Elara sonrió de nervios. Aquel hombre idéntico a su prometido, la miraba con un odio atroz que la hizo estremecer de miedo. Retrocediendo dos pasos, se zafó del agarre de Caleb Auritz y sintió que su odio hacia Elianna se volvía más intenso. ¿Porque justamente Caleb, entre todos los hombres, había puesto sus ojos en Elianna? Aquel resentimiento contra ella que notaba con claridad en su mirada, le decía que lo que el apuesto rubio sentía hacia su hermana menor era algo mucho más allá que solo un beneficio de apellidos. Caleb estaba furioso, realmente furioso. — Señorita Jhonson, sería mejor para ti si salieras de aquí, no tolerare este trato hacia mi futura esposa — dijo Caleb con aquella frase sonando como una amenaza. Elara se arregló las mangas de su costosa blusa. Mirando a Elianna, pudo ver cómo este no mostró rastro alguno de intimidación a pesar de llevar sus mejillas ya muy coloradas debido a los golpes. En su rostro mallugado se dibujaba una sonrisa de satisfacción. Aquella
—¡Elara! ¿Cómo pudiste hacer semejante tontería? He recibido llamadas todo el día de nuestros socios y conocidos reprochando tu cuestionable conducta — Elena estaba furiosa. Su hija estaba en todos los medios de comunicación como la nota roja de la semana. Sus videos golpeando a Elianna se habían viralizado a tal punto que no parecía que nadie hablara de otra cosa y se habían convertido en la burla de la sociedad. —Lo siento mamá, no pensé que alguien estuviera grabando, además, ¿Qué les importa el como trato a mi hermana menor? Elianna es una perra que no merece que nadie le tenga contemplación alguna, todos están haciendo un escándalo sin razón alguna — dijo excusándose la mujer. Cedric miraba furioso a Elara. Aquella mujer estúpida vivía muy ajena de la realidad que la rodeaba. La había golpeado, y ella no le había reprochado por ello, sin duda alguna era una estúpida. Elena se dejó caer en su elegante y costosa silla tras su escritorio. Masajeando sus sienes, sentía que la p
El aroma del café la relajaba en aquella fresca madrugada. El viento llevaba consigo un suave aroma a flores y cada vez la primavera lograba sentirse un poco más cerca. Elianna no lograba conciliar el sueño; eran demasiadas las cosas que iban pasando todas a la vez, y aún cuando sus planes marchaban perfectos, era demasiada carga mental para una sola persona. Mirando de soslayo aquella invitación a su lado, la tomó con delicadeza leyendo lo que decía. “Las familias Auritz y Jhonson tienen el placer de invitarle a la boda…”Dentro de dos semanas sería la esposa de Caleb Auritz, y su hermana mayor sería la esposa de Cedric. Una sonrisa de ironía se dibujó en su rostro. ¿En qué momento había pasado aquello? Levantándose de su escritorio, dejó aquellos diseños a medio terminar para salir al balcón de su alcoba. La calle estaba sumida en un silencio sepulcral y en las negras penumbras de las tres de la madrugada. Las luces de los faroles estaban parpadeando levemente, y todos sus pensamie
— Bolita...no se mueve — Elianna sintió que su mundo comenzaba a derrumbarse. Gruesas y calientes lágrimas se derramaron como cascadas desde sus ojos verdes que miraban con desesperación a Caleb. Tomándolo entre sus brazos, Caleb vio que el pobre animal estaba muy malherido; había golpeado brutalmente. — Por favor, Caleb, ¡Sálvalo! El...intento defenderme, es todo ni culpa...es toda mi culpa... — dijo Elianna llorando histérica. El rubio sintió como algo se quebró dentro de el al ver llorar tan desgarradoramente a su amada. Elianna estaba sufriendo. — Jajaja, al menos pude desquitar algo de mi paga — murmuró aquel maldito hombre que era llevado por la policía. A punto de decir algo, Caleb vio como Elianna se ponía de pie y caminaba a paso firme para luego propinar un fuerte puñetazo a aquel delincuente. — Si lo pierdo...escúchame bien, miserable, si lo pierdo por tu culpa, veré qué te pongan en un lugar en dónde ni siquiera los cuervos podrán dejar caer su suciedad sobre ti...e
Elena observaba los jardines de la enorme mansión Jhonson. Dentro de un par de semanas, sus hijas se casarían con los herederos Auritz y su influencia y poder crecería a consecuencia de ello. Todo estaba saliendo a pedir de boca a pesar de los muchos errores que estaba cometiendo Elara recientemente; con el apellido Auritz en sus nietos, su fortuna y poder estaban asegurados, así que esperaba que Elara se pusiera en ello tan pronto estuviese casada. — ¡Mamá tienes que ayudarme! — la voz de su hija mayor, sin embargo, interrumpió sus pensamientos. — ¿Que es lo que has hecho está vez? — cuestionó sin estar impresionada. Elara se mordió las uñas sintiéndose muy nerviosa. — Creo que algo malo le pasó a Elianna...por algo que yo hice — admitió. Elena mantuvo la calma. Tomando un sorbo de su taza de té, se sentó tras su escritorio de roble. — Bien, y dime hijita, ¿Que fue lo que hiciste? — En el departamento de Caleb, Elianna tacos durmiendo sobre su enorme cama. Acariciando su rostr
El viento gentil acaricio su rostro logrando despertarla. En techo blanquecino le resultaba desconocido, y la forma de las enormes ventanas cuyas cortinas se mecían suavemente, no eran las mismas de su habitación. Era de noche, y la luna ya se asomaba en lo alto. Incorporándose, Elianna sentía aquel punzante dolor de cabeza atormentarla, y repentinamente los recuerdos de lo ocurrido la golpearon con crudeza. — ¡Bolita! — gritó desesperada. La puerta de aquel lugar desconocido se abrió repentinamente. — Señorita Elianna, que bueno que ya despertó, venga, la ayudaré a levantarse, le he preparado la cena — Helen, la amable secretaria de Caleb y niñera de su gato, la miraba angustiada. — Helen...en, ¿En dónde estoy? ¿Cómo está Bolita? — preguntó sintiéndose agitada y adolorida. — Está en el departamento del señor Auritz, el salió por la tarde y no dijo a qué hora regresaría, el veterinario se ha comunicado y dijo que Bolita se encuentra estable y completamente fuera de peligro, en u
El humo de un cigarro dibujaba formas difusas en el viento nocturno. Los bares lucían llenos de gente que alegremente buscaba pasar un buen rato. Las luces en las farolas parpadeaban y los automóviles iban tan rápido que apenas y sus faros coloridos creaban siluetas de colores. Entrando en un bar de mala muerte, aquel hombre encendía un nuevo cigarrillo, al tiempo que miraba a las mujeres hermosas bailando sobre el escenario mientras los hombres ya borrachos, dejaban billetes a sus pies. Hacía años que no regresaba a New York; se había marchado cuando las cosas no resultaron beneficiosas para el, dejando a su mujer y su hija atrás, pero aquel informante le había dicho que la situación había cambiado, y que su esposa ahora era la heredera de una cuantiosa herencia. — ¿Le sirvo algo señor? — Mirando a la mesera que no dejaba nada a la imaginación en aquel atuendo provocativo, la tomó por la cintura para sentarla en sus piernas. — Tráeme la mejor botella que tengas cariño, y quédate
—Mucho tiempo sin verte, querida esposa — Elena se incorporó. Mirando con desprecio a ese hombre de sonrisa cínica que tenía delante, se seco el sudor y luego camino hacia el. Una sonora bofetada resonó en el lujoso espacio, pero aquel hombre no se inmutó y tan solo soltó una risa divertida.—Maximiliano, eres un maldito bastardo, ¿Quién te crees que eres para entrar en mi casa como si fueras el dueño? — reprochó con furia. —Veo que no has cambiado en nada, pensé que después de tantos años me recibirías con un cálido abrazo, después de todo, fue tu culpa que yo me fuera por llevar a ese engendro en tu vientre — dijo el hombre tocándose la mejilla. Elena apretó los dientes. —Lárgate ahora mismo si no quieres que te mandé sacar por la fuerza, tu no tienes nada que estar haciendo aquí, Elara y yo ya te superamos hace años, no hay nada para ti en este lugar — respondió. Mirando aquella habitación, el hombre de cabello negro y ojos grises, notó que aquella era la que una vez perte