Capítulo 4
Fue a recoger el botiquín, bajando los ojos, sin olvidar su deber como médica, y le aconsejó.—No moje la herida por ahora, desinféctela una vez al día. Lleva ropa holgada para no rozar la herida.

Dejó las medicinas.—Este es para tomar por vía oral, el otro es para uso externo.

Rodrigo le respondió ligeramente sin volver la cabeza.

Y Gabriela no dijo nada más.

Salió con el botiquín.

Tomó un taxi y cuando regresó al hospital eran casi las once de la noche. Fue al comedor del hospital a comer algo, y acabó de regresar al departamento, el decano la llamó a su oficina.

—Voy a enviar a Inmaculada a la Segunda Región Militar a estudiar.—el decano parecía serio y tener alguna razón que no podía decir.

Gabriela se quedó en suspensión, pero prosiguió preguntando con insistencia.—¿No me había dicho que me enviaría a estudiar?

—Como sabes, todos esos equipos médicos de alta tecnología de nuestro hospital fueron donados por el Grupo de Triunfo, y Rodrigo me encargó que cuidara de la doctora Inmaculada, tengo que hacerlo.

Escuchando el nombre de Rodrigo, Gabriela no pudo evitar estar un poco nerviosa. Aunque se convirtió en su esposa, con el reconocimiento de las dos familias, pero ella y Rodrigo nunca se conocieron oficialmente.

Sólo lo había visto en revistas financieras y en televisión.

¿Él y Inmaculada?

A Gabriela le retumbó el corazón, pero su rostro estaba extremadamente tranquilo.—¿Es así?.

—Sí, tu profesionalidad y tus habilidades médicas son reconocidas.—la consoló el decano. Dentro de este grupo de jóvenes médicos, ella era la que más admiraba.

Gabriela bajó los ojos.—Ya lo sé.

Ella, la esposa que se había impuesto a Rodrigo, ni siquiera merecía ser mencionada, y él tampoco le tomaría en serio.

—Tengo una operación esta tarde, así que me voy primero.—dijo.

Sabía que este asunto era irrevocable.

El decano suspiró y la dejó trabajar.

Por la tarde Gabriela se sumergió en el trabajo y después de dos operaciones estaba agotada. Se lavó las manos, se quitó el vestido azul de médico y se sentó en una silla descansando.

Inmaculada entró.

—Doctora Gabriela,—ella sonrió,—le invitaré a cenar.

—Gracias, pero perdona, tengo algo que hacer.—rechazó suavemente. Su relación con Inmaculada no era muy cercana, sólo eran colegas normales.

Se graduaron de la misma universidad.

Incluso fueron del mismo grado.

Pero Inmaculada era muy digna, le gustaba ser el centro de atención y competir con los demás.

Y a Gabriela le gustaban el silencio y leer. No estaban en la misma página.

Así que no se convirtieron en buenos amigos.

—Bueno.—Inmaculada parecía embarazosa.—En realidad, te busqué para hablarte algo.

Gabriela se levantó y colgó su ropa sin mirarla.—Díme.

No sabía por qué, sabiendo que Inmaculada tenía una relación con Rodrigo, quería mantenerse alejada de ella aún más.

—Deberías haberlo escuchado, ¿no? Lo siento mucho, no sabía que el decano...

—Está bien.—Gabriela la interrumpió.

Inmaculada revolvió los ojos bajando las miradas y dijo.—Además, ¿puedes mantener en secreto que no estuve en el hospital anoche? Porque voy a hacer una pasantía en el hospital general y no quiero causar problemas innecesarios.

La razón fue poco convincente.

Gabriela sabía que a ella le gustaba hacer cosas así y dijo—No diré nada.

Después de todo, no era raro sustituir a un colega en algunas ocasiones temporales.

Todos tenían emergencias a veces.

Fuera del hospital.

Estaba oscureciendo, y las luces de la calle ya estaban encendidas.

Había un lujoso coche negro de negocio aparcado en la puerta y Alfredo estaba en él. Dijo con cierta jactancia—Las habilidades médicas de mi compañera de universidad no están mal, ¿no?

Rodrigo, sentando en el coche con una postura perezosa y pensando en cómo ella había tratado su herida con tanta calma y habilidad, reconocía sus habilidades.

—Señorita Inmaculada.—Joan lo recordó sentado delante.

Rodrigo bajó la ventana.

Inmaculada se acercó.

Al ver a Inmaculada, Alfredo arqueó ligeramente las cejas.—Inmaculada.

—¿La conoces?—Joan volvió la cabeza y preguntó.

Alfredo asintió con la cabeza.—Somos de la misma universidad.

Rodrigo levantó la mirada, parecía haber una luz destellando en el fondo de sus ojos.

Fue ella quien le salvó la vida anoche, ¿y también fue ella quien trató sus heridas hoy?

Ella——

Joan también se sorprendió.—¿Ha despertado el dios de amor?—

¿Finalmente se acordó de traer un amor para su jefe?

Alfredo se encapotó.—¿De qué estás hablando?

—Señor Rodrigo.

En este momento, Inmaculada se acercó e interrumpió su conversación.
Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo