Culpa Compartida

Nash salió detrás de mí, lanzando más y más reproches. Su voz, normalmente emotiva, ahora destilaba una decepción que parecían no tener fin.

— ¿Cómo pudiste, Sunny? — preguntaba con los ojos desbordados de lágrimas —. ¿Cómo pudiste priorizar tus propios deseos egoístas sobre el bienestar de Willa? Debías cuidarla, protegerla, y en cambio, prefieres jugar a revolcarte con un muchacho en lugar de velar por su seguridad. ¿Tienes idea de lo que Willa sufrió? — continuó —. Tú la abandonaste ¿Cómo pudiste hacernos esto?

Sus acusaciones me golpeaban como martillazos, haciéndome sentir una mezcolanza de culpa, vergüenza y frustración. Me arrojaba ahora toda su ira, sin dejarme opinar ni defenderme. Me sentía la peor hermana y madre del mundo. Yo puse la vida de mis hijos en peligro por mis actos egoístas, y eso era algo que jamás podría perdonarme.

Quería gritarle a Nash, exculparme, decirle que todo era un terrible error. Pero las palabras se atragantaban en mi garganta, ahogadas por el nud
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