Después del arrebato inicial de negación y dolor que me había consumido, mi cuerpo finalmente cedió ante la abrumadora realidad. Exhausta por el sufrimiento, me dejé caer al suelo, sintiendo cómo mis fuerzas me abandonaban por completo. Mi madre y mi hermano, actuando con rapidez, me sostuvieron entre sus brazos, evitando que me desplomara por completo. Fue entonces cuando Raven, al verme de rodillas en mi penosa condición, entró corriendo a la sala donde me encontraba. Levanté la mirada, encontrándome con sus ojos enrojecidos. En ese momento, supe que el contemplar mi desmoronamiento le había lacerado el alma. Tomé la mano de Raven y la apreté con todas mis fuerzas, como si fuera lo único que podría mantenerme aferrada a la cordura. Necesitaba desesperadamente ese contacto, ese consuelo que solo él podía brindarme en los momentos más oscuros de mi vida.Entre Nash y Raven me levantaron con cuidado y me recostaron en una de las sillas de la sala de espera. Raven, sin decir una sola pa
Nash salió detrás de mí, lanzando más y más reproches. Su voz, normalmente emotiva, ahora destilaba una decepción que parecían no tener fin.— ¿Cómo pudiste, Sunny? — preguntaba con los ojos desbordados de lágrimas —. ¿Cómo pudiste priorizar tus propios deseos egoístas sobre el bienestar de Willa? Debías cuidarla, protegerla, y en cambio, prefieres jugar a revolcarte con un muchacho en lugar de velar por su seguridad. ¿Tienes idea de lo que Willa sufrió? — continuó —. Tú la abandonaste ¿Cómo pudiste hacernos esto?Sus acusaciones me golpeaban como martillazos, haciéndome sentir una mezcolanza de culpa, vergüenza y frustración. Me arrojaba ahora toda su ira, sin dejarme opinar ni defenderme. Me sentía la peor hermana y madre del mundo. Yo puse la vida de mis hijos en peligro por mis actos egoístas, y eso era algo que jamás podría perdonarme.Quería gritarle a Nash, exculparme, decirle que todo era un terrible error. Pero las palabras se atragantaban en mi garganta, ahogadas por el nud
Mis gritos desgarradores estaban impregnados de una agonía y una desolación que parecían querer arrancar pedazos de mi propio ser. Resonaron con fuerza en el frío y estéril pasillo del hospital, haciendo eco entre las paredes blancas y asépticas. Aquellos bramidos, que manaban desde lo más recóndito de mi espíritu, llamaron inevitablemente la atención de las enfermeras y el personal médico que se encontraba cerca, quienes interrumpieron momentáneamente sus tareas para dirigir sus miradas hacia el origen de aquel tumulto.La conmoción causada por mi dramática escena, en la que me retorcía y maldecía con un fervor casi sobrenatural, hizo que un par de guardias de seguridad, alertados por el alboroto, se acercaran rápidamente, dispuestos a intervenir y restablecer el orden en aquel lugar que, hasta entonces, había sido testigo silencioso de mi profundo dolor y mi ira incontenible.— Señorita, le voy a tener que pedir que baje la voz. Esto es un hospital y debemos mantener la calma y el r
El cielo se encontraba cubierto por nubes grises, como si la propia naturaleza hiciera eco de la inmensa tristeza que me embargaba en aquel momento. Poco a poco, la gente comenzó a congregarse en silencio alrededor de la tumba, cada uno perdido en sus propios pensamientos y recuerdos de mi amada Willa. Algunos sostenían arreglos florales, buscando una manera de honrar su memoria. Las flores dispuestas alrededor del ataúd eran hermosas, pero su belleza no lograba disipar el abrumador velo de dolor que cubría aquel lugar.Me encontraba de pie, al margen de la multitud, observando la escena con una sensación de irrealidad que me abrumaba. A pesar de la sedación y el descanso forzado que me habían impuesto, mi mente seguía inmersa en una inundación de sentimientos dolorosos. La culpa y el remordimiento me atormentaban sin descanso, como si fueran demonios que se alimentaran de mi sufrimiento.Miraba a mi alrededor, sintiendo que todo se movía en cámara lenta. Cada lágrima derramada, cada
Mientras la multitud que había asistido comenzaba a dispersarse, yo permanecí inmóvil, como si mis pies estuvieran anclados al suelo, incapaz de alejarme de aquel lugar donde descansaba el cuerpo de mi amada hija. Me quedé allí, sola, observando la tumba recién cerrada. El silencio que reinaba en el cementerio se volvio opresivo. En ese silencio, finalmente me permití sentir la magnitud devastadora de mi pérdida, dejando que el peso de la realidad me golpeara con toda su fuerza.En aquel instante Andrey se acercó con cautela, como si temiera que su presencia pudiera desencadenar otra tormenta.— Sunny, no hay palabras... — comenzó, con su voz apenas en un susurro.— No, Andrey, no las hay — lo interrumpí, con voz firme a pesar del temblor que amenazaba con quebrarla —. No hay palabras que puedas decir que cambien lo que ha pasado. No hay disculpas que puedan devolverme a mis hijos.— Lo sé, y viviré con este remordimiento por el resto de mi vida — dijo, con ojos llenos de lágrimas que
Una noche, incapaz de conciliar el sueño, me levanté de la cama, sintiendo cómo la angustia se apoderaba de mí. La oscuridad del pasillo se extendía como un manto pesado, y cada paso que daba resonaba en el silencio como un eco de mis pensamientos atormentados. Me dirigí a la habitación de Garret, deteniéndome un momento en la puerta, observando detenidamente el lugar donde tantas risas habían llenado el aire. Después, con el corazón latiendo desbocado, avancé hacia la habitación de Willa. Al abrir la puerta, un torrente de emociones me envolvió. Acaricié con delicadeza las sábanas, sintiendo la suavidad de la tela entre mis dedos, mientras aspiraba el leve aroma que aún impregnaba la almohada, un rastro de su esencia que se resistía a desvanecerse. Era un olor familiar, un recordatorio de las noches en que la escuchaba murmurar en sueños.El peso del silencio se volvía insoportable, como si las paredes mismas se cerraran a mi alrededor, ahogando mis recuerdos. Las imágenes de Willa,
La puerta se cerró con un clic suave detrás de Andrey, marcando el umbral entre su pasado y su presente. Yo estaba en la sala, envuelta en una manta desgastada, buscando alivio en su calidez, con la mirada fija en la ventana, como si el cielo nublado pudiera ofrecerme alguna respuesta a las preguntas que me inquietaban.Andrey se aclaró la garganta, anunciando su presencia. Giré la cabeza lentamente hacia él, su figura se recortaba contra la luz tenue que entraba por la ventana.— He venido a recoger algunas cosas — murmuró.— Tus cosas están en el estudio — respondí, dejando que la frialdad de mis palabras cortara el silencio como un cristal quebrado.Hubo una pausa incómoda, un instante que se estiró como un chicle, antes de que Andrey comenzara a subir las escaleras. Al llegar al estudio, se encontró con varias cajas ya preparadas, apiladas con meticulosidad; había anticipado este momento desde hacía tiempo.Mientras recogía sus pertenencias, su figura se movía con una mezcla de re
Durante el juicio, se convocó a una gran cantidad de conocidos, tanto míos como de Andrey, para que testificaran sobre nuestra vida y relaciones. Sin embargo, el testimonio que más me impactó fue el de Vanessa. Cuando la vi entrar a la sala, con la intención de declarar a favor de Andrey, sentí como si me hubieran dado un puñetazo en el estómago. Nuestra amistad, que había terminado de manera abrupta, parecía ahora un eco distante, y jamás imaginé que Vanessa llegaría a traicionarme de aquella forma.Su versión de los hechos era completamente retorcida, como un lienzo manchado por la ira y la envidia. Pintó una imagen de mí como una madre negligente, una mujer fría y distante que no se preocupaba lo suficiente por sus hijos, despojándome de la esencia de quien realmente era. Para colmo, insinuó que albergaba fetiches sexuales con jóvenes, una acusación absurda y completamente falsa que me dejó atónita.A medida que Vanessa declaraba, sentía cómo la ira y la decepción se apoderaban de