Desperté con una sensación de serenidad que no había experimentado en mucho tiempo. Los cálidos rayos del sol se filtraban suavemente por las cortinas entreabiertas, bañando la habitación con una luz apacible. Abrí lentamente los ojos, encontrándome envuelta en la reconfortante presencia de Raven. Aún podía sentir la calidez de su piel contra la mía, recordando la entrega y pasión de la noche anterior. Me encontraba recostada en la cama, con la cabeza apoyada en su pecho, escuchando el ritmo acompasado de su corazón. Después de la catarsis emocional y física que habíamos compartido, una pizca de paz había logrado colarse en mi interior, ofreciéndome un breve respiro.Raven despertó con una sonrisa al sentir el roce de mi cabello en su pecho. Acarició con ternura mi espalda, deleitándose en la suavidad de mi piel, y nuestras miradas se encontraron en un gesto de complicidad y amor mutuo.— Buenos días, Madame — susurró, con voz ronca y áspera por haber acabado de despertar.— Buenos dí
Raven, notando mi repentino cambio de semblante, me miró con inquietud.— ¿Ocurre algo? — Levanté la mano en señal de que necesitaba un momento.— Es mi madre. — le expliqué con un deje de ansiedad en la voz, y al cabo de unos segundos añadí. — Tengo varias llamadas perdidas de ella, y eso no es usualEl tono de marcado resonaba en mis oídos, mientras esperaba ansiosamente a que mi madre contestara la llamada. Finalmente, escuché su voz al otro lado de la línea.— ¡Sunny, por fin contestas! ¡Ha ocurrido algo terrible, necesito que vengas de inmediato! — exclamó mi madre.Un vuelco en el corazón me hizo sentir un nudo en la garganta. Rápidamente, me puse de pie, dejando lo poco que quedaba de la bandeja del desayuno a un lado, y miré a Raven con profunda preocupación en los ojos.— Algo malo ha sucedido. Debo ir a ver a mi madre de inmediato. ¿Me acompañarías? — le pedí con urgencia, buscando su apoyo.Sin dudarlo siquiera por un instante, asintió con seriedad. Rápidamente, nos pusimos
Después del arrebato inicial de negación y dolor que me había consumido, mi cuerpo finalmente cedió ante la abrumadora realidad. Exhausta por el sufrimiento, me dejé caer al suelo, sintiendo cómo mis fuerzas me abandonaban por completo. Mi madre y mi hermano, actuando con rapidez, me sostuvieron entre sus brazos, evitando que me desplomara por completo. Fue entonces cuando Raven, al verme de rodillas en mi penosa condición, entró corriendo a la sala donde me encontraba. Levanté la mirada, encontrándome con sus ojos enrojecidos. En ese momento, supe que el contemplar mi desmoronamiento le había lacerado el alma. Tomé la mano de Raven y la apreté con todas mis fuerzas, como si fuera lo único que podría mantenerme aferrada a la cordura. Necesitaba desesperadamente ese contacto, ese consuelo que solo él podía brindarme en los momentos más oscuros de mi vida.Entre Nash y Raven me levantaron con cuidado y me recostaron en una de las sillas de la sala de espera. Raven, sin decir una sola pa
Nash salió detrás de mí, lanzando más y más reproches. Su voz, normalmente emotiva, ahora destilaba una decepción que parecían no tener fin.— ¿Cómo pudiste, Sunny? — preguntaba con los ojos desbordados de lágrimas —. ¿Cómo pudiste priorizar tus propios deseos egoístas sobre el bienestar de Willa? Debías cuidarla, protegerla, y en cambio, prefieres jugar a revolcarte con un muchacho en lugar de velar por su seguridad. ¿Tienes idea de lo que Willa sufrió? — continuó —. Tú la abandonaste ¿Cómo pudiste hacernos esto?Sus acusaciones me golpeaban como martillazos, haciéndome sentir una mezcolanza de culpa, vergüenza y frustración. Me arrojaba ahora toda su ira, sin dejarme opinar ni defenderme. Me sentía la peor hermana y madre del mundo. Yo puse la vida de mis hijos en peligro por mis actos egoístas, y eso era algo que jamás podría perdonarme.Quería gritarle a Nash, exculparme, decirle que todo era un terrible error. Pero las palabras se atragantaban en mi garganta, ahogadas por el nud
Mis gritos desgarradores estaban impregnados de una agonía y una desolación que parecían querer arrancar pedazos de mi propio ser. Resonaron con fuerza en el frío y estéril pasillo del hospital, haciendo eco entre las paredes blancas y asépticas. Aquellos bramidos, que manaban desde lo más recóndito de mi espíritu, llamaron inevitablemente la atención de las enfermeras y el personal médico que se encontraba cerca, quienes interrumpieron momentáneamente sus tareas para dirigir sus miradas hacia el origen de aquel tumulto.La conmoción causada por mi dramática escena, en la que me retorcía y maldecía con un fervor casi sobrenatural, hizo que un par de guardias de seguridad, alertados por el alboroto, se acercaran rápidamente, dispuestos a intervenir y restablecer el orden en aquel lugar que, hasta entonces, había sido testigo silencioso de mi profundo dolor y mi ira incontenible.— Señorita, le voy a tener que pedir que baje la voz. Esto es un hospital y debemos mantener la calma y el r
El cielo se encontraba cubierto por nubes grises, como si la propia naturaleza hiciera eco de la inmensa tristeza que me embargaba en aquel momento. Poco a poco, la gente comenzó a congregarse en silencio alrededor de la tumba, cada uno perdido en sus propios pensamientos y recuerdos de mi amada Willa. Algunos sostenían arreglos florales, buscando una manera de honrar su memoria. Las flores dispuestas alrededor del ataúd eran hermosas, pero su belleza no lograba disipar el abrumador velo de dolor que cubría aquel lugar.Me encontraba de pie, al margen de la multitud, observando la escena con una sensación de irrealidad que me abrumaba. A pesar de la sedación y el descanso forzado que me habían impuesto, mi mente seguía inmersa en una inundación de sentimientos dolorosos. La culpa y el remordimiento me atormentaban sin descanso, como si fueran demonios que se alimentaran de mi sufrimiento.Miraba a mi alrededor, sintiendo que todo se movía en cámara lenta. Cada lágrima derramada, cada
Mientras la multitud que había asistido comenzaba a dispersarse, yo permanecí inmóvil, como si mis pies estuvieran anclados al suelo, incapaz de alejarme de aquel lugar donde descansaba el cuerpo de mi amada hija. Me quedé allí, sola, observando la tumba recién cerrada. El silencio que reinaba en el cementerio se volvio opresivo. En ese silencio, finalmente me permití sentir la magnitud devastadora de mi pérdida, dejando que el peso de la realidad me golpeara con toda su fuerza.En aquel instante Andrey se acercó con cautela, como si temiera que su presencia pudiera desencadenar otra tormenta.— Sunny, no hay palabras... — comenzó, con su voz apenas en un susurro.— No, Andrey, no las hay — lo interrumpí, con voz firme a pesar del temblor que amenazaba con quebrarla —. No hay palabras que puedas decir que cambien lo que ha pasado. No hay disculpas que puedan devolverme a mis hijos.— Lo sé, y viviré con este remordimiento por el resto de mi vida — dijo, con ojos llenos de lágrimas que
Una noche, incapaz de conciliar el sueño, me levanté de la cama, sintiendo cómo la angustia se apoderaba de mí. La oscuridad del pasillo se extendía como un manto pesado, y cada paso que daba resonaba en el silencio como un eco de mis pensamientos atormentados. Me dirigí a la habitación de Garret, deteniéndome un momento en la puerta, observando detenidamente el lugar donde tantas risas habían llenado el aire. Después, con el corazón latiendo desbocado, avancé hacia la habitación de Willa. Al abrir la puerta, un torrente de emociones me envolvió. Acaricié con delicadeza las sábanas, sintiendo la suavidad de la tela entre mis dedos, mientras aspiraba el leve aroma que aún impregnaba la almohada, un rastro de su esencia que se resistía a desvanecerse. Era un olor familiar, un recordatorio de las noches en que la escuchaba murmurar en sueños.El peso del silencio se volvía insoportable, como si las paredes mismas se cerraran a mi alrededor, ahogando mis recuerdos. Las imágenes de Willa,