Quiero conquistarte

Después del beso con Ezra, Cataleya sintió una mezcla de emociones que la abrumaban. Se dirigió al baño, al cerrar la puerta detrás de ella, se apoyó en el lavabo, mirando su reflejo en el espejo.

—¿En qué demonio estás pensando, Cataleya? —se dijo a sí misma en voz baja, su voz llena de frustración—. ¿Eres tonta o qué?

Se pasó una mano por el cabello, tratando de ordenar sus pensamientos. El beso había despertado sensaciones que creía dormidas en su corazón. Sentía cómo una oleada de calidez y deseo la envolvía, recordándole que su capacidad de amar no estaba tan muerta como había pensado.

—No puedes dejarte llevar por esto —se regañó mentalmente—. Es tu jefe, y tienes un contrato que cumplir. El amor no está en las cláusulas y… no eres nada para él.

Pero por más que intentara racionalizar la situación, no podía negar lo que había sentido en ese beso, porque no era un beso cualquiera, era ¡el beso! Uno que le hacía sentir mariposas revoloteando en el estómago. Había sido suave y llen
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