—Ese hombre… — Elianna miraba a Elara tan feliz como nunca antes, y aquel desconocido parecía demasiado apegado a ella, como si la conociera de toda la vida. Caleb estaba dentro de los baños del lugar, y ella comenzaba a sentirse furiosa al mismo tiempo que nerviosa. Los guardaespaldas de su prometido estaban cerca de ella pendientes de cualquier incidente que pudiera ocurrir, pero aún así no lograba sentirse segura. Mirando a su hermana mayor, sintió que la rabia se apoderó de su corazón. ¿Cómo era que podía estar tan feliz y despreocupada de compras después de mandarle hacer algo tan atroz? ¿Acaso era un monstruo? Negando en silencio, no quiso seguirla viendo, ella tenía que superarlo, y Elara solamente seguía en su burbuja de egoísmo. —¿Te hice esperar mucho? — cuestionó Caleb sacándola de sus pensamientos. Sonriendo, Elianna negó. —Vamos, ya tengo hambre, quiero ver cuál es ese restaurante del que me estabas hablando — Desde el otro lado de la tienda, Elara miró a su herm
— Está delicioso — dijo Elianna con ánimo, al probar aquel filete Mignon, que casi se deshacía en su boca. Caleb sonrió y no pudo dejar de mirarla; sabía que ella se estaba haciendo la fuerte, pero había notado como sus manos temblaban cuando habían visto a Elara Jhonson a lo lejos. Le había dicho que la amaba, sin embargo, aún no sabía que era lo que aquella hermosa castaña sentía por el; no iba a presionarla, por supuesto, pues entendía que ella incluso podría haber olvidado aquel "Te amo" de la noche anterior, en medio de todo lo que le estaba pasando. Aún no estaban fuera de peligro, eso era un hecho, pues si su madre y hermana habían sido capaces de llegar tan lejos para ordenar un ataque contra ella, significaba que todo aquello apenas estaba comenzando. Sus informes, por otro lado, eran preocupantes; el atacante simplemente parecía haber desaparecido del mapa, y estaba convencido de que Elena Jhonson lo tenía bajo resguardo como un truco sucio bajo la manga para el momento que
Aquella noche las bailarinas lucían más tentadoras de lo habitual. Hombres cayendo de borrachos, dejaban ver su gran necesidad de afecto al pagar por la falsas caricias de esas meretrices que cobraban cien dólares por un instante. El vino barato había quedado atrás, y justo en ese momento se embriagaba con una botella tan costosa que bien podría matar el hambre de una familia necesitada por al menos seis meses, pero, por supuesto, el no era para nada un patético altruista. Maximiliano se regodeaba de su propia maldad, y poco o nada le importaba lo que cualquiera dijese de el. Pronto tendría tanto dinero para vivir una vida holgada y pavorosa, justo como a él le gustaba. Dirigía una de las mafias más fructíferas de Italia, pero en los últimos años sus rivales lo habían acechado al punto de perder muchos de sus privilegios, y, por supuesto, nunca estaba realmente dispuesto a renunciar a su costoso estilo de vida. Había mandado a atacar a Elianna Jhonson antes de saber que ella era la f
Elara observaba en su cuerpo, el lujoso vestido que su madre había ordenado para ella. Vera Chang lo había diseñado especialmente para ella, una petición suya digna de una princesa de los cuentos de hadas que siempre le habían encantado. —Listo, las medidas fueron exactas, tiene usted una figura perfecta y bien proporcionada, el diseño sin duda alguna lucirá mucho más que perfecto en usted — Elara se miró. Al día siguiente sería, finalmente, su boda con Cedric Auritz, y el hombre que arrebató de su hermana, sería suyo para siempre. —Sal, quiero estar sola — ordenó la mujer de cabellos negros. El vestido era todo lo que había imaginado que sería; el más costoso, el más perfecto, y el que la haría sobresalir por encima de Elianna tal y como debía de ser. No estaba contenta por la decisión de su madre sobre las dos bodas juntas, pero toda rabieta y súplica simplemente no fueron escuchadas. Su mamá había tirado “la casa por la ventana”, y todo en esa boda era enteramente al gusto de
El viento mecía con suavidad las cortinas de esa habitación especial en dónde la estaban preparando. Sus ojos verdes le regresaban la mirada en el espejo. El cepillo de plata marcaba cada hebra de su hermoso cabello castaño, y una brocha de rubor, coloreaba sus tersas mejillas de un rosado suave que marcaba sus pómulos perfectos. Una caja cerrada la esperaba en la cama, los guantes blancos yacían junto el delicado ramo de rosas blancas y rosas que la madre de Caleb Auritz había mandado hacer especialmente para ella. El labial resaltaba su belleza, y sus enaltecidas cejas se arqueaban con sorpresa. Aquel día llegó, quizás, demasiado pronto. Pronto caminaría del brazo de Caleb Auritz ya no como su prometida, si no como su mujer. Levantándose de la silla, elogió el trabajo de Alexei y el de sus asistentes, y abrió aquella caja en dónde se hallaba el vestido de novia que su madre había mandado hacer especialmente para ella. Al verlo, no se sorprendió de lo que encontró en su interior, y
Los pensamientos se fundían con el viento que entraba agradable entre las cortinas de aquella lujosa habitación de hotel. Las personas iban y venían, quizás, con demasiada prisa, para que todo estuviese mucho más que perfecto. Acomodando su corbatín negro, y aquellas flores blancas de su bolsillo, Caleb Auritz le mostró una radiante sonrisa a su reflejo. Aquel era el día en que se casaría con la mujer que había amado siempre.Un sentimiento de gran regocijo se apoderó de él. Recordando todos aquellos momentos en que miraba a esa hermosa mujer de cabellos castaños y ojos verdes de selva salvaje tan bella, tan inalcanzable, sintió que su corazón se inflamó de una increíble dicha que lo gobernó por completo. Elianna Jhonson había sido y sería siempre el primer y único gran amor de su vida, pues había perdido ante ella cuando aún eran demasiado jóvenes para entender lo que era el amor. ¿Por qué se había enamorado de ella? Quizás, por aquella radiante sonrisa cargada de inocencia y pure
—Nos retiramos, no compartiremos nuestro momento con nadie más — Elara y Elena abrieron los ojos con indignación y sorpresa al escuchar las palabras de Caleb Auritz. Cedric, sin embargo, sonrió de lado al esperarse algo como aquello. —¿Pero que están diciendo? Si se van ahora mismo no habrá un solo sitio en esta maldita ciudad en dónde puedan celebrar su absurdo matrimonio — amenazó en voz baja la pelinegra al tiempo en que arrojaba aquel vestido manchado de rojo al suelo. Su hermana, nuevamente, la estaba poniendo en ridículo. Acercándose, Elena tomó con brusquedad a Elianna del brazo. El vestido que estaba usando era notablemente más costoso que el que llevaba Elara, aunque, de ningún diseñador que ella hubiese visto antes. ¿Cómo se atrevía a desafiarla? Y, mas aún, ¿Cómo se atrevía a abandonar aquella boda antes de comenzar? —¿Cómo te atreves a hacer todo esto? Si te vas ahora, haré que pagues por esto muy caro, Elianna, no tendré compasión alguna de ti o de tu esposo — amen
Aquellos aplausos seguían llenando el viento. Las promesas fueron cantadas ante la luz del sol, una hermosa mujer miraba a los ojos de zafiro de su hombre, y sin decir nada, ambos se lo habían dicho todo. —Gracias, por pensar en mi — Elianna sonrió al mirar nuevamente aquel esplendor; ella tan solo había pensado en su vestido de novia, y en como iría a opacar a Elara con el. Sin embargo, se había resignado a compartir su boda, su momento, con esa desgraciada que tenía por hermana mayor; Elena, tal y como lo había pensado, simplemente no tomo en cuenta nada de lo que ella había querido para su boda con Caleb, y todo, absolutamente todo, cómo era de esperarse de esa mujer, fue al entero gusto de Elara y Cedric. Ella no se había atrevido a soñar con una boda de ensueño, pues sabría que no la tendría, y aún a pesar de no tener ninguna expectativa, Caleb Auritz, nuevamente, había logrado sorprenderla. —Es tu día, reina Elianna, así que no podías solo resignarte a compartir tu momento