—Recházalo.—Rodrigo empujó la puerta de la oficina—dame un café, por favor.Terminando sus palabras, caminó hacia el escritorio.—El señor Fernández dice que no va a salir si usted no le atiendeRodrigo echó un vistazo a la secretaria.La secretaria bajó la cabeza enseguida.—Llévalo aquí.—Se sentó, y se desabrochó el traje.Pronto la secretaria lo llevó a Javier a la oficina, con un café.La cara de Javier estaba llena de queja y le preguntó.—¿De dónde encontraste a aquella mujer?Rodrigo tomó el café, ordenó a la secretaria que saliera, y luego leventó las miradas a Javier.—¡Mira las heridas!—Javier señaló su cuello, con una herida obvia, y una venda se pegó en su muñeca.—Casi me cortó el tendón de mano.Rodrigo echó un vistazo a las heridas de Javier y sintió un poco de alegría en su corazón.Le preguntó fingiendo no saber nada.—¿Qué pasó?Javier aún sintió temor.—¡Esa mujer llevó un cuchillo y lo usaba con mucha habilidad! El médico me dijo que no me cortó la arteria por suerte. N
Todos dudaban, ¡¡¿qué casualidad?!!¿Todos ocupados?Inmaculada también notaba que algo iba con extraño, y si fue una equivocación del oído, ¿qué pasaría ahora?Sus miradas paseaban entre Rodrigo y Gabriela, tratando de averiguar algo.—¿Qué te pasa, doctora González?—preguntó tentativamenteGabriela realmente deseaba decirle a Inmaculada que era la mujer de Rodrigo.Luego, que Rodrigo se encargara de explicar a Inmaculada con detalle.Pero en realidad, no se atrevía.No tenía el valor de desafiar a este hombre.Ya había perdido la oportunidad de trabajar en el hospital general, no podía perder más su trabajo.Dijo escondiendo su pensamiento.-Mi abuelo me pidió que volviera quizá por alguna cosa de emergencia, así que tengo que irme. Pero no pensaba que gerente Rodrigo también tuviera algo que hacer, qué casualidad, jaja.Sonrió embarazosamente.Trató de capearlo, pero Rodrigo parecía querer liarlo.—También mi abuelo me ha llamado, ¿dónde vive tu abuelo? ¿Te llevo si me viene de camino
El repentino sonido sobresaltó a Gabriela y al darse la vuelta, golpeó accidentalmente la caja y ¡pum!, la caja cayó al suelo.Rodrigo la miró fijamente, la gran rabia hizo que su expresión fuera tan espeluznante.—No es mi intención...—explicó con precipitación.Mientras hablaba, se arrodilló para cogerla. Cuando sus dedos casi tocaban la caja, le agarraron la muñeca con tal fuerza que casi le aplastaron los huesos de la mano.¡Dolía mucho!Su mano estaba casi rota y sudaba del dolor.—¡Retira tus squerosas manos!—las pupilas de Rodrigo estaban inyectadas en sangre por la rabia.Mientras hablaba, la arrojó con tal fuerza que todo el cuerpo de Gabriela cayó hacia atrás, golpeándose su cabeza contra la esquina del armario.El dolor agudo la adormeció brevemente, su cerebro zumbó y sintió un líquido caliente que bajaba, se llevó la mano a la nuca, tocando una pegajosidad.Sin sorpresas, fue sangre, pero no mucha.Levantó los ojos y vio, a través de un mechón de pelo suelto, a Rodrigo rec
Ya lo había pensado Ricardo.—Usted me pidió que encontrara el corazón...—en ese momento, el mayordomo Joaquín pareció comprender.Antes de que pudiera terminar sus palabras, Gabriela salió con el botiquín.Joaquín inmediatamente calló.—Ve conmigo.—dijo Ricardo a Gabriela, y se levantó del sofá con su muleta.Después Ricardo se dirigió hacia el estudio.Gabriela dejó el botiquín sobre la mesa y le siguió.—Los padres de Rodrigo murieron hace mucho tiempo, yo fui quien cuidó de él durante su infancia. Cuando estaba en la escuela vivía en el colegio, después de graduarse de la universidad se mudó de la vieja mansión y se hizo cargo de la empresa. Se volvió aún más ocupado, apenas volvía a casa.—dijo Ricardo, sentándose en la silla frente al escritorio, muy triste.La voz de Ricardo era baja. El padre de Rodrigo eran su hijo mayor. El dolor de su fallecimiento, incluso después de haber pasado tantos años, todavía dolía mucho.Y había razón, por la que Rodrigo no quería volver.El anciano
—Decano, ¿por qué pregunta eso?—Gabriela tenía un presentimiento de desasosiego.—Deberías saber lo que significa ser expulsada del círculo profesional—el decano se dudó—. Me temo que tu carrera como doctora se irá al traste, ningún hospital se atreverá a recurrirte.Gabriela se sorprendió por este repentino acontecimiento.—Decano, me encanta este trabajo y no puedo prescindir de él.—respondió Gabriela, con la mano agarrada y soltada, repitiendo varias veces.—Aunque tengo voluntad, no puedo ayudarte.—el decano sintió pena por Gabriela, cuya actitud y aptitudes profesionales reconocía y admiraba mucho.Pero no tenía la capacidad de sacarla del apuro.—Si quieres seguir tu trabajo, aún tienes que ir a buscar a Rodrigo, le has ofendido, darle una disculpa es mejor que perder el puesto.—le recordó amablemente el decano.—Yo...Quería decir algo, pero no lo hacía.Los prejuicios de Rodrigo contra ella no podían resolverse solo con una disculpa.Sabía claramente que Rodrigo la trataba así,
Joan tampoco conocía mucho.También se extrañó y se sorprendió, al ver a los dos comiendo juntos, hablando y riendo.Si no hubiera pasado por aquel restaurante, no se habría dado cuenta.—¿Llamamos a Alfredo para preguntárselo?—sugirió Joan.Rodrigo lo aceptó.Joan fue a llamr a Alfredo.Unos veinte minutos después, Alfredo llegó a la empresa.—Justamente tengo algo que contarte...—Alfredo dijo mientras entró.—¿Conoces a Gabriela?Antes de poder terminar sus palabras, Alfredo fue interrumpido. Se detuvo un momento y asintió con la cabeza.—Sí, somos de la misma universidad y ella es menor que yo, fue ella quien te curó las heridas la última vez.—Rodrigo se recostó en el sofá de cuero marrón, parpadeando los ojos oscuros que tenía pestañas largas y espesas, pensó. ¿Fue ella aquel día?Eso le sorprendió.—Oye—Alfredo se acercó a Rodrigo y se sentó a él—, hombre, ¿podrías tratar mejor a Gabriela?—Rodrigo enarcó las cejas y se inclinó hacia atrás despreocupadamente. Cualquiera que lo con
Gabriela ya lo había considerado bien, pero al pensar en enfrentarse a él, se estremeció más o menos.¡La violencia de ayer aún estaba fresca en su mente!Respiró profundamente, se armó de valor y se dirigió hacia dentro.Empujó la puerta y vio a Dalia.-Benvenida a casa, señora.-dijo Dalia sonriendo.Gabriela contestó y miró dentro, sólo vio a alguien en el sofá, sin poder ver su cara.-El señor está.-dijo Dalia.-Sr. Rodrigo.-Gabriela lo saludó y entró en la casa tras cambiarse los zapatos y se esforzó por mostrar una sonrisa.Rodrigo dejó la revista económica que estaba en su mano y echó un vistazo a ella.-¿Me llama señor?-dijo Rodrigo con un tono irónico.Esta mujer, ¿no quería divorciarse de él mientras actuaba distante?¿Era un truco de la lujuria?-No quería tocar sus cosas, lo siento mucho.-Gabriela ya se había disculpado y volvió a decirlo sinceramente.-Acaso piensas que si dices que lo sientes, te perdonaré, ¿sí?-Rodrigo se recostó en una postura lánguida, con las piernas e
Gabriela soñó que estaba enredada entre dos grandes serpientes y no podía respirar. Justo cuando creía que iba a morir asfixiada, apareció una luz, y la agarró fuertemente para salvar la vida...Creyó que estaba a punto de salvarse cuando se despertó de un sobresalto...Abrió los ojos y vio que un hombre alto con vestido desaliñado estaba de pie frente a ella, tan agresivo como si fuera a devorarla.Despierta al instante, se levantó y se acurrucó en un rincón del sofá, muerta de miedo.—¿Qué... qué va a hacer?Su voz era el sonido áspero de alguien que acababa de despertarse.Con un ligero temblor.Rodrigo soltó una risita sarcástica. Ella había dejado caer deliberadamente su bata y, ¿ahora actuaba como si estuviera en estado de asombro?—Acaso no es que quieres tener la intimidad, y deliberadamente fingiste dormir para seducirme?Gabriela mantenía la respiración, y sus dedos se curvaron lentamente mientras le miraba con obstinación.—¡No!—¿En serio?—Rodrigo estaba claramente poco conve