—Señorita, soy asistente del señor Lozano, le invita, sígame por favor.Al ver a Joan, Gabriela se congeló un momento, y luego se apresuró a bajar los ojos para ocultar la mirada que le había reconocido.Antes fue a curar la herida de una persona por Alfredo, fue este hombre quien abrió la puerta, ¿era el ayudante de Rodrigo?¿La persona herida fue Rodrigo?—Vamos, señorita González.—Joan dijo otra vez en tono enfático al ver que Gabriela estaba parada.Gabriela dejó de pensarlo y dijo.—Pero tengo que trabajar.Fue un rechazo obvio.No quería ver a ese hombre.—Señorita, debe pensarlo bien. En esta situación, si le molesta al señor Lozano, no solo perderá el trabajo, sino también que se arruinará toda la carrera de médica.Fue una amenaza obvia.Gabriela se esforzó en tranquilizarse, su padre solo pagaba el gasto de operación de su madre, ella necesitaba pagar los gastos de curación y enfermería con sus salarios, no podía perder el trabajo ni el sueño de ser médica.¡Sólo podía aceptar
Dejó que la llevó ese hombre rijoso. ¿Por qué se aparecía otra vez? ¿Para burlarse de ella?¡Qué risa!—¿Rodrigo?—señaló a Rodrigo quien estaba furioso, quizá por el alcohol, se puso tan atrevida que no tenía miedo de nada,—¡Eres...eres el hijo de puta!El rostro de Rodrigo se volvió hosco al instante.Joan y Dalia no se atrevieron a decir nada, bajando las cabezas.Se acercó a Rodrigo tambaleándose, agarró su corbata y tiró hacia sí.—¿Crees que quiero casarme contigo? ¿Te pareces un principe?El olor del alcohol le hizo a Rodrigo fruncir el ceño, con una mirada furibunda.La agarró por la muñeca.—Creo que estás loca.¿Se atrevía a acompañar a cualquier hombre?Quería que esta mujer retrocediera, pero era tan obstinada que no se rendía.Cuando Gabriela se iba con Javier, Rodrigo se arrepintió, pasara lo que pasara, esta mujer era su esposa nominal, si le pasaba algo con otro hombre, le hacía asco.—Eres tú el loco.—bajo la influencia del alcohol, Gabriela lo desgarró y tiró desatentada
—Recházalo.—Rodrigo empujó la puerta de la oficina—dame un café, por favor.Terminando sus palabras, caminó hacia el escritorio.—El señor Fernández dice que no va a salir si usted no le atiendeRodrigo echó un vistazo a la secretaria.La secretaria bajó la cabeza enseguida.—Llévalo aquí.—Se sentó, y se desabrochó el traje.Pronto la secretaria lo llevó a Javier a la oficina, con un café.La cara de Javier estaba llena de queja y le preguntó.—¿De dónde encontraste a aquella mujer?Rodrigo tomó el café, ordenó a la secretaria que saliera, y luego leventó las miradas a Javier.—¡Mira las heridas!—Javier señaló su cuello, con una herida obvia, y una venda se pegó en su muñeca.—Casi me cortó el tendón de mano.Rodrigo echó un vistazo a las heridas de Javier y sintió un poco de alegría en su corazón.Le preguntó fingiendo no saber nada.—¿Qué pasó?Javier aún sintió temor.—¡Esa mujer llevó un cuchillo y lo usaba con mucha habilidad! El médico me dijo que no me cortó la arteria por suerte. N
Todos dudaban, ¡¡¿qué casualidad?!!¿Todos ocupados?Inmaculada también notaba que algo iba con extraño, y si fue una equivocación del oído, ¿qué pasaría ahora?Sus miradas paseaban entre Rodrigo y Gabriela, tratando de averiguar algo.—¿Qué te pasa, doctora González?—preguntó tentativamenteGabriela realmente deseaba decirle a Inmaculada que era la mujer de Rodrigo.Luego, que Rodrigo se encargara de explicar a Inmaculada con detalle.Pero en realidad, no se atrevía.No tenía el valor de desafiar a este hombre.Ya había perdido la oportunidad de trabajar en el hospital general, no podía perder más su trabajo.Dijo escondiendo su pensamiento.-Mi abuelo me pidió que volviera quizá por alguna cosa de emergencia, así que tengo que irme. Pero no pensaba que gerente Rodrigo también tuviera algo que hacer, qué casualidad, jaja.Sonrió embarazosamente.Trató de capearlo, pero Rodrigo parecía querer liarlo.—También mi abuelo me ha llamado, ¿dónde vive tu abuelo? ¿Te llevo si me viene de camino
El repentino sonido sobresaltó a Gabriela y al darse la vuelta, golpeó accidentalmente la caja y ¡pum!, la caja cayó al suelo.Rodrigo la miró fijamente, la gran rabia hizo que su expresión fuera tan espeluznante.—No es mi intención...—explicó con precipitación.Mientras hablaba, se arrodilló para cogerla. Cuando sus dedos casi tocaban la caja, le agarraron la muñeca con tal fuerza que casi le aplastaron los huesos de la mano.¡Dolía mucho!Su mano estaba casi rota y sudaba del dolor.—¡Retira tus squerosas manos!—las pupilas de Rodrigo estaban inyectadas en sangre por la rabia.Mientras hablaba, la arrojó con tal fuerza que todo el cuerpo de Gabriela cayó hacia atrás, golpeándose su cabeza contra la esquina del armario.El dolor agudo la adormeció brevemente, su cerebro zumbó y sintió un líquido caliente que bajaba, se llevó la mano a la nuca, tocando una pegajosidad.Sin sorpresas, fue sangre, pero no mucha.Levantó los ojos y vio, a través de un mechón de pelo suelto, a Rodrigo rec
Ya lo había pensado Ricardo.—Usted me pidió que encontrara el corazón...—en ese momento, el mayordomo Joaquín pareció comprender.Antes de que pudiera terminar sus palabras, Gabriela salió con el botiquín.Joaquín inmediatamente calló.—Ve conmigo.—dijo Ricardo a Gabriela, y se levantó del sofá con su muleta.Después Ricardo se dirigió hacia el estudio.Gabriela dejó el botiquín sobre la mesa y le siguió.—Los padres de Rodrigo murieron hace mucho tiempo, yo fui quien cuidó de él durante su infancia. Cuando estaba en la escuela vivía en el colegio, después de graduarse de la universidad se mudó de la vieja mansión y se hizo cargo de la empresa. Se volvió aún más ocupado, apenas volvía a casa.—dijo Ricardo, sentándose en la silla frente al escritorio, muy triste.La voz de Ricardo era baja. El padre de Rodrigo eran su hijo mayor. El dolor de su fallecimiento, incluso después de haber pasado tantos años, todavía dolía mucho.Y había razón, por la que Rodrigo no quería volver.El anciano
—Decano, ¿por qué pregunta eso?—Gabriela tenía un presentimiento de desasosiego.—Deberías saber lo que significa ser expulsada del círculo profesional—el decano se dudó—. Me temo que tu carrera como doctora se irá al traste, ningún hospital se atreverá a recurrirte.Gabriela se sorprendió por este repentino acontecimiento.—Decano, me encanta este trabajo y no puedo prescindir de él.—respondió Gabriela, con la mano agarrada y soltada, repitiendo varias veces.—Aunque tengo voluntad, no puedo ayudarte.—el decano sintió pena por Gabriela, cuya actitud y aptitudes profesionales reconocía y admiraba mucho.Pero no tenía la capacidad de sacarla del apuro.—Si quieres seguir tu trabajo, aún tienes que ir a buscar a Rodrigo, le has ofendido, darle una disculpa es mejor que perder el puesto.—le recordó amablemente el decano.—Yo...Quería decir algo, pero no lo hacía.Los prejuicios de Rodrigo contra ella no podían resolverse solo con una disculpa.Sabía claramente que Rodrigo la trataba así,
Joan tampoco conocía mucho.También se extrañó y se sorprendió, al ver a los dos comiendo juntos, hablando y riendo.Si no hubiera pasado por aquel restaurante, no se habría dado cuenta.—¿Llamamos a Alfredo para preguntárselo?—sugirió Joan.Rodrigo lo aceptó.Joan fue a llamr a Alfredo.Unos veinte minutos después, Alfredo llegó a la empresa.—Justamente tengo algo que contarte...—Alfredo dijo mientras entró.—¿Conoces a Gabriela?Antes de poder terminar sus palabras, Alfredo fue interrumpido. Se detuvo un momento y asintió con la cabeza.—Sí, somos de la misma universidad y ella es menor que yo, fue ella quien te curó las heridas la última vez.—Rodrigo se recostó en el sofá de cuero marrón, parpadeando los ojos oscuros que tenía pestañas largas y espesas, pensó. ¿Fue ella aquel día?Eso le sorprendió.—Oye—Alfredo se acercó a Rodrigo y se sentó a él—, hombre, ¿podrías tratar mejor a Gabriela?—Rodrigo enarcó las cejas y se inclinó hacia atrás despreocupadamente. Cualquiera que lo con