño de damas- exclamó Helena sonrojada, como si fuera un vestuario y ella estuviera en paños menores. -¿Segura?- el hombre hizo un gesto con su cabeza hacia algo que estaba detrás de la secretaria presidencial, ella se volteó buscando qué estaba viendo el hombre desconocido de la voz familiar y vio que contra la pared había varias letrinas, su rostro se puso rojo instantáneamente de la vergüenza. -¡Lo siento!- gritó avergonzadaEl hombre rió divertido y Helena le pre
-Helena- habló Sebastián viniendo de los baños y parándose delante del escritorio de la mujer. -¿Sí señor? -Ven conmigo a mi oficina “¿Y ahora que hice?” Se preguntó la joven mientras lo seguía por detrás. -¿Qué necesita señor? El CEO se apoyó contra su escritorio y se apretó el ceño con las manos respirando profundo, tratando de juntar fuerzas para hablar desde la sinceridad. -Primero, por favor no me llames más “señor”, “señor Aller” y esas cosas, puedes llamarme Sebastián- le indicó de la manera más suave en la que él podía decir las cosas Helena quedó sorprendida por ello, como si su jefe quisiera acortar las distancias entre ambos ahora que había visto que su hermano menor rondaba alrededor de la pelirroja. -Está bien…. Sebastián…- sonó raro decirlo, no creía poder acostumbrarme a ello. El CEO sonrió de lado satisfecho y Helena pensó que se veía gracioso sonriendo, como si estuviera haciendo todo el esfuerzo del mundo para parecer más humano. -Escucha Helena…. Debe
Helena no sabía cómo hizo para llegar a su trabajo al día siguiente, se sentía un zombie, sin vida y sin ningún propósito. Se sentó en su escritorio y comenzó a trabajar de manera automática, contestando mails y acomodando el papeleo, ignorando las miradas de la gente y las de su jefe, que sabía que la vigilaba a través del panel de vidrio de su oficina, realmente no le importaba. Tomó una carpeta que el CEO le había pedido que revisara e intentó quitar los ganchitos que unían las hojas, no salían y la colorada comenzó a temblar y a ponerse roja. -Maldita sea- Murmuró con frustración, intentó sacar el metal con sus uñas, porque no le importaba romperlas, nunca había tenido lindas uñas después de todo, pero no salían- ¡No puede ser!- protestó con los ojos llorosos- ¡Porque nada me sale bien!- Gritó y de un tirón quitó los ganchos, cortándose un dedo en el camino.Miró la herida abierta, por la cual salió el líquido espeso y carmesí, y se sintió más aliviada, como si por esa pequeña
Alan acarició la pantalla de su celular, en él había una publicación de Instagram de “Katlyn Aller”, porque sí, la rubia se había cambiado su nombre de usuario, agregando el apellido de su prometido. “Ansiosa de que ya sea sábado y poder convertirme en la señora de Sebastián Aller, ¡TE AMO MI AMOR!” En la foto estaba la que para el menor de los herederos era la mujer más hermosa del planeta, sonriendo a la cámara, con su amplia sonrisa de dientes como perlas y sus labios carnosos pintados con un labial rosa brillante, la codiciada mujer estaba abrazando por el cuello a quien era su prometido, Sebastián Aller, quien sonreía a la pantalla. Cualquiera que lo conociera bien sabría que su mirada no era de felicidad como decía su expresión, aun así, Alan sabía que se estaba riendo de él en esa imagen. Le puso MG a la publicación, de forma irónica claro, y arrojó el teléfono a la cama, se sentó en la misma y tironeó de sus cabellos con ira. -Maldito infeliz- Murmuró y miró hacia el cajón
-¿Qué? -Piénsalo por un momento Hele, tengo un buen trabajo con un buen sueldo, puedo mantener a los tres sin problema, Luquitas podría tener un tratamiento mucho mejor en el exterior, ya no tendrías que preocuparte por trabajar nunca más. David enumeraba los supuestos beneficios que representaban salir con él, pero Helena apenas podía mantener la calma y procesar lo que acababa de decir quien creía que era su amigo hace tan solo unos minutos. -Espera un momento por favor, me estas abrumando- suplicó Helena alejando sus manos de las de David porque ahora el tacto era incómodo. Sostuvo su cabeza que daba vueltas y David posó su mano en la espalda de la pelirroja, inclinándose hacia ella, hablándole muy de cerca en el oído. -Se acabaría el maltrato laboral para ti Hele, no tendrías que ver más al idiota de tu jefe ni a nadie de la oficina, estarás en mi casa tranquila, viendo a los niños crecer- la endulzó. -Eso no es lo que yo… Helena jamás se había visto a sí misma como una simp
-No David, vete por favor…-¡Deberías estar agradecida de lo que te estoy ofreciendo! ¡Darme las gracias! Realmente no lo entiendo… todos tus problemas se solucionarían…-No…- Exclamó Helena en un hilo de voz, ya no veía frente a ella a su amigo de toda la vida. El rostro de David se había distorsionado, borroneado y convertido en una silueta oscura que se cernía peligrosamente sobre ella. Flashes de la noche de la despedida de soltera vinieron a su mente perturbada, afectando la realidad, volvió a sentir esas manos callosas y frías que la tomaban con fuerza sus muñecas, el aliento caliente y cruel contra su cuello y el peso muerto aplastándola contra el colchón, que en este caso lo estaba sintiendo contra la pared, como si la aprisionara ahí nuevamente contra su voluntad.-¡No por favor!- suplicó con fuerza, porque esta vez sí podía gritar, no como aquella noche, que su voz se había ido de su cuerpo, dejándola en manos de esa bestia. David notó el cambio brusco en su amiga, que aho