— Bolita...no se mueve — Elianna sintió que su mundo comenzaba a derrumbarse. Gruesas y calientes lágrimas se derramaron como cascadas desde sus ojos verdes que miraban con desesperación a Caleb. Tomándolo entre sus brazos, Caleb vio que el pobre animal estaba muy malherido; había golpeado brutalmente. — Por favor, Caleb, ¡Sálvalo! El...intento defenderme, es todo ni culpa...es toda mi culpa... — dijo Elianna llorando histérica. El rubio sintió como algo se quebró dentro de el al ver llorar tan desgarradoramente a su amada. Elianna estaba sufriendo. — Jajaja, al menos pude desquitar algo de mi paga — murmuró aquel maldito hombre que era llevado por la policía. A punto de decir algo, Caleb vio como Elianna se ponía de pie y caminaba a paso firme para luego propinar un fuerte puñetazo a aquel delincuente. — Si lo pierdo...escúchame bien, miserable, si lo pierdo por tu culpa, veré qué te pongan en un lugar en dónde ni siquiera los cuervos podrán dejar caer su suciedad sobre ti...e
Elena observaba los jardines de la enorme mansión Jhonson. Dentro de un par de semanas, sus hijas se casarían con los herederos Auritz y su influencia y poder crecería a consecuencia de ello. Todo estaba saliendo a pedir de boca a pesar de los muchos errores que estaba cometiendo Elara recientemente; con el apellido Auritz en sus nietos, su fortuna y poder estaban asegurados, así que esperaba que Elara se pusiera en ello tan pronto estuviese casada. — ¡Mamá tienes que ayudarme! — la voz de su hija mayor, sin embargo, interrumpió sus pensamientos. — ¿Que es lo que has hecho está vez? — cuestionó sin estar impresionada. Elara se mordió las uñas sintiéndose muy nerviosa. — Creo que algo malo le pasó a Elianna...por algo que yo hice — admitió. Elena mantuvo la calma. Tomando un sorbo de su taza de té, se sentó tras su escritorio de roble. — Bien, y dime hijita, ¿Que fue lo que hiciste? — En el departamento de Caleb, Elianna tacos durmiendo sobre su enorme cama. Acariciando su rostr
El viento gentil acaricio su rostro logrando despertarla. En techo blanquecino le resultaba desconocido, y la forma de las enormes ventanas cuyas cortinas se mecían suavemente, no eran las mismas de su habitación. Era de noche, y la luna ya se asomaba en lo alto. Incorporándose, Elianna sentía aquel punzante dolor de cabeza atormentarla, y repentinamente los recuerdos de lo ocurrido la golpearon con crudeza. — ¡Bolita! — gritó desesperada. La puerta de aquel lugar desconocido se abrió repentinamente. — Señorita Elianna, que bueno que ya despertó, venga, la ayudaré a levantarse, le he preparado la cena — Helen, la amable secretaria de Caleb y niñera de su gato, la miraba angustiada. — Helen...en, ¿En dónde estoy? ¿Cómo está Bolita? — preguntó sintiéndose agitada y adolorida. — Está en el departamento del señor Auritz, el salió por la tarde y no dijo a qué hora regresaría, el veterinario se ha comunicado y dijo que Bolita se encuentra estable y completamente fuera de peligro, en u
El humo de un cigarro dibujaba formas difusas en el viento nocturno. Los bares lucían llenos de gente que alegremente buscaba pasar un buen rato. Las luces en las farolas parpadeaban y los automóviles iban tan rápido que apenas y sus faros coloridos creaban siluetas de colores. Entrando en un bar de mala muerte, aquel hombre encendía un nuevo cigarrillo, al tiempo que miraba a las mujeres hermosas bailando sobre el escenario mientras los hombres ya borrachos, dejaban billetes a sus pies. Hacía años que no regresaba a New York; se había marchado cuando las cosas no resultaron beneficiosas para el, dejando a su mujer y su hija atrás, pero aquel informante le había dicho que la situación había cambiado, y que su esposa ahora era la heredera de una cuantiosa herencia. — ¿Le sirvo algo señor? — Mirando a la mesera que no dejaba nada a la imaginación en aquel atuendo provocativo, la tomó por la cintura para sentarla en sus piernas. — Tráeme la mejor botella que tengas cariño, y quédate
—Mucho tiempo sin verte, querida esposa — Elena se incorporó. Mirando con desprecio a ese hombre de sonrisa cínica que tenía delante, se seco el sudor y luego camino hacia el. Una sonora bofetada resonó en el lujoso espacio, pero aquel hombre no se inmutó y tan solo soltó una risa divertida.—Maximiliano, eres un maldito bastardo, ¿Quién te crees que eres para entrar en mi casa como si fueras el dueño? — reprochó con furia. —Veo que no has cambiado en nada, pensé que después de tantos años me recibirías con un cálido abrazo, después de todo, fue tu culpa que yo me fuera por llevar a ese engendro en tu vientre — dijo el hombre tocándose la mejilla. Elena apretó los dientes. —Lárgate ahora mismo si no quieres que te mandé sacar por la fuerza, tu no tienes nada que estar haciendo aquí, Elara y yo ya te superamos hace años, no hay nada para ti en este lugar — respondió. Mirando aquella habitación, el hombre de cabello negro y ojos grises, notó que aquella era la que una vez perte
Las sonrisas brillantes y las poses extrañas, llenaban esa mañana el restaurante favorito de Elara Jhonson. Selfie tras selfie, la joven sonreía mientras su padre la secundaba en todo y posaba junto a ella para la cámara del celular. Elara sentía el pecho inflamado de emoción, pues durante prácticamente toda su vida, había añorado el regreso de su amado progenitor. Cada noche desde el día en que se había marchado, lloraba por su ausencia, y tenerlo allí era casi como un sueño. Se había olvidado por completo de Elianna y solo quería enfocarse en pasar el mayor tiempo posible con el hombre que le dio la vida. —Ya quiero que conozcas a Cedric, es muy guapo y el heredero de su familia, creo que te vas a llevar muy bien con el — decía con ilusión la joven pelinegra. Maximiliano sonrió cínicamente. Cedric Auritz era uno de los gemelos herederos de una de las dinastías más poderosas de todo Estados Unidos; si Elara iba a casarse con un hombre tan influyente y poderoso, su futuro estaba má
—Ese hombre… — Elianna miraba a Elara tan feliz como nunca antes, y aquel desconocido parecía demasiado apegado a ella, como si la conociera de toda la vida. Caleb estaba dentro de los baños del lugar, y ella comenzaba a sentirse furiosa al mismo tiempo que nerviosa. Los guardaespaldas de su prometido estaban cerca de ella pendientes de cualquier incidente que pudiera ocurrir, pero aún así no lograba sentirse segura. Mirando a su hermana mayor, sintió que la rabia se apoderó de su corazón. ¿Cómo era que podía estar tan feliz y despreocupada de compras después de mandarle hacer algo tan atroz? ¿Acaso era un monstruo? Negando en silencio, no quiso seguirla viendo, ella tenía que superarlo, y Elara solamente seguía en su burbuja de egoísmo. —¿Te hice esperar mucho? — cuestionó Caleb sacándola de sus pensamientos. Sonriendo, Elianna negó. —Vamos, ya tengo hambre, quiero ver cuál es ese restaurante del que me estabas hablando — Desde el otro lado de la tienda, Elara miró a su herm
— Está delicioso — dijo Elianna con ánimo, al probar aquel filete Mignon, que casi se deshacía en su boca. Caleb sonrió y no pudo dejar de mirarla; sabía que ella se estaba haciendo la fuerte, pero había notado como sus manos temblaban cuando habían visto a Elara Jhonson a lo lejos. Le había dicho que la amaba, sin embargo, aún no sabía que era lo que aquella hermosa castaña sentía por el; no iba a presionarla, por supuesto, pues entendía que ella incluso podría haber olvidado aquel "Te amo" de la noche anterior, en medio de todo lo que le estaba pasando. Aún no estaban fuera de peligro, eso era un hecho, pues si su madre y hermana habían sido capaces de llegar tan lejos para ordenar un ataque contra ella, significaba que todo aquello apenas estaba comenzando. Sus informes, por otro lado, eran preocupantes; el atacante simplemente parecía haber desaparecido del mapa, y estaba convencido de que Elena Jhonson lo tenía bajo resguardo como un truco sucio bajo la manga para el momento que